Ejemplos de valor
Un regalo de amistad
Este relato tuvo lugar en Inglaterra, poco después de la Segunda Guerra Mundial.
Hermann Mössner se sentía nervioso al entrar en la capilla. Él y sus amigos del campamento militar aún llevaban puesto el uniforme marcado con las letras “P.O.W.”, las cuales todo mundo sabía que eran las siglas [en inglés] de “prisionero de guerra”. ¿Qué iban a pensar los miembros de la rama? ¿Los verían como sus enemigos?
La capilla estaba cerca de Leeds, Inglaterra, pero Hermann no era de Inglaterra, sino de Alemania. Después de haber sido forzado a pelear en la Segunda Guerra Mundial, Hermann fue capturado por soldados británicos y enviado a un campo de detención en Inglaterra. Era la primera vez que asistía a la Iglesia en mucho tiempo.
Hermann respiró profundamente mientras tomaba asiento en una de las bancas. Podía ver al presidente de la rama, George Camm, sentado en el estrado. El presidente Camm era amigo de Hermann. El hecho de verlo sonreír hizo sentir mejor a Hermann.
Muchos meses atrás, el presidente Camm había ido al campamento militar a visitar a Hermann después de enterarse de que era el único miembro de la Iglesia que había en ese lugar. En un principio, Hermann se preocupó un poco. ¿Acaso el presidente Camm lo detestaría? Después de todo, sus países habían luchado uno contra el otro en la guerra.
Sin embargo, cuando Hermann y el presidente Camm se conocieron, se sonrieron y se dieron un apretón de manos. Después oraron juntos, cantaron himnos y conversaron sobre el Evangelio. Hasta tomaron juntos la Santa Cena.
Antes de que el presidente Camm se marchara, Hermann le dijo: “Lo quiero, hermano”. Él vio lágrimas en los ojos del presidente Camm cuando este agitó la mano para despedirse.
Después de eso, el presidente Camm visitaba a Hermann cada sábado. Durante el resto de la semana, Hermann hacía su mejor esfuerzo por vivir el Evangelio. Compartía su testimonio con los demás prisioneros mientras trabajaban en los campos; respondía las preguntas de ellos mientras tallaban madera después de una larga jornada de trabajo, y a veces oraba con ellos.
Una noche, uno de los prisioneros le dijo: “Oye, Hermann, ¿podría acompañarlos a ti y al señor Camm el sábado?”.
Hermann lo miró por encima del bloque de madera que tallaba y sonrió. “¡Por supuesto!”.
“¿Podría ir yo también?”, preguntó otro prisionero.
A Hermann y al presidente Camm les causó alegría enseñar a más prisioneros. Al poco tiempo, ¡algunos de ellos aun deseaban bautizarse!
Ahora, mientras Hermann observaba a las familias alrededor de la capilla esperando que comenzara la reunión, sintió paz. Al principio, algunos miembros se sintieron nerviosos ante la presencia de Hermann, pero poco después todos le tuvieron confianza. Los demás prisioneros que tenían el deseo de aprender sobre el Evangelio recibieron permiso para salir del campamento e ir a la Iglesia los domingos con Hermann. Más adelante, Hermann incluso fue llamado como presidente de la Escuela Dominical de la rama.
Pasó el tiempo y la Navidad se aproximaba. Hermann deseaba hacer algo para agradecer a los miembros que se habían portado tan amables con él ¡Entonces tuvo una idea! Como ya se acercaba la fecha de la fiesta de Navidad de la rama, Hermann reunió más bloques de madera y comenzó a tallarlos. Uno por uno, convirtió esos bloques en cochecitos, elefantes, aviones, trenes y caballos.
Finalmente llegó el día de la fiesta. Todos comieron y cantaron canciones navideñas juntos. Hermann y sus amigos del campamento entonaron canciones de Navidad en alemán.
Luego, él sacó una enorme bolsa; ¡adentro había 40 juguetes de madera! Hermann le dio un juguete a cada uno de los niños de la Primaria. Fue una Navidad que nunca olvidarían.