Hace cinco años, mi esposo y yo decidimos abrir un canal de YouTube donde comenzamos a compartir la manera en que vivimos como miembros de la Iglesia de Jesucristo. La idea era hablar sobre nuestras creencias, las que se ven reflejadas en el estilo de vida que llevamos.
Hemos tenido la gran bendición de recibir mensajes inspiradores de varios de nuestros seguidores acerca de su asistencia a la Iglesia por primera vez ¡e incluso de su bautismo! Tales mensajes nos han llenado de mucho gozo.
Estamos muy agradecidos por las experiencias enriquecedoras que las redes sociales nos han brindado al difundir el mensaje del Evangelio restaurado simplemente por compartir nuestras vidas. Pero si bien las redes sociales pueden dar lugar a experiencias extraordinarias, ayudarnos a forjar relaciones significativas y permitirnos compartir nuestro testimonio del Evangelio, también pueden darnos experiencias que nos debilitan espiritualmente, nos llevan a juzgar a los demás de manera injusta y a olvidar quiénes somos en realidad.
La sección de jóvenes adultos de este mes abordará esos temas, entre otros. Es fácil compararnos a nosotros mismos o comparar nuestra vida con lo que vemos en las redes sociales, pero podemos aprender a usar tales redes para crear un entorno positivo en el que nos abstengamos de juzgar a los demás o a nosotros mismos, adquiramos confianza en nuestra naturaleza divina y, aún más importante, que por medio de nuestro ejemplo transmitamos a los demás la felicidad que brinda el evangelio de Jesucristo.