La última palabra
Perfectos en Cristo
Tomado de un discurso de la Conferencia General de octubre de 2018.
La luz y la vida espiritual llegan cuando la observancia religiosa constante nos acerca a nuestro Padre Celestial y a nuestro Salvador, Jesucristo. Con la obediencia diaria, hallamos respuestas, fe y fortaleza para afrontar los desafíos y las oportunidades diarias con paciencia, perspectiva y gozo en el Evangelio.
A medida que procuremos maneras nuevas y más santas de amar a Dios y de ayudarnos a nosotros mismos y a otras personas a prepararse para reunirse con Él, recordamos que la perfección es en Cristo, no en nosotros mismos ni en el perfeccionismo del mundo.
Las invitaciones de Dios están llenas de amor y de posibilidades, porque Jesucristo es “el camino, y la verdad y la vida” (Juan 14:6). Él invita a los que se sienten cargados: “Venid a mí”, y a los que vienen a Él les promete: “Yo os haré descansar” (Mateo 11:28). “Venid a Cristo, y perfeccionaos en él […], y si […] amáis a Dios con todo vuestro poder, mente y fuerza, entonces su gracia os es suficiente, para que por su gracia seáis perfectos en Cristo” (Moroni 10:32).
En esa seguridad de que “por su gracia seáis perfectos en Cristo” radican también el consuelo, la paz y la promesa de que podemos seguir adelante con fe y confianza en el Señor, aunque las cosas no marchen como esperábamos, anticipábamos o tal vez merezcamos, no por culpa nuestra, incluso después de hacer nuestro mejor esfuerzo.
En diversos momentos y maneras, todos nos sentimos incapaces, inseguros y tal vez indignos. Con todo, en nuestro fiel afán de amar a Dios y ministrar al prójimo, podemos sentir el amor de Dios y la inspiración necesaria para la vida del prójimo y la nuestra.
Con compasión, nuestro Salvador nos alienta y nos promete que podemos “seguir adelante con firmeza en Cristo, teniendo un fulgor perfecto de esperanza y amor por Dios y por todos los hombres” (2 Nefi 31:20). La doctrina de Cristo, la expiación de nuestro Salvador y nuestro afán de seguir Su senda de los convenios con toda nuestra alma nos pueden ayudar a conocer Sus verdades y a hacernos libres (véase Juan 8:32).
Testifico que Su senda de los convenios conduce al mayor de los dones que promete nuestro Padre Celestial: “Tendréis la vida eterna” (2 Nefi 31:20).