3 lecciones de vida de Moroni
De principio a fin, el Libro de Mormón es un viaje continuo de poderosas verdades eternas, asombrosas promesas y lecciones, y ejemplos inspiradores de fe en Jesucristo. ¡Y la mejor parte es que todo es verdad!
Pero cuando nos acercamos al final y llegamos a los capítulos de Moroni, ¡indudablemente él tiene para nosotros algunas de las verdades y lecciones más potentes que cambian la vida! Moroni termina el Libro de Mormón con su increíble testimonio y su invitación personal de venir a Cristo y procurar conocer la verdad por nosotros mismos. Entre esas poderosas declaraciones, presentamos a continuación tres lecciones adicionales que pueden cambiarnos la vida, las cuales podemos aprender de los capítulos finales de este fantástico libro.
1. Mira más allá de la línea de meta
Existe una sensación de satisfacción que surge al final de un proyecto difícil pero gratificante: colocar en su lugar la última pieza de un rompecabezas o entregar un proyecto de primera calidad en la escuela.
Moroni pensó que había terminado con sus contribuciones al Libro de Mormón después de registrar la caída de la nación jaredita, como se halla en el libro de Éter. Comienza con: “Ahora bien, yo, Moroni, después de haber acabado de compendiar los anales del pueblo de Jared, había pensado no escribir más, pero no he perecido todavía” (Moroni 1:1).
El hecho de que todavía estuviera vivo era probablemente más sorprendente de lo que se sospecharía. Después de todo, andaba errante, con multitud de enemigos por todos lados.
Tenía tiempo extra en sus manos. Y, en solo diez capítulos, Moroni lo aprovechó al máximo. Entre algunas de las verdades que incluyó se hallan el modo de ordenar maestros y presbíteros; instrucciones para la Santa Cena (que comprenden las oraciones); enseñanzas sobre cómo llevar a cabo reuniones de la Iglesia; un poderoso discurso de su padre sobre la fe, la esperanza y la caridad; y la promesa sagrada que se encuentra en Moroni 10:3–5, que nos enseña a cada uno de nosotros la forma de recibir revelación personal en cuanto a la veracidad del Libro de Mormón. ¡Vaya!
En esos diez capítulos que ni siquiera había planeado escribir, Moroni agregó verdades esenciales para los futuros lectores del Libro de Mormón.
Todos podemos aprender de su ejemplo. La próxima vez que encuentres que tienes un poco más de tiempo de lo esperado, o cuando sientas que has trabajado arduamente y que de seguro ya deberías haber terminado, ¿vale la pena orar y reflexionar a fin de descubrir si quizás hay algo más que aún puedes aportar?
Después de todo, el mundo entero fue bendecido porque Moroni sí lo hizo.
2. Recuerda la caja de piedra
Si decidieras cultivar tu árbol frutal favorito en el patio de atrás de tu casa, tendrías que ejercer más que un poco de paciencia. Incluso si fuera la época correcta del año y se dieran las condiciones ideales para el crecimiento, lo más probable es que pasen algunos años antes de que puedas arrancar la primera fruta, resultado de tu esfuerzo.
Pero, al fin y al cabo, eso se puede lograr, ¿verdad? Después de todo, las cosas buenas les llegan a quienes esperan. E incluso si estás plantando algún otro tipo de árbol que no alcanzará la plena madurez hasta dentro de muchas décadas (como un olivo), al menos puedes tener la satisfacción de saber que tus hijos y nietos se beneficiarán.
Sin embargo, ninguno de ustedes jamás se podría comparar con Moroni. El trabajo de la vida de su padre, que se convirtió en el trabajo de Moroni después de la muerte de aquel, no daría frutos en el corto plazo: ni en diez años, ni en mil. Mormón escribió: “… se escriben estas cosas para el resto de la casa de Jacob […]; y se ocultarán para los propósitos del Señor, a fin de que aparezcan en su debido tiempo” (Mormón 5:12; cursiva agregada).
Moroni no sabía exactamente cuándo saldría a luz ese trabajo, pero probablemente tenía la clara noción de que iba a pasar mucho tiempo. Él tuvo una visión de nuestra época y profetizó de ciertas condiciones que existirían (véase Mormón 8:35).
Esto sabemos con certeza: Moroni no estaba haciendo esto para beneficio de ninguno de sus familiares, amigos o conocidos. En algunas de las palabras más conmovedoras jamás escritas, Moroni dijo: “… me hallo solo. Mi padre ha sido muerto en la batalla, y todos mis parientes, y no tengo amigos ni adónde ir; y cuánto tiempo el Señor permitirá que yo viva, no lo sé” (Mormón 8:5).
Perdió a toda su familia; a todos sus amigos; ¡a toda su civilización! Y cuando terminó su registro, construyó una caja de piedra para sellar el registro sagrado que no vería la luz del día por muchos cientos de años.
Vivir rectamente crea cambios positivos en el mundo. A veces, esas ondas expansivas tardan generaciones en alcanzar su efecto completo. Pero Moroni nos enseña que siempre podemos confiar en el tiempo de Dios; solo debemos hacer nuestra parte.
3. Mantengamos una perspectiva eterna
Seamos realistas: las pruebas llegan, la vida es injusta y, a veces, simplemente todo duele. La vida es especialmente difícil cuando creemos que por fin hemos superado una prueba, solo para que otra lluvia meteórica de desafíos nos azote nuevamente y nos lance al suelo.
Ya sea que estemos lidiando con la ansiedad o la depresión, la pérdida de un ser querido o con algún otro desafío, a veces el aferrarnos a la fe y la esperanza puede parecer desalentador. En esos momentos difíciles es fácil pensar: “¿Cómo podrían las cosas llegar a ser peores?”.
Bueno, para Moroni, esa fue una declaración verdadera. Las cosas probablemente no podrían haber empeorado para él hacia el final de su vida. Durante los tiempos difíciles, cuando parece que no hay motivos para seguir adelante o aferrarse a la esperanza, podemos ver su ejemplo de fe inquebrantable ante tanta devastación.
Algunos dirían que la vida de Moroni fue trágica. Aunque fue fiel, perdió a todos los que amaba. Fue el último sobreviviente de toda su civilización. Tuvo que terminar el registro de su padre porque Mormón fue muerto antes de tener la oportunidad de terminar. Y Moroni estaba siendo perseguido por los lamanitas, escapando para salvar su vida, cuando escribió su libro de las Escrituras.
¿Te imaginas lo aterradora y desesperante que sería esa situación? Si alguien más hubiera experimentado las pruebas que soportó Moroni, quizás hubiese deseado abandonar su fe, negar a Cristo y culpar a nuestro Padre Celestial por sus terribles circunstancias. Pero Moroni no lo hizo.
En cambio, siguió perseverando hasta el final (véase Moroni 1:3). Mantuvo una perspectiva eterna que lo ayudara a enfrentar sus desafíos. Sabía lo que era verdad y sabía que, pese a lo que le sucediera, siempre y cuando tuviera fe en el Salvador y confiara en nuestro Padre Celestial, todas las bendiciones que le fueron prometidas se cumplirían algún día y sería salvo por el poder de Jesucristo y las bendiciones de Su expiación (véase Moroni 10).
Ese es un potente testimonio.
Cuando parece que las cosas no pueden empeorar, podemos encontrar consuelo en mantener una perspectiva eterna y cultivar una fe semejante a la de Moroni. Si lo hacemos, se nos promete que “podr[emos] hacer todas las cosas que [l]e sean convenientes [a Cristo]” (Moroni 10:23). Podemos saber que nuestro Padre Celestial está con nosotros. Podemos confiar en que Su plan de felicidad nos proporcionará una forma de superar cada tragedia que enfrentaremos en la vida terrenal. Y podemos rodearnos de la luz, del gozo y de las bendiciones del evangelio restaurado de Jesucristo.
Con una perspectiva eterna, siempre tenemos un motivo para tener esperanza, y podemos confiar en que algún día todos podremos decir: “¿Cómo podrían las cosas ser mejores?”.