2020
Recibamos la dádiva
Diciembre de 2020


Recibamos la dádiva

Estudiar la palabra de Dios, servir, arrepentirnos e ir al templo nos ayudarán a sentir el amor de Dios esta Navidad.

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illustraton of the tree of life

Una tarde de noviembre llegué a casa y descubrí que mis hijos habían transformado su dormitorio en un país de las maravillas navideño. Árboles de Navidad, guirnaldas brillantes, cables de luces y copos de nieve de papel adornaban las esquinas, los marcos de las camas, las paredes y el techo. Una chimenea casera con troncos, luces y medias completaba la exposición. Esa magnífica escena navideña llenaba de calidez nuestro hogar y nuestro corazón.

El profeta Nefi describió otra de mis escenas navideñas favoritas. Lehi, el padre de Nefi, compartió un sueño en el que vio un hermoso árbol cuyo fruto le llenó el alma de gozo (véase 1 Nefi 8:12). Nefi deseaba que él también pudiese ver el árbol que su padre describió. Como respuesta a su oración, se le mostró una visión. El relato de Nefi sobre esa experiencia es, para mí, una hermosa historia de Navidad. Él escribió:

“Y sucedió que después que hube visto el árbol, le dije al Espíritu: Veo que me has mostrado el árbol que es más precioso que todos.

“Y me preguntó: ¿Qué deseas tú?

“Y le dije: Deseo saber la interpretación de ello […].

“[…] Y vi la ciudad de Nazaret, y en ella vi a una virgen […].

“[…] Y me dijo: He aquí, la virgen que tú ves es la madre del Hijo de Dios, según la carne.

“[…] Y miré, y vi de nuevo a la virgen llevando a un niño en sus brazos.

“Y el ángel me dijo: ¡He aquí, el Cordero de Dios, sí, el Hijo del Padre Eterno!” (1 Nefi 11:9–11, 13, 18, 20–21).

Creo que es significativo que cuando Nefi pidió saber el significado del árbol, se le mostró la primera Navidad. El Espíritu preguntó entonces si Nefi entendía el significado del árbol y Nefi dio esta inspirada respuesta:

“Sí, es el amor de Dios que se derrama ampliamente en el corazón de los hijos de los hombres; por lo tanto, es más deseable que todas las cosas”.

El Espíritu agregó: “Sí, y el de mayor gozo para el alma” (1 Nefi 11:22–23).

A través de esa experiencia, Nefi aprendió que lo más deseable y gozoso para nuestra alma es sentir el amor de Dios por medio de Su Hijo Jesucristo. Esa es la verdadera dádiva de la Navidad. Sin embargo, a muchos de nosotros nos cuesta sentir el amor de Dios en nuestra vida, incluso durante estas fiestas. A continuación se ofrecen cuatro sugerencias de cosas que podemos hacer para recibir la dádiva del amor de Dios en esta época de la Navidad.

1. Estudiar la palabra de Dios

Comience o renueve su estudio frecuente de las Escrituras y las palabras de los profetas vivientes. En su visión, Lehi vio “una barra de hierro” (1 Nefi 8:19) que conducía al árbol. Los que experimentaron el amor de Dios se agarraron a la barra, se aferraron a ella y siguieron adelante hasta que tomaron del fruto del árbol (véase 1 Nefi 8:30). Nefi aprendió que esa barra representa la palabra de Dios (véase 1 Nefi 11:25).

Podemos invitar al Señor a nuestra vida si estudiamos Sus palabras. Nuestro compromiso no tiene por qué ser abrumador. Cuando mis amigos me preguntan cuánto tiempo deberían estudiar las Escrituras, a menudo les respondo: “Lee hasta que sientas el Espíritu; entonces quizá quieras seguir adelante”. No es la cantidad de minutos, versículos o capítulos que leemos lo que importa. Lo más importante es la experiencia que buscamos tener con el Espíritu mientras estudiamos. El Señor nos bendecirá por cada pequeño esfuerzo que hagamos.

El estudio de Ven, sígueme para diciembre incluye el libro de Moroni y un capítulo especial titulado “Navidad”. ¿Qué mejor oportunidad para adentrarnos en las Escrituras que estudiar las oraciones de la Santa Cena y las palabras de profetas como Moroni al dar un testimonio potente y personal de Jesucristo?

También podemos estudiar las palabras de los profetas vivientes al leer los ejemplares de la conferencia general de la revista Liahona, o al escuchar sus discursos en la Biblioteca del Evangelio. Al igual que la barra de hierro en el sueño de Lehi, nuestro estudio renovado de las palabras de Cristo puede llevarnos a experimentar el amor de Dios en esta Navidad.

2. Prestar servicio

Tal vez la Navidad que más atesoro de mi juventud fue el año en que nuestra familia se juntó con tías, tíos y primos para donar ropa, comida, juguetes, gafas y electrodomésticos a una familia local necesitada. Nunca olvidaré el haber formado parte de la gran caravana que llevó la Navidad a su casa. Ese sentimiento persistió mucho más allá de cuando terminó la Navidad, y las expresiones de agradecimiento de la madre y sus cuatro hijos permanecen en mi memoria. Prestar servicio a esa familia permitió que el amor de Dios “se derrama[ra] ampliamente” (1 Nefi 11:22) en mi corazón.

Nuestro servicio a los demás no tiene por qué ser grande o complicado. Mientras servía como obispo, aprendí que hay muchas personas en nuestros barrios y comunidades que, en un día cualquiera, se sienten solos, con ansiedad o abrumados. Una llamada telefónica, un atento mensaje de texto, una nota amable, un dulce casero, un paseo juntos por el vecindario o una propuesta de cuidar a los hijos de alguien puede ser un milagro enviado por el cielo y una respuesta a una oración.

Si le preguntamos a nuestro Padre Celestial “¿hay alguien a quien pueda ayudar hoy?”, puede que acudan a nuestra mente un nombre o una cara, y los susurros del Espíritu Santo nos ayudarán a entender cómo podemos bendecir a esa persona. Al actuar conforme a esos susurros, experimentaremos una medida del amor de Dios por ellos y por nosotros.

La iniciativa “Ilumina el Mundo” de la Iglesia sugiere sencillos actos de servicio para ayudar a los demás a sentir el amor de Dios. Si el Espíritu le impulsa a recibir la dádiva del amor de Dios en su vida a través del servicio en esta Navidad, Ilumina el Mundo puede ayudarle a empezar (visite VeniraCristo.org).

3. Arrepentirnos

La tercera invitación es recibir la dádiva del arrepentimiento que brinda el Salvador. El élder Lynn G. Robbins, de los Setenta, enseñó: “El arrepentimiento es un don de Dios siempre a nuestro alcance que nos permite y nos habilita para ir de fracaso en fracaso sin perder nunca el entusiasmo. El arrepentimiento no es Su plan B por si fallamos. El arrepentimiento es Su plan”1.

Esta vida es difícil. A medida que nos esforzamos por alcanzar nuestra meta de la vida eterna, todos somos insuficientes y necesitamos el poder redentor de la expiación de Cristo. Una de las razones por las que el Salvador eligió voluntariamente sufrir el castigo de nuestros pecados fue para que pudiese brindarnos la dádiva del arrepentimiento. Él ya ha pagado el precio. Lo que nos queda es elegir si aceptaremos Su invitación:

“Por tanto, al que se arrepintiere y viniere a mí como un niño pequeñito, yo lo recibiré, porque de los tales es el reino de Dios. He aquí, por estos he dado mi vida, y la he vuelto a tomar; así pues, arrepentíos y venid a mí, vosotros, extremos de la tierra, y sed salvos” (3 Nefi 9:22).

Supongo que todos llevamos alguna carga de pecado, sea grande o pequeña, y el Espíritu nos ha estado impulsando que nos despojemos de ella. Nuestros obispos y presidentes de estaca pueden ayudarnos. El Salvador tiene una disposición bondadosa e indulgente, e imparte sentimientos similares a Sus siervos. Ellos nos aman y pueden ayudarnos a ser sanados por medio de la expiación del Salvador. Cada uno de nosotros puede aceptar la propuesta del Salvador de venir a Él y ser sanado en esta Navidad.

4. Visitar la Casa del Señor

Algunos de los momentos en los que más he sentido el amor de Dios se han producido en Sus santos templos. Allí, mi dulce esposa y yo fuimos sellados por esta vida y por la eternidad. He ido allí en busca de orientación para las decisiones y para hallar paz en momentos de estrés. En el templo, el cielo parece estar más accesible, y la revelación parece fluir más fácilmente.

En cuanto a las ordenanzas del Sacerdocio de Melquisedec, que abarcan las ordenanzas del templo, el Señor ha dicho: “En sus ordenanzas se manifiesta el poder de la divinidad” (Doctrina y Convenios 84:20).

Al participar en las ordenanzas del templo, llegamos a conocer a Dios, y la paz y el poder de una vida divina se manifiestan en nuestra vida.

El presidente Thomas S. Monson (1927–2018) prometió: “Cuando asistimos al templo, podemos recibir un nivel de espiritualidad y un sentimiento de paz que superarán cualquier otro sentimiento que podría penetrar el corazón humano”2.

Si hace tiempo que usted no siente paz, ¿por qué no permite que esta época de la Navidad le marque el comienzo de un renovado compromiso de asistir al templo cuando se vuelva a abrir? Si aún no ha recibido su propia investidura, los líderes de su barrio o rama pueden ayudarle a prepararse. También podemos sentir el amor de Dios al encontrar y enviar nombres para que nuestros antepasados reciban las bendiciones del templo.

La verdadera dádiva

La palabra de Dios, el servicio sincero, el arrepentimiento y la participación en las ordenanzas del templo son oportunidades para recibir la verdadera dádiva de la Navidad. El apóstol Juan escribió: “Porque de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su Hijo Unigénito” (Juan 3:16). Esta Navidad, ruego que cada uno de nosotros sea guiado por el Espíritu para elegir aquellas cosas que nos ayuden a experimentar la magnífica dádiva del amor de Dios por medio de Su Hijo Jesucristo.

Notas

  1. Lynn G. Robbins, “Hasta setenta veces siete”, Liahona, mayo de 2018, pág. 22.

  2. Thomas S. Monson, “Las bendiciones del templo”, Liahona, mayo de 2015, pág. 92.

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