Mensaje del Área
Cómo prepararme para ser pagador de un diezmo íntegro
Soy testigo de que las promesas del Señor que se encuentran en Malaquías 3:10 son verdaderas. Lo he visto no solo en mi propia vida, sino en la vida de muchos de nuestros miembros que son fieles en obedecer esta ley maravillosa.
En una de las primeras conferencias de la Iglesia llevadas a cabo por el profeta José Smith durante la época de la Restauración, el Señor le reveló el siguiente principio: “…si estáis preparados, no temeréis” (D. y C. 38:30).
Muchos profetas de los últimos días han hecho énfasis en la importancia de prepararnos para hacer frente a los tiempos difíciles. Por lo general, asociamos este principio del Evangelio con asuntos de bienestar y autosuficiencia. Uno mi testimonio al de muchos de nuestros hermanos que durante años han seguido este consejo almacenando alimentos, ahorrando para emergencias y preparándose de muchas maneras para enfrentar tiempos difíciles.
Sin embargo, así como la preparación temporal es tan vital, también lo es la espiritual. Por lo tanto, quisiera centrar este consejo en cómo nos podemos preparar para ser íntegros en el pago de los diezmos.
La restauración del Evangelio en esta dispensación es un hecho milagroso. Muchos hemos recibido las bendiciones del sacerdocio, las ordenanzas, y también las bendiciones de las verdades y doctrinas reveladas en su plenitud.
En Doctrina y Convenios 119:3–4 leemos: “Y esto será el principio del diezmo de mi pueblo. Y después de esto, todos aquellos que hayan entregado este diezmo pagarán la décima parte de todo su interés anualmente; y esta les será por ley fija para siempre, para mi santo sacerdocio, dice el Señor”.
Esta revelación se recibió en Far West, Missouri, en 1838, en un momento en el que los miembros de la Iglesia enfrentaban oposición y la mayoría apenas tenía para cubrir sus necesidades. Para los santos de aquella época, el pagar un diezmo íntegro representó un sacrificio y una prueba de fe. Sin embargo, fueron bendecidos de muchas maneras al cumplir fielmente con este mandamiento.
Cuando nos enfrentamos a circunstancias económicas difíciles, podemos sentir, al igual que los santos de aquella época, que obedecer esta ley es un sacrificio, o una prueba de fe, pero ¿cómo podemos prepararnos para obedecer esta ley pese a las circunstancias?
Cuando mi esposa Cecilia y yo iniciamos nuestro matrimonio, una de las primeras cosas que hicimos fue sentarnos en consejo y establecer algunos compromisos que como familia íbamos a cumplir. Me gustaría compartir algunos de estos compromisos que ayudaron a mi familia y a mí a prepararnos para pagar un diezmo íntegro.
Hicimos un presupuesto familiar
Lo primero que hicimos fue establecer el pago de los diezmos como un compromiso prioritario. Mi esposa rotuló unos pequeños sobres que usábamos para cumplir con nuestro presupuesto. Uno de los sobres decía “diezmo”, otro “comida”, “pago de casa”, “servicios de energía eléctrica y agua”, “transporte”, “educación”, “ahorro”, etc.
Cuando recibíamos nuestro salario, colocábamos el dinero en cada sobre de acuerdo con el presupuesto que habíamos hecho. Algunos de estos sobrecitos se tornaron amarillos con el tiempo, pero el usarlos nos resultó de mucho beneficio, ya que, pasara lo que pasara, habíamos decidido que el sobre que contenía nuestros diezmos no era una opción para una emergencia, sino que le pertenecía al Señor.
Decidimos llevar un registro de los donativos
Decidimos llevar un registro familiar de los donativos que dábamos. Así que tomamos un cuaderno y lo rotulamos “Registro familiar de donativos de la familia Arbizú”.
Cada vez que dábamos nuestros diezmos y ofrendas, al regresar a casa, pegábamos la copia de nuestra boleta en el cuaderno de registro. Debajo de cada boleta, escribíamos a qué quincena correspondía ese donativo.
Cuando asistíamos a nuestro ajuste de diezmos con el obispo, llevábamos nuestro libro de registros, cosa que aún hacemos. Sabíamos de antemano las cantidades que debían haber sido registradas de nuestras donaciones.
El llevar este registro familiar nos ha ayudado a verificar que hemos pagado el diezmo de todos nuestros ingresos y que no hemos dejado nada sin diezmar.
Cierto día, estuve revisando los libritos de donaciones que juntamos durante nuestros treinta y dos años de matrimonio; desde el primero. Pude ver cuán bondadoso ha sido el Señor con nuestra familia. En verdad hemos visto abrirse las ventanas de los cielos, y como dijo mi esposa en una ocasión, muchas de las bendiciones no han sido necesariamente temporales. Durante la guerra civil que vivimos, los terremotos y las tormentas tropicales, siempre hemos visto la mano del Señor bendiciéndonos por el pago de un diezmo íntegro.
Enseñamos a nuestros hijos
Tanto mi esposa como yo recibimos de nuestros padres las enseñanzas y el ejemplo de pagar un diezmo íntegro. Recuerdo el día en el que, junto con mi mamá, llené mi primer sobre de donativos. Yo tenía diez años. Ese domingo llevé mi pequeño sobre al obispo con unos cuantos centavos. Cuando se lo entregué, sentí en mi corazón una paz y una sensación de bienestar. Me sentí feliz, por lo que decidí regresar siempre y entregar mi sobre al obispo en cada ocasión en que recibiera algo de dinero, pues deseaba volver a experimentar esos sentimientos.
Mi esposa y yo nos aseguramos de que nuestros hijos supieran que, para nosotros, pagar un diezmo íntegro es una prioridad. Les enseñamos a hacerlo, así como nuestros padres lo hicieron con nosotros.
Les explicamos que cada año debemos ir con nuestro obispo para hacer un ajuste de diezmos. Cuando eran pequeños, siempre los llevábamos con nosotros y observaban cómo dábamos cuenta a los siervos del Señor y nos declarábamos íntegros.
Como padres, tenemos la responsabilidad de asegurarnos de que nuestros hijos comprendan la importancia de cumplir con esta ley.
Les testifico que cuando ellos formen sus propias familias, seguirán el ejemplo que les dimos y nosotros podremos ver las bendiciones que reciban en sus hogares.
Soy testigo de que las promesas del Señor, que se encuentran en Malaquías 3:10, son verdaderas: “Traed todos los diezmos al alfolí, y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde”.
Lo he visto no solo en mi propia vida, sino en la vida de muchos de nuestros miembros que son fieles en obedecer esta ley maravillosa.
Durante estos tiempos difíciles que enfrentamos debido al COVID-19, si somos fieles y nos ponemos a cuentas con el Señor, les prometo que seremos testigos de milagros en nuestras familias y podremos unir nuestras voces testificando de la promesa: “…si estáis preparados, no temeréis”.