Voces de los Santos de los Últimos Días
La familia Sandoval, un bautismo en la ciudad de Guatemala durante la pandemia 2020
¿Si nos sucediera algo ahora mismo, podríamos presentarnos ante Dios? ¿Podríamos sentirnos limpios y podría Dios recibirnos? Nos hacíamos esas preguntas constantemente. Ahora tenemos las respuestas.
La tarde del sábado, 1 de agosto de 2020, se llevó a cabo el primer servicio bautismal en la ciudad de Guatemala, en el Barrio Martí, Estaca El Molino. Los miembros de la familia Sandoval, Eduardo y Lorena con su hija María José, tomaron la decisión de ser bautizados después de diez años desde su primer contacto con amigos miembros de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
El primer paso hacia un cambio de corazón
Por la naturaleza de su trabajo, Eduardo colaboró con el transporte de los misioneros que regresaron a Guatemala por la pandemia. Pudo notar en los misioneros dos sentimientos encontrados, la alegría de ver a su familia y amigos y la tristeza de dejar temporalmente su misión hasta ser reasignados. En el mes de abril, Eduardo comenzó a meditar sobre preguntas del alma tales como, “¿Qué pasaría si él o un miembro de su familia tuviera que dejar esta tierra? ¿Podrían presentarse ante Dios? ¿Podrían sentirse limpios y podría Dios recibirlos?”
En familia platicaron sobre la necesidad de buscar una iglesia. Tanto su esposa Lorena como su hija María José tuvieron los mismos sentimientos e inquietudes, como lo expresaron al decir: “Es tiempo de buscar a Dios como Él se merece”.
Por medio de un amigo contactaron al obispo Erick Ávila, del Barrio Martí, quien los refirió a los misioneros de tiempo completo.
El hermanamiento por medio de la tecnología
En el mes de mayo, los misioneros empezaron a enseñar a distancia a la familia Sandoval y, a la vez, los miembros del barrio los contactaron por teléfono, videollamadas y mensajes de voz. Este acercamiento de hermandad produjo un grato sentimiento en Eduardo, quien dijo, “La palabra “hermano” es sagrada para mí. Nosotros sentíamos que en la Iglesia se nos trataba como a familia y ¡cuánto necesitamos de la familia en estos tiempos difíciles! Por medio de una videollamada muchos nos permitieron entrar en sus hogares y recibir el amor de Dios por medio de ellos. Sin darse cuenta, hicieron más por nosotros de lo que podrían imaginar”.
Los misioneros les enseñaron las lecciones y ellos, como familia, cumplieron con las asignaciones; además leían el Libro de Mormón. De forma individual preguntaron a Dios sobre la veracidad del Evangelio, cada uno recibió una respuesta y la confirmación por medio del Espíritu Santo; lo único que faltaba era que las restricciones gubernamentales permitieran a las personas reunirse para efectuar los bautismos.
El Señor preparó la vía
En la última semana de julio, las restricciones disminuyeron; ya era posible reunirse por media hora en grupos pequeños de personas. El obispo Ávila les comunicó que el sábado, 1 de agosto podrían ser bautizados, para lo cual se hicieron los preparativos. El hermano Mynor Ruiz, amigo de la familia, fue quien los bautizó; en una sencilla reunión, llena del Espíritu. Esa misma tarde fueron confirmados miembros de la Iglesia. A Eduardo se le confirió el Sacerdocio Aarónico y fue ordenado presbítero y ahora tiene la oportunidad de administrar la Santa Cena en su hogar.
El milagro que produce el Libro de Mormón
Eduardo expresó sus sentimientos sobre el estudio del Libro de Mormón; él dijo: “El Libro de Mormón cambia vidas, nos abre las puertas para acercarnos a Dios de forma más personal. Las historias de los profetas, sus experiencias de fe y las promesas del libro son un alimento para nuestras almas”.
Así también, Lorena dijo: “El Libro de Mormón tiene un poder revelador. Al estudiarlo podemos entender mejor la Biblia, y sin duda se complementan entre sí; al leerlo pareciera que Dios mismo nos hablara ¡Qué bendición es tener más de la palabra de Dios en estos días! Disfrutamos leerlo”.
María José dijo: “Disfrutamos aprender juntos al estudiar el Libro de Mormón y Ven, sígueme; nos mantenemos cerca de Dios y uno del otro”.
La familia y el templo
Lorena aprecia los cambios que se efectuaron en su familia en los últimos meses; ella dijo: “Antes, de alguna manera todos buscábamos un poco de Dios, pero por medio de nuestros esfuerzos individuales. La Iglesia nos enseña que la familia progresa más rápido cuando los padres toman la iniciativa y todos se unen a este esfuerzo. Además, la Iglesia nos ayuda en nuestras relaciones familiares; ahora sentimos que nos escuchamos más y todos aceptamos sugerencias de todos”.
María José dijo: “La Iglesia une a las familias; ahora estamos centrados en cumplir compromisos, decidimos aprender juntos y esa parte fue vital para avanzar. La Iglesia nos ayuda de forma individual, pero nos eleva como familia”.
La siguiente meta de la familia Sandoval es ser sellados en el templo. “Seguiremos aprendiendo de Dios al estudiar Ven, sígueme;, continuaremos esforzándonos por ser dignos y volver al Señor buscando perdón, pero lo más importante es que en un año esperamos vestirnos nuevamente de blanco para entrar al templo y poder ser sellados como familia. Nuestro deseo es ser una familia eterna; cuando vemos el templo lo asociamos con la Casa del Señor, como un lugar santo y sagrado al que esperamos un día poder entrar; al ver el templo nos sentimos más cerca de Dios”.
Trabajando en la obra misional
Luego de su bautismo, la familia Sandoval está deseosa de servir y ayudar a otros, así como ellos recibieron ayuda. Esperan poder ser instrumentos para que la obra misional progrese. Saben que habrá muchos que conocerán la Iglesia en la situación actual con las limitaciones de la asistencia a las reuniones; entonces ellos podrán ser una mano amiga y al compartir su testimonio traer más almas a Cristo.
Las preguntas del alma que la familia Sandoval tuvo meses atrás ya tienen respuestas. El camino para encontrarlas estuvo lleno de fe y fue placentero gracias al hermanamiento y los corazones dispuestos.