Cómo llegué a saberlo
Cómo conocí a mi Salvador
“Al caminar por esta senda estrecha y angosta he experimentado mucho gozo, pruebas, desafíos, pero sobre todo muchas bendiciones”.
En el año 1959, gracias a la invitación de mi tía, María Morales, asistí a una reunión de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días por primera vez. En ese tiempo, era una rama pequeña con poca asistencia; había solo una pareja de misioneros, el élder Larsen y el élder Hopkins. El presidente de rama era el hermano Gonzalo Ayerdis. Me bauticé en el año 1960, en el río Chamelecón. Recuerdo que nuestras reuniones se realizaban en una casa del barrio El Benque.
Aunque dejé de asistir a la Iglesia en un período de mi vida, siempre mantuve amistad con jóvenes activos que me involucraban en las actividades que se realizaba en la capilla. En 1983, el presidente de estaca, Hernán Argüelles, me extendió la invitación de volver a la Iglesia y tuve una entrevista memorable con él. Desde entonces he permanecido activo en el Evangelio.
Una de las cosas que me impulsó a reflexionar y cambiar mi vida fueron mis hijos, ya que deseaba estar más presente en sus vidas y que ellos fueran bendecidos con el conocimiento de este Evangelio maravilloso. Logramos obtener la bendición de ser sellados como familia en el Templo de la Ciudad de Guatemala.
Al caminar por esta senda estrecha y angosta he experimentado mucho gozo, pruebas, desafíos, pero sobre todo muchas bendiciones. Mi fe y mi testimonio me han sostenido y sirvo como patriarca de la estaca San Pedro Sula desde hace muchos años.
Soy feliz de tener el conocimiento del Plan de Salvación. El saber que guardé mi primer estado me hace feliz y me anima a poder ser fiel en este estado de probación. Sé que Jesucristo es el Hijo de Dios, mi Salvador y Redentor y gracias a su sacrificio expiatorio tendremos la oportunidad de regresar a nuestro Padre Celestial. Esta obra se restauró por conducto del profeta José Smith proporcionándonos la plenitud del Evangelio. Me siento agradecido de tener un profeta viviente, vidente y revelador, así como a doce apóstoles con la debida autoridad, como era en la antigüedad.