Voces de los Santos
Milagros hoy en día, tal como en las antiguas Escrituras
Por razones puramente administrativas, dividimos a nuestros misioneros en jóvenes y mayores, aunque la realidad es que ambos grupos son parte de la misma sagrada función: “Participar y ayudar en el recogimiento de Israel”.
Y hay algo más: ser manos en el regreso de aquellos que, durante un tiempo, han estado alejados de la Iglesia y ahora desean retornar; algo que no siempre es fácil y que requiere tanto la ayuda divina como la fe, el amor y la comprensión de miembros y misioneros.
Nosotros, como matrimonio misionero, estamos teniendo esta sagrada experiencia.
El nombre del hermano del que escribiremos lo guardamos en confidencialidad.
No me gusta usar las palabras “inactivo”, “menos activo” ni nada parecido. Cada hermano y hermana tiene sus circunstancias especiales, sus desafíos internos y externos, sus luchas por sobrevivir espiritual y temporalmente.
Personalmente prefiero dirigirme a quienes no vienen por la Iglesia como “vacacionistas” que han ido a pasar unas cuantas semanas a las playas de Mallorca, y una vez que se han achicharrado, vuelven a la oficina del doctor para curarse.
Conocimos en nuestra misión anterior en Portugalete, País Vasco, a un hermano que por años había estado ausente de la Iglesia, aunque no del Evangelio. Nos caímos bien.
Acabamos la misión y regresamos a casa, en los Estados Unidos.
Seis años después volvemos a España para servir otra misión y nuestro presidente de misión, el presidente Galli, nos envía de nuevo al área en la que habíamos servido años atrás, algo que raramente ocurre.
El Espíritu nos indica las razones por las que fuimos enviados nuevamente a la Rama de Las Arenas; una de ellas: el reencontrarnos con nuestro hermano y amigo; y así lo hicimos. Volvimos a su casa, era el mes de febrero de 2020; no está allí.
Le escribimos una carta cariñosa: “Hermano Querido, hemos pasado para visitarte. Te recordamos con afecto, nos veremos en otro momento”. Incluimos nuestro número del móvil”.
En el mes de marzo, la Iglesia, debido a la pandemia, nos reasigna y regresamos a los Estados Unidos; pero en julio, milagrosamente, se nos permite volver, esta vez con diferente destino: la Rama de Lorca, en Murcia.
Hace un par de semanas, estando en nuestro piso, recibo una llamada telefónica: “¿Eres Ángel Herrero? Aquí, entre mis papeles encontré una carta tuya; quiero que me ayudes a localizar a un hermano y amigo en Bilbao, deseo volver a la Iglesia…”.
¡Y qué más puedo contaros! ¿No sentís que el corazón se llena de emoción al leer historias como esta?
Y si tenéis hijos, parientes, amigos, ahora vacacionando en las tranquilas aguas del Mediterráneo… pues esperad, orad, ayunad… Él tiene Su momento. Su mano alzada nos cubre y Su sombra nos protege. No lo dudéis: ¡volverán!