2022
Una Restauración de mente abierta
Diciembre de 2022


Sección doctrinal

Una Restauración de mente abierta

Se conoce como “Restauracionismo” al deseo de recuperar un cristianismo más puro, que solo se podría lograr volviendo a la Iglesia cristiana que encontramos en el Nuevo Testamento. Esa Iglesia primera proporcionaría el modelo y el criterio para corregir errores y deficiencias que ayudara a recuperar la iglesia cristiana original.

De este deseo de restaurar el cristianismo perdido se oía hablar mucho a principios de 1800, en la zona norte del Estado de Nueva York. Y en este ambiente se encontró inmerso José Smith, cuando, siendo un adolescente, fue testigo de las enseñanzas de estos grupos que, como en el caso de los presbiterianos y los metodistas, competían por hacer prosélitos.

Los mensajes que escuchaba a los predicadores, y sus lecturas de la Biblia, convencieron también a José Smith de que la verdadera iglesia edificada sobre el evangelio de Jesucristo, tal y como se encuentra en el Nuevo Testamento, no estaba sobre la tierra. Esa percepción se confirmó en su experiencia de la llamada “Primera Visión”.

La creencia de que se había producido una “Gran Apostasía”, y de que la iglesia organizada por Jesucristo se había perdido, la tenían muchos grupos religiosos del momento, que consideraban necesaria una “Restauración” de la iglesia del Nuevo Testamento. Para muchos de estos protestantes restauracionistas, la apostasía era el resultado de la corrupción de la iglesia Católica, y la restauración consistiría en reparar lo que se había corrompido.

El diccionario de la RAE dice que “restaurar” es “volver a poner una cosa en aquel estado o estimación que tenía antes”. Esto, aplicado a la restauración doctrinal, supondría recuperar el mensaje tal y como aparece en la Biblia, que marcaría el máximo a restaurar. Estaríamos hablando, pues, de un canon cerrado, que los restauracionistas resumían con estas palabras: “Cuando hablan las Santas Escrituras, nosotros hablamos, y cuando callan, nosotros permanecemos en silencio”. El lema era, pues: “hablar con las Escrituras, y no ir más allá”.

Para José Smith, la apostasía era la corrupción de las ordenanzas y la pérdida de la autoridad para administrarlas. La restauración debería, pues, recuperar ambas, y esto solamente era posible si se restablecía una línea directa con los cielos. José Smith afirmó que recibió la autoridad del sacerdocio por medio de mensajeros celestiales, y con esa autoridad llevó a cabo la esperada Restauración, pero no de una forma reduccionista, eliminando tan solo aquello que la apostasía había corrompido, sino de una forma expansionista, añadiendo también lo que se había perdido, “yendo más allá”.

Porque no se trataba solo de recuperar el Nuevo Testamento, sino de añadir otros testamentos: romper con una religión puramente bíblica y fundar una religión que fuera más allá de la Biblia. De esta manera se estaba echando un cimiento nuevo a la Restauración: la fuente del conocimiento y de la verdad no eran ya las Escrituras, sino la revelación, porque los libros canónicos son tan solo el fruto de la comunicación con los cielos.

Eran muchos los que pensaban que la Biblia contenía todas las revelaciones que Dios había dado desde el principio. José Smith afirmaba algo diferente: que muchas de las verdades reveladas a los antiguos se habían perdido y que la Restauración tenía que ir más allá del Nuevo Testamento. Y en este esfuerzo restaurador expansionista, José Smith se adentró en el Antiguo Testamento; salió incluso de esta tierra y entró en la vida preterrenal, descubriendo allí al Padre Celestial con todos nosotros como hijos literales Suyos en una existencia anterior.

Pero José Smith fue aún más allá: al mundo insondable de un pasado remoto anterior al estado espiritual de todos los hombres y mujeres, como inteligencias coeternas con Dios.

José Smith trabajó, pues, en una restauración permanentemente abierta, tanto en un esfuerzo por recoger y dar un nuevo sentido a las verdades que la apostasía había dispersado, como en la recuperación de lo perdido que estaba pendiente por revelar.

La tarea de la restauración es, por tanto, doble: recuperar lo que se perdió, y dar sentido a lo que se conservó, en un esfuerzo de selección y adaptación de toda verdad, uniéndola al cuerpo doctrinal que se trata de recuperar: el Evangelio Restaurado.

Esta restauración de mente abierta a toda verdad requiere una actitud no dogmática: José Smith no era dogmático, y se espera que los miembros de la Iglesia restaurada por medio de él tampoco lo seamos; no debemos poner límites a nuestras creencias con credos cerrados: no se trata de cerrar puertas, sino de abrirlas. El canon doctrinal está abierto, y la restauración continúa.