Mensaje del Área
Ilumina el mundo
El verdadero espíritu navideño es el espíritu de Cristo. A través de los siglos se escucha la proclamación celestial de su nacimiento: “¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!” (Lucas 2:14).
Aun cuando las Escrituras y los profetas nos han enseñado siempre sobre este maravilloso acontecimiento, muchas personas desconocen su significado y otros lo asocian a asuntos mundanos. Nosotros debemos recibir en nuestro corazón el verdadero espíritu de la Navidad y dejarlo irradiar en nuestro entorno, en nuestros familiares y amigos, en nuestros vecindarios, en la Iglesia y en todo el mundo.
Ahora tenemos la oportunidad de preparar nuestros corazones para recordar el humilde nacimiento de nuestro Señor Jesucristo en el pequeño pueblo de Belén.
El élder Ulisses Soares dijo: “Al pensar en las circunstancias de los pastores y en la joven pareja, María y José, me pregunto cómo la aparición de la hueste de ángeles en el campo y la llegada de los pastores a donde María y José estaban les brindó consuelo, paz y gozo a sus vidas de manera personal. Los pastores deben haber recibido el ansiado consuelo de que Dios los tenía presentes y los valoraba tanto como para que fuesen elegidos para ser los primeros testigos del recién nacido Cordero de Dios. A María y José, los pastores pueden haberles traído el grandísimo consuelo de saber que otros conocían el milagro divino del que ellos formaban parte”1.
El saber dónde y cómo comenzó todo nos está invitando a que, después de recibir al Señor en nuestro corazón, lo compartamos con otras personas. Podríamos tomarnos un momento y meditar en cuál es la voluntad del Señor para nosotros en este momento.
“Ahora que se acerca la Navidad, me pregunto si podríamos ser más como las huestes de ángeles e ir a visitar a los pastores modernos para traerles las buenas nuevas de Cristo, paz y consuelo. Y me pregunto si podemos llegar a ser más como los pastores y responder al llamado de visitar y ministrar a los Josés y a las Marías de nuestros vecindarios y comunidades actuales para brindarles la seguridad de que Dios los ama y vela por ellos y los cuida”.
El élder Soares prometió a los miembros de la Iglesia que, si ellos vuelven su corazón hacia su entorno, como lo hizo el Salvador, podrán experimentar el verdadero significado de la Navidad y encontrarán oportunidades sin fin para servir2.
La invitación de Sus profetas está vigente hoy día como la estuvo en la antigüedad:
“Y ahora bien, mis amados hermanos, quisiera que vinieseis a Cristo, el cual es el Santo de Israel, y participaseis de su salvación y del poder de su redención. Sí, venid a él y ofrecedle vuestras almas enteras como ofrenda, y continuad ayunando y orando, y perseverad hasta el fin; y así como vive el Señor, seréis salvos” (véase Omni 1:26).
La hermana Cristina B. Franco, quien sirvió como Segunda Consejera de la Presidencia General de la Primaria, dijo:
“Nuestro Señor y Salvador ministró personalmente a la gente, levantando a los oprimidos, dando esperanza a los desalentados y buscando a los que se hallaban perdidos. Él le dio la vista al ciego, sanó al enfermo y al cojo para que pudieran caminar, y levantó a los muertos… Durante la época de Navidad, pienso en los misioneros —los élderes, las hermanas, los misioneros mayores y los presidentes de misión en todo el mundo— quienes, como representantes de Jesucristo, dan de su tiempo y servicio libremente a toda la humanidad. Pienso en todos los hermanos y hermanas que pasan tantas horas sirviendo fielmente en sus llamamientos. También en esta época, pienso en los hombres y mujeres que ofrecen servicio militar para garantizar nuestra seguridad. ¡Gracias por su servicio!”3.
Las palabras y los actos bondadosos pueden levantar cargas y animar corazones. Nuestro Padre Celestial nos invita a todos a ofrecer servicio. Cuando lo hacemos, “respondiendo el Rey, [nos] dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos, mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis” (Mateo 25:40).
La paz y la buena voluntad pueden iluminar el mundo, si es que estamos dispuestos a dar el don del amor y el don del servicio a las personas a nuestro alrededor. El prestar servicio de cualquier manera manifiesta nuestro deseo de responder a la invitación de venir a Cristo. Los presentes que ofrecemos son nuestro talento y nuestras habilidades. Podemos exclamar ¡Hosanna! como el coro angelical y difundir las buenas nuevas mediante nuestro testimonio.