Liahona
Hallar alivio por medio de Jesucristo
Septiembre de 2024


“Hallar alivio por medio de Jesucristo”, Liahona, septiembre de 2024.

Bienvenidos a este ejemplar

Hallar alivio por medio de Jesucristo

Este mes, en nuestro estudio de Ven, sígueme, leemos acerca de una experiencia especial y única: el Cristo resucitado visita el continente americano y extiende a los nefitas la siguiente invitación: “Levantaos y venid a mí, para que metáis vuestras manos en mi costado, y para que también palpéis las marcas de los clavos en mis manos y en mis pies, a fin de que sepáis que soy el Dios de Israel, y el Dios de toda la tierra, y que he sido muerto por los pecados del mundo” (3 Nefi 11:14).

Tal como lo hizo con los nefitas, Jesucristo nos invita a cada uno de nosotros a venir Él, tener una experiencia personal con Él y establecer una relación por convenio con Él. ¡Cuán agradecida estoy de que Él nos ame de ese modo y desee estar con nosotros! Gracias a Él, nunca estamos solos. En mi artículo, comparto que “se ha dispuesto que nos asociemos con el Señor de una manera poderosa mediante nuestros convenios” (página 44). Al venir a Él por medio de nuestras decisiones diarias de guardar convenios sagrados, edificamos una relación con Jesucristo que brindará Su amor y socorro a nuestra vida y a la vida de nuestra familia.

En su artículo, el élder Dieter F. Uchtdorf, del Cuórum de los Doce Apóstoles, describe al Salvador como el Maestro Sanador y testifica que “el efecto sanador del poder redentor del Salvador puede tener un impacto aún mayor en nuestra salud emocional, espiritual e incluso física que cualquier cura terrenal que recibamos” (página 4).

Testifico que nuestro Padre Celestial y nuestro Salvador los aman, y que Jesucristo vino para este preciso fin: brindarnos el alivio que buscamos. Jesucristo es nuestro socorro.

Atentamente,

Kristin M. Yee

Segunda Consejera de la Presidencia General de la Sociedad de Socorro

Jesús sana a un hombre ciego

“Entretanto que estoy en el mundo, luz soy del mundo.

“Dicho esto, [Jesús] escupió en tierra, e hizo lodo con la saliva, y untó con el lodo los ojos del ciego

“y le dijo: Ve, lávate en el estanque de Siloé […]. Entonces fue y se lavó; y cuando regresó, ya veía”.

He Anointed the Eyes of the Blind Man [Ungió los ojos del hombre ciego], por Walter Rane