Liahona
El gárment del santo sacerdocio
Septiembre de 2024


“El gárment del santo sacerdocio”, Liahona, septiembre de 2024

El gárment del santo sacerdocio

Como parte de la investidura del templo, se nos ha dado un sagrado recordatorio físico de nuestros convenios: un símbolo del Salvador mismo.

Adán y Eva caminando juntos

Detalle de Adam and Eve [Adán y Eva], por Douglas M. Fryer

Independientemente de la preparación que sin duda se les había proporcionado y de los consuelos que trataban de recordar, para Adán y Eva debe haber sido un golpe inesperado dejar su paradisíaco Jardín de Edén y adentrarse en un mundo caído.

Con solemne entendimiento, se dieron cuenta de lo que significaba cambiar su vida tranquila y despreocupada por un mundo de oposición y sudor, espinos y pesar, seguido finalmente de algo llamado muerte. Al principio no podían saber lo que todo aquello significaba, pero pronto aprendieron que cada día podía traer consigo nuevo dolor. De hecho, lo más doloroso de todo fue el entendimiento de que afrontarían todo eso separados de su Padre Celestial, “excluidos de su presencia”, escribiría Moisés más adelante.

Dada esa separación y esa soledad en un mundo frío y lúgubre, cuán reconfortante debe haber sido para Adán y Eva recordar una cosa: que se habían hecho promesas, algo sagrado y eterno llamado convenios. Ellos habían prometido que obedecerían al Padre todos los días de su vida, y Él les había prometido proporcionar un Salvador que aliviaría su dolor y pesar, que expiaría sus errores, y los llevaría a salvo de regreso a Su presencia.

Sin embargo, ¿cómo habrían de recordar estos seres mortales lo que habían prometido? ¿Cómo permanecerían conscientes de su peligrosa situación; conscientes todo el tiempo, día y noche?

Un recordatorio de sus convenios

Como recordatorio de ello, Él les dio “túnicas de pieles”. ¡Qué gran don y cuán oportuno! Después de comer del fruto prohibido, Adán y Eva se dieron cuenta, casi al instante, de que estaban desnudos. Primero trataron de cubrir su desnudez con hojas de higuera, pero entonces, temiendo que eso no fuera suficiente, intentaron esconderse del Señor (¡un intento tan insensato era evidencia de que la condición mortal comenzaba a surtir efecto!). Desde ese momento hasta el presente, el amoroso Padre ha invitado a Sus hijos a salir de donde estén ocultos para venir a Él y, al igual que con las túnicas de pieles de entonces y diversas prendas de vestir desde aquel momento, Él, en Su misericordia, no nos ha dejado desnudos, sino que ha vestido a los obedientes con un “manto de justicia”, un recordatorio de nuestras promesas y convenios. Esas “vestiduras de salvación” simbolizan el mayor de todos los dones: la Expiación de Jesucristo.

El gárment es un símbolo del Salvador

Ahora bien, todas estas consideraciones sobre Adán y Eva y los convenios y las prendas son, por supuesto, más que un simple ejercicio mental. No es difícil imaginar cómo se habrán sentido Adán y Eva, pues nosotros también afrontamos problemas en este mundo caído. Nosotros también hemos sido separados de la presencia de Dios y cada vez que transgredimos nos distanciamos más. Al igual que a Adán y a Eva, a nosotros se nos ha dado ese mismo Salvador, Jesucristo de Nazaret, el Alfa y la Omega, el Hijo del Dios viviente. Al igual que Adán y Eva, hemos hecho convenios con Dios y, como parte de la investidura del templo, se nos ha dado un sagrado recordatorio físico de tales convenios: un símbolo del Salvador mismo. En nuestra dispensación, se llama el gárment del santo sacerdocio.

Usamos el gárment debajo de nuestra ropa exterior. Sean cuales sean las responsabilidades que tenga, sean cuales sean las funciones que desempeñe en la vida, sean cuales sean los deberes que me requiera el diario vivir, debajo de todo ello están mis convenios, siempre y para siempre. Debajo de todo ello están esas promesas sagradas a las que me aferro desesperadamente. El gárment no se ostenta ni se presume ante el mundo, como así tampoco mis convenios, pero mantengo a ambos cerca de mí, lo más cerca que puedo. Son profundamente personales y sumamente sagrados.

A fin de recordar esos convenios, esas promesas mutuas, usamos el gárment durante toda nuestra vida. Ese proceder refleja nuestro deseo de que el Salvador sea una influencia constante en nuestra vida. Otros estimados símbolos son periódicos: se nos bautiza una vez en la vida, tomamos la Santa Cena una vez a la semana, asistimos al templo según lo permitan las circunstancias, pero el gárment del santo sacerdocio es diferente; a ese símbolo lo honramos cada día y cada noche.

Y así son los convenios: no se dejan de lado por conveniencia ni negligencia, ni se modifican para adaptarse a los estilos y modas de la sociedad. En la vida del discípulo de Jesucristo, las prácticas del mundo deben modificarse para que se alineen con nuestros convenios, y no a la inversa.

Cuando nos ponemos el gárment, como ha enseñado la Primera Presidencia, nos vestimos de un sagrado símbolo de Jesucristo. Siendo este el caso, ¿por qué habríamos de buscar alguna excusa para quitarnos dicho símbolo? ¿Por qué habríamos de privarnos de la promesa de poder, protección y misericordia que el gárment representa? Por el contrario, cada vez que tengamos que quitarnos el gárment temporalmente, debemos estar ansiosos por volvérnoslo a poner tan pronto como sea posible, porque recordamos tanto las promesas, como los peligros que dan sentido a nuestros convenios. Sobre todo, recordamos la cruz y el sepulcro vacío de Cristo.

Algunas personas podrían decir: “Tengo otras maneras de recordar a Jesús”, y yo respondería: Magnífico; cuanto más, mejor. Pensemos en tantas maneras como podamos de mantener nuestro compromiso de “recordarle siempre”, pero, al hacerlo, sería poco sincero desatender intencionalmente el recordatorio que el Señor mismo ha dado a quienes están investidos: el gárment del santo sacerdocio.

Jesucristo y Su Evangelio significan todo para mí. Todas mis esperanzas y aspiraciones eternas, todo lo que considero preciado, dependen de Él. Él es “la roca de mi salvación”, mi vía de acceso a mi Padre Celestial, mi único camino de regreso a lo que una vez tuve y ahora quiero volver a tener, además de muchísimas cosas más. Su don para nosotros es el más generoso que yo jamás haya recibido, el más generoso que jamás se haya dado, al haber sido comprado con sufrimiento infinito, extendido a un número infinito de personas, otorgado con amor infinito. Los espinos y cardos, el dolor y la angustia, el pesar y el pecado de este mundo caído son todos “consumido[s] en Cristo”.

Así que he llevado el gárment del santo sacerdocio —cada día y cada noche según correspondiese desde que fui investido hace sesenta y cuatro años, a los diecinueve años— porque lo amo a Él y porque necesito las promesas que el gárment representa.

¿Tienen preguntas en cuanto al uso del gárment?

Algunos de ustedes tal vez estén leyendo este artículo con la esperanza de que responda alguna pregunta en particular sobre el gárment. Tal vez esperen un “Así dice el Señor” —o incluso un “Así dicen Sus siervos”— sobre un tema que les preocupe. Su pregunta podría surgir de alguna circunstancia personal relacionada con el empleo, el ejercicio, la higiene, el clima, la modestia, las instalaciones sanitarias o incluso alguna afección médica.

Algunas respuestas a ese tipo de preguntas pueden encontrarse en Templos.LaIglesiadeJesucristo.org y en la sección 38.5 del Manual General. Se puede consultar a familiares y líderes de confianza sobre alguna cuestión personal. Sin embargo, en las ordenanzas iniciatorias se dan instrucciones muy claras y nuestro Padre Celestial, quien los conoce y los ama y comprende todo lo referente a sus circunstancias, está al alcance por siempre y para siempre. A Él le encantaría que le hicieran esas preguntas personalmente.

Aguja del Templo de St. George, Utah

Fotografía de la aguja del Templo de St. George, Utah

No me malinterpreten. Al buscar la guía divina, el Espíritu no los inspirará a hacer nada diferente de seguir la instrucción recibida en el templo y el consejo profético que compartió la Primera Presidencia en su reciente declaración. Un Padre amoroso no los ayudará a justificar que hagan menos de lo que puedan para alinearse con Sus normas de devoción y modestia que los bendecirán ahora y para siempre. Pero, ¿entiende Él sus preguntas y los ayudará a recibir las bendiciones de respetar el gárment y guardar sus convenios? ¡Sí! ¿Deben también consultar con profesionales médicos y de la salud competentes cuando sea necesario? ¡Por supuesto! ¿Deben ignorar el sentido común o traspasar lo señalado? Ruego que no lo hagan.

No puedo responder a cada pregunta que tengan; ni siquiera puedo responder a cada pregunta que yo tengo. Sin embargo, sí puedo, como apóstol del Señor Jesucristo, prometerles la ayuda de un Dios amoroso que procura cada uno de sus éxitos y bendiciones, de maneras que ahora no pueden imaginar ni prever, conforme guarden los convenios que han hecho con Él.