Liahona
Cuando quise poner fin a mi vida, Jesucristo me ayudó a encontrar la luz
Septiembre de 2024


Solo para la versión digital: Jóvenes adultos

Cuando quise poner fin a mi vida, Jesucristo me ayudó a encontrar la luz

En una época oscura de mi vida, sentí que el suicidio era mi única opción, pero pude hallar paz por medio de Jesucristo.

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Cristo desciende vestido con un manto rojo.

He Comes Again to Rule and Reign [Él viene de nuevo a gobernar y reinar], por Mary R. Sauer

Crecí jugando rugby en Irlanda, y pude jugarlo profesionalmente en todo el mundo cuando era joven adulto. Mientras visitaba Inglaterra para jugar rugby, conocí a los misioneros y fui bautizado. Más adelante, serví en una misión y luego me mudé a Australia, donde conocí a mi esposa y fui padre.

Cuando me convertí al Evangelio de Jesucristo, ¡mi estilo de vida cambió por completo en poco tiempo! De repente tenía esposa, una casa en otro país y un hijo. No crecí en una familia tradicional, así que todo esto era nuevo para mí. Vivir el Evangelio me brindó bendiciones a las que nunca antes había tenido acceso, y estaba muy agradecido por ellas.

Sin embargo, a pesar de que fui bendecido en tantos aspectos de mi vida, me sentía agobiado.

Sentirme solo con mis emociones

En apariencia, la vida marchaba bien, pero me di cuenta de que había algunas dificultades en medio de las bendiciones. Cuando mi esposa y yo discutíamos, me costaba expresar mis sentimientos. No había aprendido a expresarlos eficazmente y como crecí con mi madre soltera, me sentía algo desorientado en lo que respecta a los lazos matrimoniales.

Las circunstancias cambiaron y ya no pude jugar rugby. Sentía que no era buen padre, ni buen esposo, ni que proveyera a mi familia lo necesario. Tenía muchos deseos de proveer lo necesario para mi familia, pero no sabía a quién acudir.

Mi sensación de agobio empeoró progresivamente. Empecé a perder la esperanza de que las cosas mejorarían y me deprimí aún más. Con el tiempo, surgieron pensamientos suicidas. Debido a que no procuré recibir tratamiento ni para los pensamientos suicidas ni la depresión, decidí suicidarme y lo intenté.

Gracias a un acontecimiento milagroso, sobreviví al intento de suicidio. Me di cuenta de lo mal que estaba mi salud mental y comencé a reunirme con un psicoterapeuta. Él me ayudó a ver todo desde una perspectiva más saludable, y a aprender a reconocer cómo me sentía y hablar de ello.

Invitar a la luz del Evangelio

Con un enfoque en mis renovadas esperanzas y con ayuda profesional para atender mi salud mental, tomé la determinación de comenzar a sanar. Empecé a entender que, aunque soy imperfecto, con la ayuda del Padre Celestial podría mantener mi matrimonio fortalecido, ser un buen padre y proveer para mi familia.

El barrio también me apoyó mientras servía en el obispado. Poder servir a otras personas me brindó otro sentido de propósito en mi vida.

Otra bendición milagrosa que me ayudó a ver la luz fue estudiar mi bendición patriarcal. Sus palabras me recordaron las promesas que el Padre Celestial me ha hecho y me ayudaron a reconocer que sí podía proveer para mi familia si ponía al Señor en primer lugar.

He empezado a orar más sinceramente para invitar a la luz del Evangelio a mi vida. Leo las Escrituras todos los días. Siempre trato de invitar al Espíritu para poder tener pensamientos positivos y mejorar la relación con mi esposa y mi hijo.

El élder Dieter F. Uchtdorf, del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó lo siguiente:

“Sí, de vez en cuando nuestra vida quizás parezca afectada por la oscuridad o incluso envuelta en ella […].

“¡Testifico que nuestra viva esperanza está en Cristo Jesús! Él es el verdadero, puro y poderoso acceso a la iluminación divina.

“Testifico que, con Cristo, la oscuridad no puede prevalecer”.

Ahora puedo hablarle a mi Padre Celestial cada día. Cuando tengo dificultades, me arrodillo y le hago saber que sigo haciendo mi mejor esfuerzo. Ahora entiendo que no importa cuán agobiado pueda sentirme, siempre puedo acudir a mi Salvador en busca de ayuda.

Nunca estoy totalmente solo. En verdad soy hijo de Dios.

¡Y tú también!

Puedes hallar paz y esperanza

Las Escrituras nos ensenan que “el valor de las almas es grande a la vista de Dios” (véase Doctrina y Convenios 18:10). El Padre Celestial ama mucho a cada uno de Sus hijos y está al tanto de nuestras dificultades. Aun cuando la vida sea difícil, siempre podemos tener fe en que Él nos conducirá a las personas y a las fuentes de ayuda correctas.

Me hago eco de lo que enseñó el presidente Jeffrey R. Holland, Presidente en Funciones del Cuórum de los Doce Apóstoles: “Sean cuales sean tus preocupaciones o dificultades, claramente la muerte por suicidio no es la respuesta […]. En un mundo que necesita tan desesperadamente toda la luz que pueda conseguir, por favor, no minimices la luz eterna que Dios puso en tu alma antes de que este mundo fuese. Habla con alguien, pide ayuda. Puedes soportar las dificultades de esta vida terrenal porque te ayudaremos a soportarlas. Eres más fuerte de lo que piensas. Hay ayuda disponible, de otras personas y, sobre todo, de Dios. Eres un ser amado, valorado y necesario. ¡Nosotros te necesitamos!”.

Al principio, no me di cuenta de que tenía dificultades de salud mental, hasta que se volvió tan paralizante que apenas podía ocuparme de lo cotidiano. Aprender a hablar de mis sentimientos y centrarme en mi Salvador y en Su poder sanador me ha ayudado a sentir paz y esperanza en mi vida de nuevo.

Sé que el centrarte en Él también te ayudará a encontrar sanación.

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