“Hallar alivio en nuestra relación por convenio con Dios”, Liahona, septiembre de 2024.
Hallar alivio en nuestra relación por convenio con Dios
Jesucristo es la fuente de amor puro, sanación, felicidad y alivio.
Hallar alivio mediante nuestra relación por convenio con Dios ha estado en mi mente y en mi corazón durante algún tiempo. A medida que el profeta del Señor nos ha enseñado y exhortado a aprender sobre los convenios, los templos y el poder del sacerdocio, me he hallado escudriñando, amando y deleitándome en las verdades rejuvenecedoras que se hallan en los convenios.
Se ha dispuesto que nos asociemos con el Señor de una manera poderosa mediante nuestros convenios. Él desea estar con nosotros en nuestras preocupaciones y decisiones. No tenemos que atravesar los desafíos, pesares, inseguridades y aflicciones de la vida solos. Él estará a nuestro lado. Él ha dicho: “No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros” (Juan 14:18).
El presidente Russell M. Nelson describió el carácter de Dios y Su gran amor por nosotros cuando enseñó: “La senda de los convenios se trata ante todo de nuestra relación con Dios”. Y además declaró: “Una vez que ustedes y yo hemos hecho un convenio con Dios, nuestra relación con Él se vuelve mucho más estrecha que antes del convenio. Ahora estamos unidos. Debido a nuestro convenio con Dios, Él jamás cejará en Sus esfuerzos por ayudarnos, y nunca agotaremos Su misericordiosa paciencia para con nosotros. Cada uno de nosotros tiene un lugar especial en el corazón de Dios. Él tiene grandes esperanzas en cuanto a nosotros”.
Mi mayor fuente de paz
Como hermana que aún no se ha casado, esta amorosa y misericordiosa relación por convenio con mi Padre Celestial y mi Salvador tiene un lugar poderoso en mi vida y ha sido y es mi mayor fuente de alivio y paz. Sea cual sea nuestro estado civil u origen, el Señor desea que nos asociemos con Él de una manera poderosa, que seamos “uno” (3 Nefi 19:23) con Él en “todos [nuestros] hechos” (Alma 37:37). Cuando clamamos al Señor para que sea nuestro apoyo y “deja[mos] que los afectos de [nuestro] corazón se funden en [Él] para siempre” (Alma 37:36; cursiva agregada), ese hermoso vínculo del convenio puede llenar nuestra vida.
Por medio de nuestro Salvador Jesucristo, podemos recibir alivio al enfrentarnos solos a los desafíos de la vida.
Todos tenemos preocupaciones y necesidades en las que podemos sentirnos solos. A Él le importan nuestras preocupaciones, por grandes o pequeñas que sean. He sentido la necesidad de Su ayuda cuando me preocupan cosas aparentemente pequeñas, como el amigo siempre presente a quien llamo “reparaciones de la casa”. Sin un cónyuge a quien consultar, puedo preocuparme sola por el contratista adecuado, los costos justos, el tiempo que le quito al trabajo para estar en casa y por ser una buena administradora de mis finanzas y mi hogar. ¡Fue un triunfo arreglar la puerta de mi garaje el otro día! El Señor escuchó mi preocupación, y aunque era algo pequeño desde una perspectiva más amplia, Él contestó mi oración. ¿Cómo? Por medio de un amable vecino, la ayuda del Espíritu y un video de YouTube, tuve la bendición de saber qué hacer para arreglar la puerta.
Si el Señor está atento a las necesidades pequeñas, imaginen Su deseo de bendecirnos y sostenernos en los asuntos más importantes del corazón y del alma, que no son pocos: abuso, adicción, relaciones familiares difíciles, pérdida y desilusión, problemas físicos y de salud mental continuos, dificultades económicas, preocupación constante como progenitor, preocupación constante en el cuidado de un padre o una madre, desafíos con la fe personal, un hijo o cónyuge que decide no participar en el Evangelio.
A lo largo de las intensidades y debilidades de la vida, me he apoyado mucho en mi relación por convenio con Dios y me he aferrado a ella. Al confiar en Su amoroso cuidado y esforzarme al máximo por consagrarle mi vida, Él me ha brindado alivio mediante Su poder del sacerdocio y ha sido mi Proveedor en mis necesidades espirituales y temporales. Me ha brindado alivio del temor, alivio de las inseguridades, alivio del orgullo, alivio del pecado, alivio de la soledad, alivio del pesar.
El presidente Nelson enseñó con claridad y seguridad: “La recompensa por guardar los convenios con Dios es poder celestial, un poder que nos fortalece para soportar mejor nuestras pruebas, tentaciones y pesares”.
Por medio de Jesucristo, podemos recibir alivio al enfrentarnos solos a los desafíos de la vida.
Hermanas “en las islas del mar”
Al reflexionar sobre las bendiciones del vínculo del convenio que tenemos con Dios, pensé en mi asignación de visitar el Área Asia Norte.
Tuve el privilegio de viajar a las pequeñas islas de Chuuk, en Micronesia, a unos 2400 kilómetros (1500 millas) al sureste de Japón. Dos de las hermanas de Weno, Chuuk, han dedicado su vida a criar niños que han sido abandonados por sus padres. Estas dos hermanas sintieron que era importante criar a esos niños en el Evangelio. Una de estas hermanas es soltera y trabaja a tiempo completo como consejera escolar.
Compartí con ellas el mensaje del presidente Nelson a las hermanas de la Iglesia, que es que las hermanas son queridas, necesarias y preciadas.
La hermosa hermana soltera que está criando a sus sobrinas y sobrinos rompió a llorar y dijo que últimamente no se había sentido preciada, sino olvidada, pero testificó que sentía el amor y el reconocimiento de Dios por ella en las palabras del profeta de que en verdad era “preciada” y sabía que era verdad. Sintió el amor sanador de Dios, sintió alivio.
El Señor ha dicho: “¿No sabéis que yo, el Señor vuestro Dios, he creado a todos los hombres, y que me acuerdo de los que viven en las islas del mar?” (2 Nefi 29:7).
Esas hermanas son conocidas por su Padre Celestial y su Salvador. No están solas, como tampoco lo estamos ni ustedes ni yo en nuestras pruebas y desafíos. El Señor me hizo recorrer unos 13 700 km (8500 millas) en avión, tren, automóvil y barco para llevar el amor y el alivio de Dios a “la persona en particular” en las islas del mar. Y así Él nos encontrará a ustedes y a mí en nuestras islas personales, donde podríamos sentirnos solos en las preocupaciones y las cargas que llevamos en nuestro corazón. Él está presente y preparado para bendecirnos, guiarnos y consolarnos.
“Yo puedo ir a ti”
El presidente Gordon B. Hinckley (1910–2008) en una ocasión describió la experiencia de una joven divorciada, “madre de siete hijos, entre siete y dieciséis años de edad. Dijo que una noche cruzó la calle para llevarle algo a su vecina”. Estas son las palabras de ella, como él las recordó:
“Al volverme para regresar a casa, vi la casa toda alumbrada; podía escuchar el eco de las voces de mis hijos que me habían dicho al salir hacía unos minutos: ‘Mamá, ¿qué vamos a cenar?’. ‘¿Me puedes llevar a la biblioteca?’. ‘Necesito ir a comprar una cartulina esta noche’. Cansada y agotada, miré la casa y vi la luz encendida en cada una de las habitaciones. Pensé en todos los niños que estaban en casa esperando que yo llegara para atender sus necesidades. Mis cargas parecían más pesadas de lo que podía soportar.
“Recuerdo haber mirado al cielo a través de mis lágrimas, y dije: ‘Querido Padre, hoy no lo puedo hacer; estoy demasiado cansada. No puedo afrontarlo. No puedo ir a casa y atender sola a todos mis hijos. ¿No podría ir a quedarme contigo solo una noche? […]’.
“En verdad, no escuché la respuesta con los oídos, pero sí con la mente. Y la respuesta fue: ‘No, pequeña, no puedes venir ahora conmigo […]. Pero yo puedo ir a ti’”.
“Yo puedo ir a ti”. Él fue a ella, y Él vendrá a ustedes y a mí, tal como el Salvador se acercó a la mujer en el pozo donde trabajaba y se afanaba día a día (véase Juan 4:3–42). Él la animó, le enseñó, le declaró Su carácter de Mesías y la amó cuando quizás ella misma no se amaba. Jesucristo está listo para brindar alivio a la mujer junto al pozo, a la joven madre de siete hijos, a ustedes y a mí. Testifico que podemos recibir alivio mediante nuestro vínculo por convenio con un Dios amoroso.
Tal vez, como yo, hayan suplicado ayuda para no quedarse solos durante algunas de las épocas más difíciles de su vida desde el punto de vista emocional, físico y espiritual. Estas intensas épocas de crecimiento han dejado en el alma lo que yo llamo “estrías espirituales”. Pero doy testimonio de que Él me ha llevado y los llevará a ustedes. Cristo los ha grabado en las palmas de Sus manos (véanse Isaías 49:16; 1 Nefi 21:16). Él ha estado a su lado mientras han procurado “ser recto[s] en la oscuridad”. Él no me ha desamparado ni los desamparará a ustedes, y lo amaré para siempre por ello.
Queridas hermanas y hermanos, la fuente de amor puro, sanación, felicidad y alivio se encuentra en Jesucristo. Testifico que Jesucristo es nuestro socorro.
Él desea cuidar de ustedes, bendecirlos y perdonarlos. Vino con ese preciso propósito, para brindarles el tan necesario alivio que anhelan. Él es el Redentor del mundo y testifico que Él vive y que los ama.
Tomado de un discurso pronunciado en la Conferencia de la Universidad Brigham Young para mujeres el 3 de mayo de 2023.