Estudio doctrinal
Enseñanza del Evangelio
Todos los miembros de la Iglesia tienen la responsabilidad de enseñar el Evangelio por el Espíritu mediante la palabra y el ejemplo, aunque no tengan una asignación formal como maestros dentro de la Iglesia. Todo padre, hijo, hija, esposo, esposa, hermano, hermana, líder de la Iglesia, maestro de una clase, hermano o hermana ministrante, compañero de trabajo, vecino o amigo tiene oportunidades para enseñar.
Reseña
El Señor declaró: “Y os mando que os enseñéis el uno al otro la doctrina del reino. Enseñaos diligentemente, y mi gracia os acompañará, para que seáis más perfectamente instruidos en teoría, en principio, en doctrina, en la ley del evangelio, en todas las cosas que pertenecen al reino de Dios, que os conviene comprender” (Doctrina y Convenios 88:77–78).
Al dar este mandamiento, el Señor otorga a los miembros de la Iglesia una responsabilidad sagrada, la cual también presenta oportunidades innumerables para prestar servicio significativo. Hay pocas experiencias comparables con el gozo que se siente al ayudar a los demás a aprender y vivir el Evangelio.
En todos nuestros esfuerzos para enseñar el Evangelio, debemos tener presente a Jesucristo como ejemplo. Él demostraba amor genuino y preocupación por las personas; las fortalecía en forma individual y enseñaba principios del Evangelio de una manera que las ayudaba en sus necesidades únicas. En algunos, Él despertaba el deseo de entender y vivir el Evangelio. A veces hacía preguntas que ayudaban a las personas a aplicar lo que habían aprendido. Él enseñaba las verdades salvadoras del Evangelio y ayudaba a Sus oyentes a entender lo que tenían que saber, hacer y ser a fin de recibir el don de la vida eterna.
La enseñanza eficaz del Evangelio nutre y edifica a los que están dispuestos a escuchar; edifica su fe y les da confianza para afrontar los retos de la vida; les alienta a abandonar el pecado y a obedecer los mandamientos; les ayuda a venir a Cristo y permanecer en Su amor.
La enseñanza más eficaz es la que se lleva a cabo por el poder del Espíritu, o el Espíritu Santo. El Espíritu Santo es un miembro de la Trinidad que manifiesta “la verdad […] de todas las cosas” (Moroni 10:4–5). El Señor dijo: “Y se os dará el Espíritu por la oración de fe; y si no recibís el Espíritu, no enseñaréis” (Doctrina y Convenios 42:14). La enseñanza del Evangelio puede ser edificante e inspiradora solo mediante la influencia del Espíritu.
Si los miembros de la Iglesia se preparan espiritualmente, tendrán el privilegio de sentir al Espíritu Santo enseñar, testificar e inspirar a otras personas a través de ellos. Como enseñó el profeta Nefi: “… cuando un hombre habla por el poder del Santo Espíritu, el poder del Espíritu Santo lo lleva al corazón de los hijos de los hombres” (2 Nefi 33:1).
La preparación espiritual incluye la oración frecuente, el estudio de las Escrituras, vivir el Evangelio y ser humilde.
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Enseñar a la manera del Salvador
Boyd K. Packer, “Cómo enseñar en la Iglesia”, transmisión mundial de capacitación, 2013
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Ted Barnes, “Poner en duda las preguntas de análisis”, Liahona, enero de 2017
“Instrumentos del Señor”, Liahona, septiembre de 1998