Lección 31
La orden de exterminio
Objetivo
Que los niños se den cuenta de algunas de las dificultades que enfrentaron los primeros miembros de la Iglesia y que se fortalezca en ellos el deseo de prestar oídos y obedecer al profeta.
Preparación
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Estudie, con oración, Doctrina y Convenios 105:6–10 y los relatos de los acontecimientos históricos que se encuentran en esta lección. Después, estudie la lección y decida qué método empleará para enseñar a los niños los relatos de los acontecimientos históricos y de las Escrituras. (Véase “Cómo preparar las lecciones”, págs. VI–VIII y “La enseñanza de los acontecimientos históricos y de las Escrituras”, págs. VIII–X.)
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Elija las preguntas para analizar y las actividades complementarias que mejor promuevan la participación de los niños y los ayuden a alcanzar el objetivo de la lección.
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Materiales necesarios:
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Un ejemplar de Doctrina y Convenios para cada niño.
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El mapa de Misuri y de las zonas adyacentes que se encuentra al final de la lección 30.
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La lámina 5–29, Haun’s Mill; una lámina o fotografía del profeta actual (de la biblioteca del centro de reuniones o de una revista de la Iglesia).
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Sugerencias para el desarrollo de la lección
Pida a uno de los niños que ofrezca la primera oración.
• ¿Qué harían si alguien gritara “¡fuego!” y miraran y vieran que entra humo a la habitación en que se encuentran?
• ¿Qué podría suceder si no hicieran nada?
• ¿Qué harían si escucharan que un huracán (un tornado, una inundación, un tifón, un volcán a punto de hacer erupción o cualquier otro desastre natural) estuviera a punto de suceder en el lugar donde viven?
• ¿Que podría suceder si no hicieran nada?
Explique a los niños que es necesario que prestemos atención y hagamos caso de las advertencias. Algunos de los primeros miembros de la Iglesia tuvieron que enfrentar muchos problemas, algunos de los cuales se pudieron haber evitado si hubieran escuchado y hecho caso a las advertencias del profeta José Smith.
Acontecimientos históricos y de las Escrituras
Enseñe a los niños sobre algunas de las pruebas y persecuciones que sufrieron los primeros miembros de la Iglesia en Misuri, tal como se describen en los siguientes acontecimientos históricos. Muestre la lámina de Haun’s Mill en el momento que considere más apropiado y el mapa donde ocurrieron esos acontecimientos. Si lo desea, pida a uno de los niños que coloque algo sobre el mapa para marcar los lugares a medida que usted los menciona.
Recuérdeles que los miembros de la Iglesia fueron expulsados del Condado de Jackson, en Misuri, y que el Señor les dijo que deberían esperar para establecer Sión porque no habían sido lo suficientemente obedientes (véase D. y C. 105:6–10). Los santos se instalaron en la zona norte de Misuri, pero también allí tuvieron problemas.
Comienza la violencia al norte de Misuri
El día de las elecciones de agosto de 1838, un grupo de miembros de la Iglesia de Adán-ondi-Ahmán fueron a la ciudad de Gallatin para votar. Una vez allí, se encontraron con una turba que quería evitar que lo hicieran ya que esos hombres tenían miedo de que sus candidatos no ganaran si los santos votaban. Por tal motivo, uno de ellos agredió a uno de los miembros tirándolo al suelo y fue así como comenzó una gran pelea en la que varias personas de los dos bandos resultaron heridas. Al día siguiente, cuando los líderes de la Iglesia en Far West, Misuri, se enteraron de lo que había pasado, los rumores fueron exagerados ya que decían que algunos de los miembros de la Iglesia habían muerto. Por ese motivo, José Smith y otros hombres se armaron y partieron hacia Adán-ondi-Ahmán, donde encontraron que afortunadamente nadie había muerto. Por otro lado, los enemigos de la Iglesia acusaron falsamente a los miembros de haber comenzado la pelea y enviaron varios informes falsos al gobernador de Misuri, el señor Lilburn W. Boggs.
Al mes siguiente, el populacho planeó atacar a los miembros de la Iglesia de Adán-ondi-Ahmán, pero dos altos oficiales de la milicia de Misuri (el ejército local), el Mayor General David Atchison y el Brigadier General Alexander Doniphan, los protegieron y evitaron que se llevara a cabo un enfrentamiento.
Otros grupos de personas causaron también grandes problemas a los miembros de la Iglesia en la ciudad cercana de De Witt y, como consecuencia, los santos enviaron una solicitud de ayuda al gobernador, pero él no le prestó atención. José Smith, preocupado por la suerte de los miembros, cabalgó por caminos vecinales y se escabulló por donde se encontraban apostados los hombres del populacho que hacían guardia en las carreteras, con el fin de llegar a De Witt. Una vez allí, encontró a la gente casi muriéndose de hambre mientras trataban de hacerle frente a la numerosa turba. Los miembros de la Iglesia apelaron nuevamente al gobernador pidiéndole ayuda y protección, pero éste se rehusó a hacerlo diciendo que “la contienda es entre los mormones y el populacho y pueden resolverla ellos mismos” (véase Elementos de la Historia de la Iglesia, pág. 232). Al no poder conseguir ayuda, los miembros decidieron dejar De Witt y el 11 de octubre empacaron setenta carromatos y partieron. Una hermana que acababa de dar a luz murió el primer día de viaje y muchos más murieron en el camino antes de llegar a su destino.
Satisfechos por el éxito que habían obtenido al echar a los miembros de la Iglesia de De Witt y por la negativa del gobernador de involucrarse en el asunto, decidieron atacar entonces a Adán-ondi-Ahmán. El coronel George M. Hinkle que era miembro de la Iglesia e integraba la milicia de Misuri, ayudó a los santos a organizarse con el fin de protegerse. José Smith dirigió a algunos voluntarios de Far West con el fin de ayudar a la gente de Adán-ondi-Ahmán.
Cuando llegaron a mediados del mes de octubre, se encontraron que habían atado y azotado a varios de los miembros de la Iglesia, quemado totalmente algunas casas y dispersado el ganado.
Al ser advertidos que la milicia de Misuri planeaba atacar Far West, los miembros de la Iglesia se prepararon para defenderse. Parte de la milicia, dirigida por el capitán Samuel Bogart, comenzó a atacar las casas de los santos que vivían cerca de Far West, tomó tres prisioneros y ordenó al resto que se fuera del estado de Misuri. El coronel Hinckle reunió a un grupo de miembros de la Iglesia con el fin de rescatar a los prisioneros antes de que los mataran. Una mañana bien temprano, ese grupo se preparaba para cruzar el río Crooked, a unas veinte millas de Far West, sin saber que el capitán Bogart y sus soldados se encontraban escondidos en los alrededores del río. Uno de los guardias de Bogart disparó un tiro y así comenzó la pelea. La batalla terminó rápidamente, pero no sin antes haber dejado varios heridos en ambas partes, entre los cuales se encontraba el élder David W. Patten, uno de los Doce Apóstoles, que murió varias horas más tarde. Otros dos miembros más de la Iglesia murieron como consecuencia de esa batalla.
El gobernador Boggs firma la orden de exterminio
Los informes de la batalla que llegaron a oídos del gobernador fueron terriblemente exagerados. En ellos se dijo que los miembros de la Iglesia habían matado y hechos prisioneros a todos los miembros de la milicia del capitán Bogart. Eso no era así, ya que en todo el norte de Misuri el populacho atacaba los poblados de miembros de la Iglesia, incendiaban las casas y las cosechas, robaban el ganado y tomaban prisioneros; pero aún así, el gobernador creyó que eran los santos los que causaban los problemas. El general Atchison instó al gobernador Boggs a ir y cerciorarse por sí mismo de lo que estaba ocurriendo, pero en lugar de hacerlo, el gobernador creyó en los informes falsos que había oído y ordenó a sus tropas a atacar a los miembros de la Iglesia. Él escribió: “Se debe considerar a los mormones como enemigos, y si se hiciere necesario, deben ser exterminados o echados del estado” (Elementos de la Historia de la Iglesia, pág. 243; cursiva en el original). Explique a los niños que la palabra exterminar significa matar o deshacerse de algo. Para finales de octubre de 1838, más de dos mil hombres se reunieron en las afueras de Far West, preparados para cumplir con la “orden de exterminio” del gobernador.
La masacre de Haun’s Mill (el molino de Haun)
Dieciocho kilómetros al este de Far West se encontraba un pequeño pueblo fundado por un miembro de la Iglesia llamado Jacob Haun. El poblado tenía un molino para moler granos, una herrería y unas cuantas casas. Después de la batalla del río Crooked, José Smith le dijo a todos los miembros de la Iglesia que se mudaran a Far West o a Adán-ondi-Ahmán donde estarían más protegidos, pero Jacob Haun no deseaba dejar su propiedad y no hizo caso a la advertencia del Profeta e instruyó a las demás familias a permanecer en el pueblo. Lo que hicieron fue poner guardias para proteger el molino y el poblado.
El 30 de octubre nueve carromatos provenientes de Kirtland arribaron a Haun’s Mill. El populacho los había detenido dos días antes y los forzaron a entregar todas sus armas y municiones. Al llegar a Haun’s Mill decidieron descansar por unos días antes de seguir el viaje hasta Far West. Esa tarde, un grupo compuesto por 240 hombres atacó el poblado. Muchos de los habitantes corrieron a esconderse en el bosque, mientras que algunos de los hombres se agruparon apresuradamente en la herrería para utilizarla como fortaleza. La turba descargó sus armas por entre las anchas rendijas de las paredes y por la puerta abierta de la herrería. Luego entraron al edificio y deliberadamente mataron a un niño de diez años que se encontraba escondido allí y arrastraron por el piso al moribundo padre del chico tratando de robarle las botas. Diecisiete personas murieron durante el ataque y trece más fueron heridas.
Años más tarde, el profeta José Smith dijo: “Los hermanos de Haun’s Mill no quisieron oír mi consejo; si lo hubieran hecho, hubieran salvado su vida” (History of the Church, tomo V, pág. 137).
Al día siguiente del ataque a Haun’s Mill, fuerzas de la milicia de Misuri rodearon Far West. El coronel Hinkle, miembro de la Iglesia, y que anteriormente había ayudado a los hermanos, se volvió contra ellos. Traicionó a José Smith y a los demás líderes fingiendo hacer arreglos para llevar a cabo una entrevista de paz entre el general Samuel D. Lucas de la milicia. Pero en realidad, lo que hizo el general fue tomar prisioneros a los líderes de la Iglesia y ordenar que fueran ejecutados. Sin embargo, el general Doniphan, amigo de los santos, rehusó participar y ordenó al general Lucas a no llevar a cabo la ejecución.
A los miembros de la Iglesia se les ordenó dejar el estado de Misuri y finalmente se les permitió permanecer en Far West durante el invierno si prometían no plantar ni hacer ningún plan para permanecer por más tiempo.
Preguntas para analizar y aplicar
Al preparar la lección, estudie las preguntas y los pasajes de las Escrituras que se encuentran a continuación. Después, utilice las preguntas que usted considere que mejor ayudarán a los niños a comprender las Escrituras y a aplicar los principios a su vida. El leer los pasajes en clase con los niños hará que éstos entiendan mejor las Escrituras.
• ¿Por qué fueron expulsados los miembros de la Iglesia de Misuri, a pesar de que ese lugar había sido dedicado para el establecimiento de Sión? (D. y C. 105:6–10.) Recuerde a los niños que Sión se establecerá en el futuro.
• ¿Qué puede impedir que recibamos las bendiciones de nuestro Padre Celestial? (La desobediencia; D. y C. 105:6.) ¿Qué podemos hacer para ser dignos de Sus bendiciones?
• ¿Por qué Jacob Haun y los demás pobladores de Haun’s Mill no hicieron lo que José Smith les dijo? Indique que Jacob Haun tenía conocimiento de lo que el Profeta había dicho, pero pensó que tenía una buena razón para no hacerle caso. Él había trabajado mucho para construir su molino y la población que lo rodeaba y no deseaba perderlo todo. En verdad, pensó que le sería posible protegerlos. ¿Cómo se pudo haber evitado la tragedia ocurrida en Haun’s Mill?
• Ponga a la vista la lámina del profeta actual. ¿Quién es este hombre? ¿Cómo podemos aprender acerca de lo que nos dice el profeta? ¿Por qué debemos hacer lo que él nos pide? (Véase la actividad complementaria Nº 2.) Explique a los niños que el seguir al profeta no nos protege de todos los sufrimientos. Muchos miembros de la Iglesia que hicieron lo que el profeta José Smith les dijo sufrieron de todas formas persecuciones en Misuri, y hasta él mismo padeció grandes sufrimientos. Nuestro Padre Celestial permite que todos tengamos nuestro albedrío y tomemos nuestras propias decisiones, y algunas veces sufrimos debido a la decisiones incorrectas que han hecho otras personas. Sin embargo, el seguir al profeta nos ayudará a evitar el sufrimiento que podríamos padecer como consecuencia de las decisiones equivocadas que hayamos tomado.
• ¿Han sido maltratados de alguna forma ustedes, o alguien que ustedes conocen por ser miembros de la Iglesia? ¿Cómo debemos reaccionar ante las personas que nos tratan mal?
Actividades complementarias
En cualquier momento de la lección o como repaso, resumen o cometido, utilice una o más de las siguientes actividades:
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Escriba las siguientes declaraciones en tiras de papel:
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Jesucristo revela Su voluntad al profeta.
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El profeta nos dice lo que Jesucristo desea que hagamos.
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Escuchamos al profeta.
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Hacemos lo que el profeta dice.
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Algún día regresaremos a vivir con nuestro Padre Celestial y con Jesucristo.
Haga una cadena con las tiras de papel, uniéndolas unas a las otras, asegurándose de que la parte escrita quede siempre para afuera y que estén en el orden numérico en que se han dado. Una la tira número 5 con la número 1 con el fin de formar un círculo. Pida a los niños que lean en el orden correcto lo que está escrito en las tiras de papel y analicen el proceso por medio del cual el profeta nos guía para que podamos regresar a vivir nuevamente con nuestro Padre Celestial y con Jesucristo. Asegúrese de que los niños comprendan que si nos saltamos el paso número 4 no podremos llegar al 5. No solamente debemos escuchar al profeta sino también hacer lo que él dice.
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En la pizarra o en una hoja grande de papel, haga una lista de las cosas que el profeta nos ha dicho que debemos hacer, tales como leer las Escrituras, llevar un diario personal, amar a nuestra familia y ser dignos de entrar al templo. Analice con los niños cómo pueden seguir (obedecer) al profeta en cada una de esas cosas y también qué podría suceder si no lo hacen.
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Explíqueles que aun en medio de grandes persecuciones y sufrimientos, los santos sabían que el Señor velaba por ellos. Algunos incluso fueron testigos de grandes milagros. Lea o relate con sus propias palabras la siguiente historia verdadera sobre Amanda Barnes Smith y lo que le pasó en Haun’s Mill:
Cuando la turba llegó a Haun’s Mill, la hermana Amanda Barnes Smith corrió a esconderse con sus dos hijas y pudieron así salvarse; sin embargo, una vez que dejaron de sentir los tiros volvió para ver que había pasado con su esposo y sus hijos. Más tarde, ella escribió lo siguiente:
“De la herrería vi salir a mi hijo mayor, cargando sobre sus hombros a su hermano menor Alma.
—¡Oh, mi pequeño Alma está muerto! —exclamé angustiada. —No mamá, creo que Alma no está muerto, ¡pero a papá y al hermano Sardius los mataron!…
“…De un balazo le habían volado a mi muchacho parte de la cadera. Por entre las rendijas de los troncos, un rufián había puesto su arma contra la cadera del muchacho y disparó a propósito haciéndole volar la carne, el hueso y la articulación. Acostamos al pequeño Alma en una cama de nuestra tienda de campaña y le examiné la herida, la cual presentaba un espectáculo espantoso. Yo no sabía que hacer y lo peor de todo era que ya había caído la noche …
“…—Padre Celestial, ¿qué hago? —supliqué entre lágrimas—. Tú sabes la gravedad de mi pobre niño herido y conoces mi falta de experiencia. Por favor, Padre, ¡dime lo que debo hacer! —En ese momento, supe sin ninguna duda exactamente qué debía hacer, como si una voz me estuviera hablando.
“Las cenizas del fuego que habíamos encendido ese día temprano con leña de nogal estaban todavía calientes. Se me indicó que debía colocar una capa de esas cenizas [un desinfectante muy poderoso] y colocar un paño saturado de ellas sobre la herida. Era algo sumamente doloroso, pero el pequeño Alma se encontraba demasiado cerca de la muerte como para prestar mucha atención a lo que le sucedía. Una y otra vez puse cenizas sobre el paño y lo coloqué en la boca de la herida, donde una vez había estado la articulación de la cadera. Cada vez que lo quitaba, el paño salía con pedacitos de carne y hueso. La herida se había vuelto blanca como carne de gallina. Una vez que hube terminado de hacer lo que se me dijo, oré nuevamente al Señor y otra vez se me indicó claramente lo que debía hacer, como si un médico hubiera estado a mi lado dándome instrucciones. Cerca de allí había un olmo. Se me dijo que debía hacer una cataplasma [con las hojas] y llenar con ella la herida …
“Al día siguiente, llevé al niño a una casa que quedaba a cierta distancia del lugar y le vendé la cadera, tal como me lo indicó el Señor. Se me recordó también que en el baúl de mi esposo había una botella de bálsamo. Al colocar el bálsamo sobre la herida alivió en gran parte el dolor que padecía Alma.
“—Alma, hijo mío, —le dije—. Tú crees que el Señor te dará una nueva cadera, ¿verdad?
“—Sí mamá.
“—Bueno, el Señor puede hacer que tu cadera se componga, ¿crees Alma que Él puede hacerlo?
“—¿Tú piensas que el Señor lo puede hacer, madre? —preguntó el niño inocentemente.
“—Claro que sí, hijo, —le contesté— Él me lo mostró en una visión.
“Después, lo acosté boca abajo lo más confortable posible y le dije:
“—Ahora quédate quieto y no te muevas, y el Señor te hará otra cadera nueva.
“Y Alma estuvo acostado boca abajo por cinco semanas, hasta que se recuperó totalmente. En el lugar de la articulación que había perdido, le había crecido un cartílago flexible… El día que volvió a caminar nuevamente, yo había salido a buscar un balde de agua cuando de pronto escuché los gritos de los niños. Corrí atemorizada hacia la casa y al entrar me encontré a Alma de pie, dando vueltas por todos lados mientras los niños gritaban de asombro y alegría” (véase “A Living Miracle of the Power of God, en Leon R. Hartshorn, comp., Remarkable Stories from the Lives of Latter-day Saint Women, 2 tomos, [Salt Lake City: Deseret Book Company, 1973–1975], tomo I, págs. 164–167).
Asegúrese de que los niños comprendan que no todos los que oran pidiendo ayuda en los momentos de sufrimientos o pruebas reciben milagros, pero el Señor siempre está velando por nosotros y sabe qué es lo mejor para cada uno. Si Él no nos libra del sufrimiento, nos ayudará a soportarlo.
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Recuérdeles que el Señor nos habla por medio del profeta y que debemos prestar atención a lo que él nos dice y obedecerlo.
Escriba las siguientes palabras en la pizarra: profetas, mandamientos, oír, escuchar, aprender, hacer, obedecer/obediencia. Diga a los niños que esas palabras acerca de escuchar a nuestros profetas y hacer lo que ellos dicen se encuentran en muchos pasajes de las Escrituras.
Pida a cada uno de los niños que busque uno de los siguientes pasajes:
Pida a los niños que lean los versículos en voz alta y que busquen las palabras que se encuentran escritas en la pizarra. Si lo desea, pida a uno de los niños que marque en la pizarra las palabras a medida que se vayan leyendo [adviértales que algunos de los verbos están conjugados y por lo tanto no están en infinitivo como se encuentran en la pizarra; por ejemplo: escuchad en lugar de escuchar, oyeren en lugar de oír].
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¿Cómo podemos escuchar la voz del Señor y de Su profeta?
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¿Por qué es importante hacer lo que el profeta nos dice?
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Canten o repitan la letra de las canciones “Sigue al Profeta”, (Canciones para los niños, pág. 58) o “Siempre obedece los mandamientos”, (Canciones para los niños, pág. 68).
Conclusión
Testimonio
Testifique que el profeta actual es un profeta de Dios y exprese el amor y el agradecimiento que siente por él y por los consejos que nos da. Inste a los niños a escuchar al profeta durante la próxima conferencia general y hacer lo que él nos pida.
Sugerencias de lectura
Sugiera que los niños estudien en casa Doctrina y Convenios 105:6–10 como repaso de la lección de hoy.
Sugerencias para que los niños hablen con la familia
Inste a los niños a hablar con la familia sobre una parte específica de la lección, tal como un relato, una pregunta o actividad, o que lean con ella la “Sugerencia de lectura” que tienen para estudiar en casa.
Pida a uno de los niños que ofrezca la última oración.