“Lección 5 — Material de preparación para la clase: La caída de Adán y Eva y el don del albedrío”, Enseñanzas y doctrina del Libro de Mormón: Material para el maestro, 2021
“Lección 5 — Material de preparación para la clase”, Enseñanzas y doctrina del Libro de Mormón: Material para el maestro
Lección 5 — Material de preparación para la clase
La caída de Adán y Eva y el don del albedrío
En esta unidad tendrás la oportunidad de considerar de qué forma el plan de redención del Padre Celestial hace posible que Sus hijos sean salvos del pecado y de la muerte. A medida que estudies esta lección, considera de qué forma la caída de Adán y Eva, el don del albedrío y la expiación de Jesucristo son esenciales para el plan que tiene el Padre Celestial para redimirte y ayudarte a llegar a ser más semejante a Él. El presidente Ezra Taft Benson enseñó que “ningún otro libro en todo el mundo explica esta importantísima doctrina [de la Caída y de nuestra necesidad de Cristo] tan bien como el Libro de Mormón” (véase “El Libro de Mormón y Doctrina y Convenios”, Liahona, julio de 1987, pág. 87).
Sección 1
¿Por qué es necesaria la caída de Adán y Eva para mi progreso?
La expresión “la Caída” hace referencia a las condiciones y consecuencias de la mortalidad que llegaron a Adán y Eva y a sus descendientes por el hecho de que Adán y Eva participaran del fruto prohibido en el Jardín de Edén. Poco antes de su muerte, Lehi enseñó a su hijo Jacob sobre la Caída y la manera en que afectó a la humanidad (véase 2 Nefi 2).
En 2 Nefi 2:22, fíjate en que, si Adán y Eva no hubieran elegido transgredir, habrían “permanecido en el mismo estado en que se hallaban después de ser cread[o]s”. No habrían progresado ni experimentado enfermedades ni la muerte, lo cual habría frustrado el plan que nuestro Padre Celestial tiene para Sus hijos. Cuando prestaba servicio como miembro de los Setenta, el élder Bruce C. Hafen enseñó:
La Caída no fue un desastre; no fue un error ni un accidente, sino una parte deliberada del Plan de Salvación. Somos “linaje” espiritual de Dios [véase Hechos 17:28], enviados a la tierra “inocentes” [véase Doctrina y Convenios 93:38] de la transgresión de Adán; aun así, el plan del Padre nos hace propensos a la tentación y al sufrimiento en este mundo caído como el precio que hay que pagar para comprender el gozo auténtico. Sin probar lo amargo, en verdad no podemos comprender lo dulce [véase Doctrina y convenios 29:39]. Se precisa la disciplina y el refinamiento de la vida terrenal como el “próximo paso en [nuestro] perfeccionamiento” para ser como nuestro Padre (véase “La Expiación: Todo por todo”, Liahona, mayo de 2004, pág. 97).
El élder Jeffrey R. Holland, del Cuórum de los Doce Apóstoles, explicó algunos de los efectos de la Caída:
La muerte física trajo la separación del espíritu y el cuerpo; y la muerte espiritual, la separación de la presencia de Dios, tanto del cuerpo como del espíritu. Como resultado de la Caída, todas las personas nacidas en la tierra iban a sufrir ambos tipos de muerte. Pero debemos recordar que la Caída formaba parte esencial del plan divino del Padre Celestial; sin ella, Adán y Eva no hubieran dado nacimiento a ningún ser mortal, y no hubiera habido ninguna familia humana que experimentara la oposición y el progreso, el albedrío moral ni el gozo de la resurrección, la redención y la vida eterna [véanse 2 Nefi 2:22–27; Moisés 5:11] (“La expiación de Jesucristo”, Liahona, marzo de 2008, págs. 33–34; véase también Jeffrey R. Holland, Christ and the New Covenant: The Messianic Message of the Book of Mormon, 1997, pág. 207).
Sección 2
¿Cómo puede el uso apropiado del albedrío bendecir mi vida?
En relación con sus enseñanzas sobre la Caída, Lehi analizó de qué forma la libertad de escoger es esencial para nuestro progreso en el plan de redención. Determinó que las condiciones siguientes son necesarias para hacer posible el albedrío (estudia los pasajes de las Escrituras que las acompañan y considera marcar palabras y frases que enseñan sobre esas condiciones del albedrío).
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Un conocimiento suficiente del bien y del mal (véase 2 Nefi 2:5)
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Las leyes dadas a la humanidad (véase 2 Nefi 2:5, 10)
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Las atracciones y decisiones opuestas (véase 2 Nefi 2:11–16)
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El poder y la libertad para elegir (véase 2 Nefi 2:16, 26)
Considera cómo influiría en tu capacidad de escoger y progresar el hecho de que faltara cualquiera de estas condiciones del plan del Padre Celestial.
El presidente Thomas S. Monson habló sobre los distintos tipos de decisiones que podemos tomar en esta vida:
Ni siquiera pasa una hora del día en la que no tengamos que tomar decisiones de una u otra índole. Algunas son triviales, pero otras son de mayor alcance; algunas no marcarán ninguna diferencia en el orden eterno de las cosas, mientras que otras marcarán toda la diferencia (“Los tres aspectos de las decisiones”, Liahona, noviembre de 2010, pág. 67).
Recuerda que el Padre Celestial proporciona una guía para ayudarnos a tomar nuestras decisiones, en particular las que son más importantes. Piensa en cómo te ha llegado esa guía en el pasado.
Sección 3
¿Cómo puede la expiación de Jesucristo traerme la verdadera libertad?
Después de enseñar acerca de la necesidad de la Caída y del albedrío en el plan de redención, Lehi enseñó a sus hijos que la expiación de Jesucristo proporciona libertad a los hijos de Dios para tomar decisiones eternamente significativas.
Al comentar la relación entre la Caída, el albedrío y la expiación de Jesucristo, el élder Hafen enseñó:
Adán y Eva aprendieron constantemente de sus experiencias a menudo difíciles […]. Aun así, merced a la [e]xpiación [de Jesucristo], ellos pudieron aprender de su experiencia sin ser condenados por ella. El sacrificio de Cristo no anuló sus elecciones y los volvió a un Edén de inocencia; eso hubiera sido una historia sin argumento ni crecimiento del carácter. El plan de Él es uno de desarrollo: línea por línea, paso a paso, gracia por gracia.
Por tanto, si tienen problemas, no piensen que algo anda mal con ustedes; el luchar con ellos es la esencia misma del propósito de la vida. Al acercarnos a Dios, Él nos mostrará nuestras debilidades y, por medio de ellas, nos hará más sensatos y fuertes [véase Éter 12:27] (véase “La Expiación: Todo por todo”, Liahona, mayo de 2004, pág. 97).