“Lección 10 — Material de preparación para la clase: El arrepentimiento y el perdón”, Enseñanzas y doctrina del Libro de Mormón: Material para el maestro, 2021
“Lección 10 — Material de preparación para la clase”, Enseñanzas y doctrina del Libro de Mormón: Material para el maestro
Lección 10 — Material de preparación para la clase
El arrepentimiento y el perdón
El arrepentimiento forma parte de la doctrina de Jesucristo. Es Su don para los que desean cambiar y ser limpiados del pecado. ¿Recuerdas cómo te sentiste cuando pediste perdón sinceramente y te arrepentiste de algo en el pasado? El élder Richard G. Scott, del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó: “Recuerda, el arrepentimiento no es un castigo; es el sendero de esperanza que lleva a un glorioso futuro” (“La fortaleza personal mediante la expiación de Jesucristo”, Liahona, noviembre de 2013, pág. 84). Mientras estudias a fin de prepararte para la clase, medita en cómo el don del arrepentimiento y el perdón del Salvador nos permite aprender, crecer y llegar a ser más semejantes a Él.
Sección 1
¿Cómo puedo arrepentirme sinceramente y recibir el perdón del Señor por mis pecados?
Alma, hijo, no creía en las enseñanzas de su padre, Alma. Junto a los hijos del rey Mosíah, Alma, hijo, trató de destruir la Iglesia del Salvador de forma activa. Mientras estaban ocupados en esa perversa labor, un ángel del Señor se les apareció y advirtió a Alma que dejara de actuar de esa manera o sería “desechado” (Mosíah 27:16). Abrumado por esa experiencia, Alma no podía hablar ni moverse. Los hijos de Mosíah llevaron a Alma, hijo, a su padre y le explicaron todo lo que les había sucedido (véase Mosíah 27:8–20).
El élder Jeffrey R. Holland, del Cuórum de los Doce Apóstoles, señaló lo siguiente acerca de la función fundamental del Salvador en nuestro arrepentimiento:
Cristo es el poder que hay detrás de todo arrepentimiento […]. Alma había quedado impresionado por las enseñanzas de su padre, pero es muy importante, en particular, que la profecía que recordaba era “concerniente a la venida de un Jesucristo, un Hijo de Dios, para expiar los pecados del mundo” (Alma 36:17). Ese es el nombre y ese es el mensaje que toda persona debe escuchar […]. No importa qué otras oraciones ofrezcamos, no importa qué otras necesidades tengamos, todo depende en cierto modo de esa plegaria: “Oh, Jesús, Hijo de Dios, ten misericordia de mí”. Él está dispuesto a conceder esa misericordia. Él pagó con Su propia vida para poder darla (However Long and Hard the Road, 1985, pág. 85).
Sección 2
¿En qué manera ofrecer al Señor un corazón quebrantado y un espíritu contrito forma parte del arrepentimiento sincero?
Los nefitas vivieron la ley de Moisés hasta poco antes de que se les apareciera Jesucristo en persona. Como parte de la ley de Moisés, el Señor mandó a Su pueblo que ofreciera sacrificios de animales como símbolo del sacrificio expiatorio que Él iba a efectuar.
El élder Bruce D. Porter, de los Setenta, explicó el significado de la frase “un corazón quebrantado y un espíritu contrito” (3 Nefi 9:20):
Cuando pecamos y ansiamos el perdón, tener un corazón quebrantado y un espíritu contrito significa experimentar la “tristeza que es según Dios [que] produce arrepentimiento” (2 Corintios 7:10). Dicha tristeza sobreviene cuando nuestro deseo de ser limpios del pecado es tan intenso que sentimos dolor en el corazón por el pesar y ansiamos sentirnos en paz con nuestro Padre Celestial. Los que tienen un corazón quebrantado y un espíritu contrito están dispuestos a hacer todo lo que Dios les pida, sin oposición ni resentimiento. Dejamos de hacer las cosas a nuestra manera y aprendemos a hacerlas según la manera de Dios. Al llegar a ese punto de sumisión, la Expiación surte su efecto y tiene lugar el arrepentimiento verdadero (“Un corazón quebrantado y un espíritu contrito”, Liahona, noviembre de 2007, pág. 32).
Sección 3
¿Por qué el Salvador está tan dispuesto a perdonarme los pecados?
Durante el reinado del rey Mosíah, “muchos de los de la nueva generación” (Mosíah 26:1) persuadieron a los miembros de la Iglesia a que cometieran pecados graves. Alma, padre, no estaba seguro de cómo abordar esa situación y acudió al Señor para obtener guía.
El élder Dale G. Renlund, del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó:
Jesucristo puede perdonar porque Él pagó el precio por nuestros pecados [véase Isaías 53:5].
Nuestro Redentor elige perdonar debido a Su compasión, misericordia y amor incomparables.
Nuestro Salvador desea perdonar porque ese es uno de Sus atributos divinos.
Además, como el Buen Pastor que Él es, está gozoso cuando elegimos arrepentirnos [véanse Lucas 15:4–7; Doctrina y Convenios 18:10–13] (“El arrepentimiento: Una gozosa elección”, Liahona, noviembre de 2016, pág. 123; cursiva agregada).
Asimismo, el élder Neil L. Andersen, del Cuórum de los Doce Apóstoles, ha asegurado lo siguiente:
Me maravillan los brazos del Salvador llenos de misericordia y de amor que envuelven al arrepentido, sin importar lo egoísta que haya sido el pecado que abandonó. Testifico que el Salvador puede perdonar nuestros pecados y que está ansioso por hacerlo (“Arrepent[íos]… para que yo os sane”, Liahona, noviembre de 2009, pág. 41).