“Lección 7 — Material de preparación para la clase: El poder fortalecedor de Jesucristo”, Enseñanzas y doctrina del Libro de Mormón: Material para el maestro, 2021
“Lección 7 — Material de preparación para la clase”, Enseñanzas y doctrina del Libro de Mormón: Material para el maestro
Lección 7 — Material de preparación para la clase
El poder fortalecedor de Jesucristo
Reflexiona durante un minuto sobre alguna ocasión en la que hayas tenido dificultades físicas, mentales, emocionales o espirituales. Piensa también en circunstancias que te hagan sentir débil o inadecuado. El presidente Dallin H. Oaks, de la Primera Presidencia, observó: “… gracias a Su expiación, el Salvador tiene el poder de socorrer —de ayudar— en cada dolor y aflicción de la vida terrenal” (“Fortalecidos por la expiación de Jesucristo”, Liahona, noviembre de 2015, pág. 62). A medida que estudies más en cuanto a la expiación de Jesucristo, considera cómo te ha ayudado el Señor y te seguirá ayudando para soportar las aflicciones y vencer las debilidades en tu vida.
Sección 1
¿Cómo me puede ayudar el Salvador con mis aflicciones y debilidades?
El presidente Tad R. Callister, quien fue Presidente General de la Escuela Dominical, habló de la amplitud de la expiación del Salvador de esta manera:
La expiación de Jesucristo […] [posibilitó] que podamos volver a la presencia de Dios, llegar a ser más como Él y alcanzar una plenitud de gozo. Eso lo logró tras vencer cuatro obstáculos:
La muerte física.
La muerte espiritual ocasionada por Adán y por nuestros pecados.
Nuestras aflicciones y enfermedades.
Nuestras debilidades e imperfecciones
(véase “La expiación de Jesucristo”, Liahona, mayo de 2019, pág. 85).
En la lección 6, “La expiación infinita de Jesucristo”, hablamos de los dos primeros obstáculos. Consideremos ahora cómo la expiación del Salvador vence el tercer y el cuarto obstáculos.
Aproximadamente en el año 83 a. C., Alma, hijo, renunció a ser juez superior para poder enseñar la palabra de Dios por toda la tierra. En la ciudad de Gedeón, Alma profetizó que el Redentor nacería en la tierra y viviría entre Su pueblo, y que Él experimentaría toda clase de dolores, aflicciones y tentaciones de la vida terrenal.
En relación con esta enseñanza distintiva del Libro de Mormón, el Obispo Presidente, Gérald Caussé, señaló:
Además de soportar la carga de nuestros pecados, el Cristo tomó sobre Sí nuestras penas, dolores, sufrimientos y enfermedades, y toda aflicción propia de la condición terrenal del hombre. No hay angustia, ni dolor ni tristeza que Él no haya sufrido por nosotros [véase Alma 7:11–12] (“Un testigo viviente del Cristo viviente”, Liahona, mayo de 2020, pág. 39).
El élder David A. Bednar, del Cuórum de los Doce Apóstoles, también enseñó:
En un momento de debilidad quizá clamemos: “Nadie sabe lo que se siente; nadie entiende”. Pero el Hijo de Dios sabe y entiende perfectamente, ya que Él ha sentido y llevado las cargas de cada uno; y gracias a Su infinito y eterno sacrificio (véase Alma 34:14), tiene perfecta empatía y nos puede extender Su brazo de misericordia. Él puede tendernos la mano, conmovernos, socorrernos, sanarnos y fortalecernos para ser más de lo que podríamos ser y hacer lo que no podríamos si nos valiésemos únicamente de nuestro propio poder (“Soportar sus cargas con facilidad”, Liahona, mayo de 2014, pág. 90).
Sección 2
¿Cómo me puede ayudar el Salvador con mis debilidades e imperfecciones?
Moroni, el autor final del Libro de Mormón, incluyó un compendio de las planchas de Éter, que contienen la historia de los jareditas y los escritos del hermano de Jared. Moroni se maravilló del poder de los escritos del hermano de Jared y expresó su preocupación por las debilidades que percibió en sus propios escritos y en los escritos de otros profetas del Libro de Mormón.
Al hablar de ver nuestras debilidades e imperfecciones con una perspectiva eterna, la hermana Michelle D. Craig, Primera Consejera de la Presidencia General de las Mujeres Jóvenes, enseñó:
Por supuesto, ningun[o] alcanzaremos nuestro potencial divino, y hay algo de verdad cuando nos damos cuenta de que sol[o]s no llegamos a la altura. Pero las buenas nuevas del Evangelio son que, con la gracia de Dios, sí estamos a la altura […].
La sorprendente verdad es que nuestras debilidades pueden ser una bendición cuando nos humillan y nos hacen volvernos a Cristo […].
En realidad, los milagros de Jesús a menudo comienzan con el reconocimiento de un deseo, una necesidad, el fracaso o la ineptitud (véase “El descontento divino”, Liahona, noviembre de 2018, pág. 54).
Sección 3
¿Cómo puedo propiciar que la gracia del Señor esté más plenamente en mi vida?
En sus escritos, Nefi testificó que Moisés sacó a los hijos de Israel del cautiverio por el poder y la gracia de Dios. Nefi escribió: “… como el Señor Dios vive, no hay otro nombre dado debajo del cielo sino el de este Jesucristo […], mediante el cual el hombre pueda ser salvo” (2 Nefi 25:20). Nefi enseñó a su pueblo que solo la gracia de Jesucristo, y no únicamente la obediencia a la ley de Moisés podría salvarlos. La gracia es “un medio divino de ayuda o fortaleza que se recibe mediante la abundante misericordia y el amor de Jesucristo” (véase Bible Dictionary, “Grace [Gracia]”).
La frase “después de hacer cuanto podamos” (2 Nefi 25:23) puede parecer abrumadora. Considera cómo las siguientes declaraciones de dos miembros del Cuórum de los Doce Apóstoles pueden ayudarnos a comprender lo que esta frase significa.
[N]o necesitamos alcanzar un mínimo nivel de capacidad o bondad antes de que Dios nos ayude; la ayuda divina puede ser nuestra cada hora de cada día, sin importar en dónde estemos en el camino de la obediencia. Pero sé que más allá de desear Su ayuda, debemos esforzarnos, arrepentirnos y elegir a Dios para que Él pueda actuar en nuestra vida de acuerdo con la justicia y el albedrío moral (véase D. Todd Christofferson, “Libres para siempre, para actuar por sí mismos”, Liahona, noviembre de 2014, pág. 19).
[E]l Señor, mediante Su gracia, ayudará a cada uno de nosotros a llevar nuestra cruz y aligerará nuestras cargas […]. Por favor, jamás se den por vencidos tras fracasos subsiguientes ni se consideren incapaces de abandonar los pecados y vencer la adicción; ¡no pueden darse el lujo de dejar de intentarlo y continuar en la debilidad y el pecado! Esfuércense siempre por hacer lo mejor que puedan, y manifiesten mediante sus obras el deseo de limpiar lo interior del vaso, tal como enseñó el Salvador. A veces, las soluciones a ciertas dificultades llegan tras meses y meses de esfuerzo continuo. La promesa que se halla en el Libro de Mormón de que “es por la gracia por la que nos salvamos, después de hacer cuanto podamos” [2 Nefi 25:23] se aplica a esas circunstancias. Recuerden que el don de la gracia del Salvador “no se limita necesariamente, en cuanto al tiempo, a ‘después’ de hacer cuanto podamos. Podemos recibir Su gracia antes, durante y después del tiempo en que ponemos nuestro propio esfuerzo” [véase Bruce C. Hafen, The Broken Heart: Applying the Atonement to Life’s Experiences, 1989, págs. 155–156] (véase Ulisses Soares, “Tomar nuestra cruz”, Liahona, noviembre de 2019, págs. 113–114).