Para la Fortaleza de la Juventud
El milagro que necesitamos todos los días
Marzo de 2024


“El milagro que necesitamos todos los días”, Para la Fortaleza de la Juventud, marzo de 2024.

Fortaleza para vencer el pecado

El milagro que necesitamos todos los días

Si Dios nos ama, ¿por qué nos pide que cambiemos y nos arrepintamos? Estas son algunas verdades sobre el pecado y sobre el sacrificio expiatorio de Jesucristo.

limpiando una ventana

Ilustración por Adam Howling

¿Qué sucedería si pudieras presenciar los milagros que Jesucristo realizó durante Su vida en la tierra? ¿Y verlo sanar a los enfermos y levantar a los muertos? Aunque no podemos retroceder en el tiempo para ver esos milagros, hay un milagro de Jesucristo que podemos ver todos los días. Y es uno de los más importantes de todos: Él venció el pecado.

La verdad sobre el pecado

Algunos tal vez se pregunten por qué eso es tan importante. Al fin y al cabo, aunque cometamos algún error, Dios nos sigue amando, ¿verdad? Bueno, sí, tanto el Padre Celestial como Jesucristo nos aman profundamente. Pero como Ellos nos aman tanto, hay otros aspectos a considerar.

Cuando visitó a los nefitas, el Salvador nos enseñó por qué es tan importante vencer el pecado: “Nada impuro puede entrar en [el] reino [de Dios]” (3 Nefi 27:19).

Él no dijo: “nada impuro excepto algunos pequeños errores”. Él enseñó que cualquier tipo de pecado (desobedecer voluntariamente los mandamientos de Dios) nos impide volver a vivir con Él.

Vaya problema. Todavía no podemos seguir los mandamientos de Dios a la perfección. Eso es cierto para todas las personas: desde el profeta más recto, hasta el pecador más malvado, y todos los demás en el intermedio. Como no podemos borrar nuestros errores por nuestra cuenta, el pecado nos impide entrar en el Reino de Dios.

El milagro de la Expiación de Cristo

Afortunadamente, el Padre Celestial y Jesucristo sabían que necesitábamos ayuda. En el Jardín de Getsemaní y en la cruz, Jesucristo tomó sobre Sí todos nuestros dolores, enfermedades, aflicciones y pecados (véase Alma 7:11–13). Debido a que era tanto el Hijo perfecto de Dios como el hijo mortal de María, Él podía pagar el precio del pecado que nadie más podía pagar.

Por eso pudo decir a los nefitas: “Por tanto, nada entra en [el] reposo [de Dios], sino aquellos que han lavado sus vestidos en mi sangre, mediante su fe, y el arrepentimiento de todos sus pecados y su fidelidad hasta el fin” (3 Nefi 27:19).

¡Qué milagro es que, gracias a Jesucristo, podamos ser limpiados de nuestros pecados! Una vez que reconocemos que necesitamos el sacrificio expiatorio del Salvador, podemos confiar en Su fortaleza, tener fe en Él, arrepentirnos de nuestros pecados y continuar siguiéndole con fidelidad hasta el final. Es un milagro que puede suceder cada día al confiar en Su poder y actuar con fe.