“La diferencia positiva que puede marcar la gracia de Cristo”, Para la Fortaleza de la Juventud, marzo de 2024.
Fortaleza para vencer el pecado
La diferencia positiva que puede marcar la gracia de Cristo
Cuando comprendemos que la gracia del Salvador no se gana y que siempre está disponible, pueden suceder cosas asombrosas en nuestra vida.
Cuando servía como obispo, era asombroso ver el alivio que sentían los jóvenes cuando se reunían conmigo para confesar algún pecado como parte de su arrepentimiento. Sin embargo, no pude evitar observar un patrón recurrente: los jóvenes confesaban, se sentían mejor y, luego, a pesar de sus mejores intenciones, volvían a cometer errores. Luego confesaban, se sentían mejor y volvían a cometer errores. Después de pasar tres o cuatro veces por ese ciclo, solían darse por vencidos.
Agradecía que a aquellos jóvenes se les hubiera enseñado que Jesucristo, mediante Su Expiación, les ofrece la oportunidad de arrepentirse y empezar de nuevo. Sin embargo, me preocupaba que tal vez no comprendieran suficientemente otra bendición que ofrece el Salvador: Su gracia; el poder habilitador1, la ayuda divina y la “investidura de fortaleza que nos permiten progresar desde nuestras limitaciones y defectos actuales hasta llegar a ser seres exaltados”2.
Decidí enseñar más claramente, como el presidente Russell M. Nelson ha enseñado, que “el arrepentimiento […] es un proceso”3 que a menudo requiere tiempo y esfuerzo repetido4. Quería que los miembros de mi barrio supieran que Dios nos encuentra donde estamos y nos ofrece la gracia para ayudarnos a lo largo de todo el proceso de perfeccionamiento, dure lo que dure.
Cómo te ayuda el entender la gracia
Hace unos años, un estudio realizado en la Universidad Brigham Young sobre más de 600 jóvenes adultos mostró que aquellos que conocían y comprendían la gracia tenían niveles más bajos de depresión, ansiedad, vergüenza y perfeccionismo5. Un segundo estudio de seguimiento indicó que creer en la gracia se relacionaba con niveles más altos de agradecimiento, autoestima, sentido de la vida, satisfacción con la vida y optimismo6.
En otras palabras, las personas sienten menos vergüenza y más autoestima cuando comprenden que la gracia está al alcance aquí y ahora, y no después de que la ganemos o la merezcamos. Cuando sabemos que Dios nos ayuda independientemente de lo que hayamos hecho o de cuántas veces pensemos que lo hemos defraudado, nos sentimos inspirados a seguir intentándolo7.
“He defraudado al Padre Celestial”
Recientemente, un misionero se lesionó durante una actividad deportiva del día de preparación y fue enviado a casa para recuperarse. Tenía grandes metas para conseguir la ayuda física que necesitaba y luego volver a la misión. Sin embargo, tener demasiado tiempo a solas sin un cronograma a seguir pronto lo condujo a recaer en viejos hábitos.
Se entregó a pecados de los que creía haberse arrepentido y que pensaba haber dejado atrás antes de la misión. Estaba desanimado y molesto por su falta de autodominio. Cuanto más deprimido estaba, más buscaba evadirse en esos malos hábitos. Era un ciclo descendente que no le llevaba a ninguna parte de manera rápida.
“Siento como si hubiera defraudado al Padre Celestial”, le dijo el joven a su líder del sacerdocio. “Me arrepentí de esto antes y Dios me perdonó. Prometí nunca volver a hacerlo, y sin embargo, aquí estoy, como si para empezar nunca me hubiera arrepentido. No merezco el perdón ni la ayuda de Dios. Ni ahora, Ni nunca”.
Su líder del sacerdocio dijo: “Entonces, ¿no te alegras de saber que la gracia es un don? No hay que ganarla ni merecerla. Sencillamente, tienes que escoger recibirla al estar dispuesto a seguir intentándolo y no rendirte”8. Luego, el líder compartió estas palabras del élder Neil L. Andersen, del Cuórum de los Doce Apóstoles: “Es posible que volvamos a tropezar a veces, pero hinquemos la rodilla con rapidez y humildad de nuevo, y avancemos de nuevo en la dirección correcta”9.
Una vez más, el joven se tornó al cielo y el Salvador estuvo presto a ayudar. No solo sanó la lesión del joven, sino también su corazón. Una pequeña meta a la vez, y comenzó a mejorar mediante la gracia que Jesucristo hizo posible. Pronto regresó a la misión lleno de gratitud, autoestima, propósito, satisfacción con la vida y optimismo. Esa es la diferencia que la gracia de Cristo puede marcar.