La influencia espiritual de la mujer
La autora vive en Utah, EE. UU.
¿Conocemos el poder de nuestra fortaleza espiritual?
Muchas mujeres maravillosas y humildes de la Iglesia proporcionan servicio dedicado sin darse cuenta del impacto trascendental que la vida de ellas tiene en los demás, como ejemplo de servicio temporal y también como legado de fortaleza espiritual. Una de esas mujeres es mi abuela, Cherie Petersen, que ha servido fielmente en llamamientos de poca notoriedad toda su vida. Si le preguntaran a ella, afirmaría que no tiene muchos talentos que ofrecer al mundo; no obstante, al comenzar a conocer un poco mejor su vida, me he dado cuenta de lo mucho que su fortaleza espiritual ha influido en la mía.
Los padres de mi abuela Cherie dejaron de asistir a la Iglesia y se divorciaron cuando ella era aún muy pequeña, de modo que se crió con su madre, Florence, que siempre estaba trabajando. De pequeña, a Florence la habían descuidado aún más, ya que se crió en un internado mientras su madre, Georgia, llevaba una vida mundana. A pesar de las dificultades durante su crianza, Cherie permaneció activa en el Evangelio y asistía fielmente a la Iglesia con la familia de su bisabuela Elizabeth o con amigas. Ella veía en la familia de esas personas lo que deseaba para la suya; no sabía exactamente cómo tenía que ser una familia, pero sí sabía lo que no debía ser, y estaba resuelta a que su futura familia fuese diferente.
El esposo de Cherie, mi abuelo Dell, me dijo en una ocasión: “Para obtener un testimonio, tienes que desear tenerlo, y Cherie siempre deseó tener un testimonio”. Aun cuando los primeros años de su matrimonio estuvieron llenos de dificultades, estaban decididos a permanecer fuertes como familia. Durante el primer año de casados no fueron activos en la Iglesia debido al horario laboral de Dell, pero Cherie empezó a asistir después de recibir un llamamiento para servir en la Primaria y, al poco tiempo, Dell empezó a asistir y sirvió como asesor del quórum de diáconos. Desde entonces, ambos se han mantenido activos y fuertes en la Iglesia. El deseo de Cherie de prestar servicio y su determinación de criar una familia firme sirvió para que mi madre llegara a ser la mujer fuerte que es; y el ejemplo de mi madre me ha ayudado a mí a moldear mi vida, especialmente ahora que he comenzado mi propia familia.
Como mujeres, podemos tener una profunda influencia espiritual en la vida de las personas que nos rodean. De hecho, José Smith enseñó que nuestra función no es “sólo… socorrer al pobre sino también… salvar almas”1. Jesucristo ha llamado a las mujeres de Su Iglesia para que sean Sus discípulas y sean espiritualmente fuertes. Nuestra fortaleza e influencia espirituales son de vital importancia en el progreso de la obra de salvación, y debemos buscar oportunidades para fortalecer espiritualmente a las personas que nos rodean. Al hacerlo, la influencia de nuestra fe y rectitud perdurará mucho más allá de lo que podamos vislumbrar.
Llamadas a ser discípulas
El élder James E. Talmage (1862–1933), del Quórum de los Doce Apóstoles, escribió: “…en todo el mundo, no hay mayor defensor de la mujer y del sexo femenino que Jesús el Cristo”2. Consideren, por ejemplo, lo que Él enseñó a dos de Sus discípulas en el Nuevo Testamento, las hermanas María y Marta. En el libro Hijas en Mi reino se explica que “Lucas 10 contiene el relato de la ocasión en que Marta abrió las puertas de su hogar a Jesús y prestó servicio al Señor al ocuparse de Sus necesidades temporales, mientras que María se sentaba a los pies del Maestro y asimilaba Sus enseñanzas.
“En una época en la que, por lo general, se esperaba que las mujeres sólo ofrecieran servicio temporal, el Salvador enseñó a Marta y a María que las mujeres también podían participar de manera espiritual en Su obra. Él las invitó a convertirse en Sus discípulas y a participar de la salvación, ‘la buena parte’ que jamás les sería quitada”3.
Al igual que Marta, a veces cometemos el error de pensar que la función principal de la mujer es brindar servicio temporal, como preparar comidas, coser y hacer la limpieza para los demás. Ese servicio es un sacrificio valioso y preciado; no obstante, aun más que hermanas que puedan coser y cocinar, el Señor necesita mujeres con poder espiritual cuya fe, rectitud y caridad resplandezcan. Él sabe que cada una de nosotras tenemos mucho más que ofrecer. Jesucristo nos llama a todas a que cultivemos nuestra fortaleza y aptitud espirituales para recibir revelación y actuar de acuerdo con ella con el fin de contribuir al progreso de Su obra. Linda K. Burton, Presidenta General de la Sociedad de Socorro, dijo a las hermanas: “¡Ustedes han sido enviadas a la Tierra en esta dispensación de los tiempos a causa de quiénes son y lo que se las ha preparado para hacer! Pese a lo que Satanás intente persuadirnos a pensar sobre quiénes somos, ¡nuestra verdadera identidad es la de discípulas de Jesucristo!”4.
El Señor nos conoce y conoce nuestras circunstancias, y tiene una obra para que cada una de nosotras realice en esta Tierra. Ninguna hermana sabe tan poco ni tiene tan pocos talentos que no pueda ser una fuerza espiritual para bien y para traer a otras personas a Cristo. Con ese potencial divino, tenemos la responsabilidad de llegar a ser líderes espirituales en nuestros hogares y comunidades. El élder M. Russell Ballard, del Quórum de los Doce Apóstoles, proclamó: “Toda hermana de esta Iglesia que haya hecho convenios con el Señor tiene el mandato divino de ayudar a salvar almas, de guiar a las mujeres del mundo, de fortalecer los hogares de Sión y de edificar el reino de Dios”5.
No tenemos que ocupar puestos prominentes ni realizar cosas fuera de lo común a fin de ayudar a las personas que nos rodean a tomar decisiones que las acercarán a Jesucristo, lo cual es nuestro deber más importante. Tanto las cosas más grandes como las más pequeñas que hacemos por una o dos personas, incluso dentro de nuestra propia familia, pueden causar un gran impacto.
Mujeres en la obra de salvación
Un hermoso himno afirma: “El Padre nos dio la tarea sagrada de amar, socorrer con fiel abnegación”6. Es mucho lo que podemos brindar a aquellos a quienes amamos. El élder Richard G. Scott, del Quórum de los Doce Apóstoles, ha compartido relatos de cómo la fortaleza de dos mujeres influyó en su vida:
“En mi niñez, mi padre no era miembro de la Iglesia y mi madre era menos activa… Algunos meses después de cumplir mis ocho años, mi abuela Whittle cruzó el país para visitarnos. Ella estaba preocupada porque ni mi hermano mayor ni yo nos habíamos bautizado. No sé qué le dijo a mis padres al respecto, pero una mañana nos llevó a mi hermano y a mí al parque y nos habló de la importancia de ser bautizados y de asistir regularmente a las reuniones de la Iglesia. No recuerdo exactamente lo que nos dijo, pero sus palabras me llegaron muy profundamente y al poco tiempo, mi hermano y yo nos bautizamos…
“La abuela usaba sólo la valentía y el respeto necesario para ayudar a mi padre a darse cuenta de la importancia que tenía el llevarnos a la Iglesia para asistir a nuestras reuniones. De todas las formas apropiadas posibles nos ayudaba a sentir la necesidad del Evangelio en nuestra vida”7.
Una segunda fuente de fortaleza espiritual fue Jeanene, la esposa del élder Scott. Cuando salían juntos, empezaron a hablar sobre el futuro. Jeanene, que se había criado en un fuerte hogar misional, expresó el deseo de casarse en el templo con un ex misionero. El élder Scott, que hasta entonces no había pensado mucho en servir en una misión, se sintió profundamente impresionado. “Me fui a casa sin poder pensar en nada más. Estuve despierto toda la noche… Después de mucho orar, tomé la decisión de reunirme con mi obispo y comenzar a llenar la solicitud para servir en una misión”8. A pesar de que Jeanene lo orientó y le dio la motivación que necesitaba, el élder Scott dijo: “Jeanene nunca me pidió que sirviera en una misión por ella. Me amaba lo suficiente como para compartir su convicción conmigo y darme la oportunidad de escoger la dirección de mi vida. Los dos servimos en una misión, y más tarde nos sellamos en el templo. La valentía y el cometido de Jeanene hacia su fe marcaron una gran diferencia en nuestra vida juntos. Estoy seguro de que no hubiéramos sido tan felices sin su firme fe en el principio de servir al Señor primero. ¡Ella es un maravilloso ejemplo de rectitud!”9.
La influencia espiritual de esas mujeres angelicales es lo que ayudó a un joven, el élder Scott, a tomar algunas de las decisiones más importantes de su vida: bautizarse, servir en una misión y casarse en el templo.
Mediante nuestro ejemplo, acciones, palabras y rectitud personal podemos ayudar a otras personas a tomar buenas decisiones. La hermana Carole M. Stephens, Primera Consejera de la Presidencia General de la Sociedad de Socorro, dice: “Somos hijas del convenio en el reino del Señor, y tenemos la oportunidad de ser instrumentos en Sus manos… [Participamos] en la obra de salvación todos los días de maneras pequeñas y sencillas —velando las unas por las otras, fortaleciéndonos y enseñándonos…”10. Si confiamos en el Espíritu y seguimos adelante con firmeza, esforzándonos de manera sincera y humilde por ayudar a aquellos que nos rodean a acercarse a Cristo, seremos guiadas en lo que hagamos, se nos dará la fortaleza para hacerlo y sentiremos el gozo de llevar a los hijos del Señor a Él.
Llegar a ser una influencia espiritual
Al conocer nuestra responsabilidad, podríamos preguntar, como los discípulos de antaño: ¿“Qué haremos” (Hechos 2:37) para ser una influencia espiritual? En una conferencia general reciente, la hermana Burton invitó a las hermanas a imaginar “algunos de los posibles carteles de ‘se solicita ayuda’ con relación a la obra de salvación:
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Se solicitan padres que críen a sus hijos en la luz y la verdad.
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Se solicitan hijas… hermanas… tías… primas… abuelas y abuelos, y verdaderos amigos que sean mentores y que ofrezcan manos de ayuda por el sendero del convenio.
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Se solicitan personas que escuchen los susurros del Espíritu Santo y actúen según las impresiones que reciban.
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Se solicitan personas que vivan el Evangelio a diario en formas pequeñas y sencillas.
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Se solicitan obreros de historia familiar y del templo que unan a las familias por la eternidad.
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Se solicitan misioneros y miembros que difundan las ‘buenas nuevas’: el evangelio de Jesucristo.
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Se solicitan rescatadores que encuentren a los que se han descarriado.
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Se solicitan personas que guarden sus convenios para que permanezcan firmes en defensa de la verdad y la justicia.
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Se solicitan verdaderos discípulos del Señor Jesucristo”11.
Estas cosas no son nuevas, pero cuando procuramos oportunidades para participar en la obra de salvación, mejoraremos nuestra capacidad para ayudar a las personas que nos rodean. El élder Ballard dijo: “En este mundo, no hay nada tan personal, tan enriquecedor ni tan decisivo para una vida como la influencia de una mujer recta”12. A medida que cultivemos nuestro poder espiritual por medio de la oración personal, el estudio de las Escrituras, la obediencia firme y el guardar nuestros convenios con fidelidad, llegaremos a convertirnos en esa influencia.
Más allá de lo que podemos vislumbrar
El presidente Brigham Young (1801–1877) dijo: “¿Podemos decir cuánto bien son capaces de hacer las madres e hijas de Israel? No, eso es imposible. Y el bien que hagan las seguirá hasta la eternidad”13.
Las decisiones rectas de mi abuela han tenido un efecto en las generaciones de su familia más allá de lo que se habría imaginado cuando era joven; sin embargo, la influencia espiritual de las mujeres de mi familia se remonta a mucho antes. Mi abuela Cherie adquirió gran parte de su propia fortaleza espiritual al observar a su bisabuela (mi tercera bisabuela) Elizabeth. El ejemplo de fe y testimonio de Elizabeth se extendió más allá de dos generaciones de familias menos activas y ayudó a su bisnieta, Cherie, a revertir la tendencia de familias desintegradas y a regresar a la Iglesia.
Al convertirnos en una fortaleza espiritual para las personas que nos rodean, nuestra influencia se extenderá más allá de lo que podamos ver. El presidente Gordon B. Hinckley (1910–2008) dijo: “Llamamos a las mujeres de la Iglesia a unirse para defender la rectitud; deben comenzar en sus propios hogares; pueden enseñarla en sus clases; pueden expresarla en sus comunidades…
“Veo eso como la esperanza radiante que existe en un mundo que se encamina hacia la autodestrucción”14.
Al cumplir este mandamiento, la obra del Señor se impulsará hacia adelante en el mundo que nos rodea y, lo que es más importante, en nuestra familia y en la vida de nuestros seres amados.