Nuestro espacio
Los bomberos y la armadura de Dios
Era un día tranquilo en mi trabajo como bombero voluntario, así que decidí ponerme a leer el Libro de Mormón. Cuando uno de mis compañeros me vio leyendo, preguntó si yo sabía cómo podíamos ponernos la armadura de Dios en estos tiempos modernos. Mientras conversábamos, sonó la alarma; había un incendio en una tienda cercana.
Rápidamente nos pusimos nuestros trajes de bombero y nos dirigimos inmediatamente al lugar. Las llamas eran enormes, y cuando nos aproximábamos a la tienda, algo explotó hacia nosotros y las llamas nos envolvieron. La explosión desorientó a mi compañero y a mí por unos segundos, pero gracias a nuestro equipo y a la ropa de protección que llevábamos puesta, no sufrimos ningún daño.
Cuando regresamos a la estación de bomberos después del incendio, le pregunté a mi compañero si recordaba su pregunta sobre la armadura de Dios. Él asintió, y yo le expliqué que la armadura de Dios es semejante a nuestro equipo protector de bomberos. Siempre debemos llevarla puesta a fin de que podamos resistir los potentes ataques del adversario. Si guardamos los mandamientos, seremos bendecidos con el poder protector de la armadura de Dios, y el Espíritu Santo será nuestro guía.
Fernando de la Rosa Marrón, México
Mi pasaje preferido de las Escrituras
1 Samuel 16:7. “Jehová no mira lo que el hombre mira, pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón”.
Antes de unirme a la Iglesia, siempre me había considerado una persona común y corriente sin habilidades extraordinarias; pensaba que no tenía nada valioso que ofrecer; temía demostrar a las personas quién era por temor a ser rechazada o sentirme herida. Pensaba que todas las personas que me rodeaban eran más fuertes, más inteligentes y mejores que yo.
Pero todas esas ideas cambiaron cuando me bauticé en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Aprendí que todos somos hijos de Dios y que heredamos cualidades divinas. Ahora comprendo que no se trata de una competencia para ver quién es más inteligente, más rico o más apuesto; a los ojos del Señor, todos estamos en igualdad de condiciones, y Él es quien nos juzga, no por nuestros rasgos físicos, sino por nuestra obediencia y deseo de seguir la senda que nos ha señalado.
Joan Azucena, Filipinas
¿Trabajarás en domingo?
Cuando tenía 15 años, obtuve un fuerte testimonio del evangelio de Jesucristo y me sentí muy feliz por unirme a la Iglesia. En ese entonces, yo trabajaba para sostener a mi familia. Sin embargo, poco después de mi bautismo, perdí mi empleo.
Necesitaba encontrar pronto un nuevo trabajo porque mi familia dependía de mí, pero en todos los sitios donde solicité empleo, me pedían que trabajara los domingos. Rechacé varias ofertas de trabajo porque sabía que debía estar en la Iglesia los domingos (véase D. y C. 59:9–10).
Tras dos meses de búsqueda, aún no encontraba un empleo. Mi madre no era miembro de la Iglesia, y aunque creía en Dios, estaba muy molesta porque yo había rechazado tantas ofertas de trabajo.
Una noche me habló, con lágrimas en los ojos, y me preguntó: “¿Por qué Dios permite que nos pase esto si tú te esfuerzas fielmente por hacer lo correcto?”.
Le contesté: “Mamá, no sé por qué nos está pasando esto, pero sé que estoy haciendo lo correcto, y sé que el Señor nos bendecirá por ello”.
Al día siguiente, alguien me ofreció una buena suma de dinero para trabajar dos días trasladando una pesada carga de una casa a otra. La labor era extenuante, pero cuando me pagaron, me fui directo a casa y ofrecí una oración de gratitud. Al poco tiempo, conseguí un buen trabajo que me permitió tener los domingos libres, y desde entonces no he vuelto a estar desempleado.
Me alegro de haber escogido santificar el día de reposo. Existen muchos desafíos en la vida, pero sé que si nos esforzamos por ser fuertes a pesar de los desafíos, el Señor nos bendecirá.
Sahil Sharma, India