2015
Cosechar las recompensas de la rectitud
Julio de 2015


Cosechar las recompensas de la rectitud

Tomado del discurso “The Rewards of Righteousness”, pronunciado durante la Conferencia de la mujer en la Universidad Brigham Young, el 2 de mayo de 2014.

Nada bueno se les negará a los que anden rectamente.

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El mundo está, literalmente, en conmoción (véase D. y C. 45:26); y muchos de los desafíos que enfrentamos son del ámbito espiritual. Hay problemas sociales que nosotros, como individuos, no podemos resolver; no obstante, hay recompensas prácticas que podemos lograr individualmente, incluso en una época en que la rectitud está en decadencia por todo el mundo.

La idea de las “recompensas de la rectitud” es un concepto que está bajo ataque en el mundo de hoy, pero el convencer a la gente de que opte por la rectitud ha sido un desafío desde tiempo inmemorial. “…el hombre natural es enemigo de Dios” (Mosíah 3:19); y siempre ha habido “una oposición en todas las cosas” (2 Nefi 2:11).

La diferencia que existe en nuestros días es que los escépticos del “grande y espacioso edificio” (1 Nefi 8:31) son más vociferadores, más contenciosos y menos tolerantes que en ninguna otra época de mi vida. Demuestran su falta de fe cuando, en muchos asuntos, les inquieta más la idea de que a lo largo de la historia no se los considere populares que la de estar del lado contrario de Dios. Hubo un tiempo en que la gran mayoría de las personas comprendían que iban a ser juzgadas de acuerdo con los mandamientos de Dios y no según los puntos de vista preponderantes ni las filosofías predominantes del momento. Ahora, algunos están más preocupados de que otras personas se burlen de ellos que por el hecho de que Dios los juzgará.

La batalla entre el bien y el mal no es algo nuevo, pero, en la actualidad, hay un porcentaje mucho más alto de personas que erróneamente llegan a la conclusión de que no existe una norma moral y de rectitud a la que todos deban adherirse.

Sin embargo, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días nunca ha tenido miembros más fieles. Los miembros de la Iglesia, junto con otras personas que poseen valores morales similares, representan una isla de fe en un mar de dudas e incredulidad. Sabemos, como lo dijo el profeta Alma, “que la maldad nunca fue felicidad” (Alma 41:10) y que el plan del Padre para Sus hijos es un “plan de felicidad” (Alma 42:8, 16).

Deseo presentar algunas ideas que contribuirán a que ustedes, individualmente y como familia en conjunto, comprendan mejor las recompensas de la rectitud y las reciban.

La recompensa de la espiritualidad

“¿Cómo pongo las preocupaciones materiales en la debida perspectiva al tratar de mejorar espiritualmente?”

¡Las cosas del mundo influyen mucho en nosotros! Los aspectos materiales de la vida cotidiana son un desafío particular. La sociedad tiende a mirar todo a través del lente de las recompensas mundanas.

El prefacio de Doctrina y Convenios pone de relieve precisamente ese problema para advertirnos de los peligros, darnos guía a fin de prepararnos y protegernos ahora y en el futuro, y para proporcionarnos una perspectiva importante en cuanto a ese tema: “No buscan al Señor para establecer su justicia, antes todo hombre anda por su propio camino, y en pos de la imagen de su propio dios, cuya imagen es a semejanza del mundo y cuya substancia es la de un ídolo…” (véase D. y C. 1:16).

El presidente Spencer W. Kimball (1895–1985) enseñó que los ídolos podrían incluir el prestigio, los títulos académicos, las pertenencias, las casas, el mobiliario y otros objetos materiales. Dijo que si elevamos esos objetivos (los cuales podrían ser objetivos dignos si no lo hiciéramos) a una altura que menoscabe la adoración al Señor y debilite los esfuerzos por establecer Su rectitud y llevar a cabo la obra de salvación entre los hijos de nuestro Padre Celestial, habremos creado ídolos1.

A veces, el lente del mundo nos hace enfocar la atención en asuntos que no son tan drásticos como el aspirar a grandes riquezas pero que, aun así, nos alejan de una dedicación espiritual profunda.

Hace muchos años me dijeron de una interesante exhibición que presentaba diversas escenas muy particulares; todas se encontraban debajo de un letrero que decía: “Si Cristo viniera esta noche, ¿a quién visitaría?”. Si mal no recuerdo, las escenas eran las siguientes:

  • Una anciana que estaba enferma, en cama, y una enfermera atendiéndola.

  • Una madre joven, feliz, con su hijo recién nacido.

  • Una familia cuyos hijos lloraban de hambre.

  • Una familia adinerada.

  • Una familia con muchos hijos, de aspecto agradable pero humilde, cantando juntos alegremente.

Sabemos que cuando el Salvador vuelva, no sabremos el día ni la hora en que lo hará. También sabemos que, como cristianos, nos preocupamos por los pobres, los necesitados, las viudas y los huérfanos. Sin embargo, aquel letrero hubiese sido más exacto si hubiera dicho: “Si Cristo viniera esta noche, ¿quién estaría preparado para recibirlo?”.

Otra idea que tuve fue que las escenas describían claramente las condiciones físicas de esas personas, pero nada de su condición espiritual ni de su dedicación a Cristo.

El punto de partida para examinar nuestra vida y nuestra dedicación al Salvador y a Su evangelio es el bautismo. Salvo en el caso de los conversos nuevos y de los niños pequeños, nuestro bautismo ocurrió hace ya muchos años.

El gran profeta Alma nos habla elocuentemente en estos términos: “Y ahora os digo, hermanos míos, si habéis experimentado un cambio en el corazón, y si habéis sentido el deseo de cantar la canción del amor que redime, quisiera preguntaros: ¿Podéis sentir esto ahora?” (Alma 5:26); y después continúa su profundo mensaje, que es relevante para nuestros días. En esencia, pregunta a los santos si, en caso de que les tocara morir en ese momento, estarían preparados para presentarse ante Dios. Luego, destaca cuatro cualidades que necesitamos para presentarnos sin mancha ante Dios:

Primero, ¿hemos “sido suficientemente humildes”? En un sentido, esa pregunta nos lleva otra vez al requisito para el bautismo: el ser humildes y tener un corazón quebrantado y un espíritu contrito.

Segundo, ¿nos hallamos “despojados del orgullo”? Alma nos advierte que no debemos hollar con los pies al Santo de Israel ni inflarnos de orgullo; es decir, poner el corazón en las cosas vanas de este mundo y pensar que somos mejores que los demás.

Tercero, ¿nos hemos “despojado de la envidia”? Para los que tienen grandes bendiciones pero no sienten gratitud porque se concentran solamente en lo que poseen los demás, la envidia puede ser sumamente perniciosa. “La envidia del nivel de vida”2 ha aumentado a medida que la fama y la fortuna han ido reemplazando a la fe y a la familia como aspiraciones fundamentales de gran parte de la sociedad.

Cuarto, ¿nos burlamos de nuestros hermanos y hermanas, o los perseguimos? En el mundo actual, probablemente llamaríamos a ese acto intimidación o acoso (véase Alma 5:27–30, 53–54).

¿Puede haber algo más pertinente a los problemas de la actualidad que este mensaje sobre la humildad, el orgullo, la envidia y la persecución? El gran debate que tiene lugar en la mayor parte del mundo tiene que ver con lo temporal, con los asuntos económicos cotidianos; sin embargo, muy poco se habla de volver a los principios cristianos que se concentran en prepararnos para encontrarnos con Dios, ni de la condición de nuestro espíritu. Es preciso que ajustemos el enfoque de nuestra vida y demos más importancia a los asuntos espirituales.

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La recompensa de una familia recta

“¿Está bien que criemos a nuestra familia en lugares donde hay pocos miembros de la Iglesia y donde estamos rodeados por tanta maldad, contención y oposición a la rectitud?”

Mary, mi esposa, y yo teníamos esa preocupación cuando empezamos a criar a nuestros hijos, hacia fines de la década de 1960, en la zona de la Bahía de San Francisco, California, donde los Santos de los Últimos Días eran relativamente pocos. Aunque la gran mayoría de la gente era excelente, esa región se había convertido en un imán para el uso de drogas y de todo tipo de conducta promiscua y pecaminosa.

El cambio en la sociedad fue tan grande que un presidente de estaca preocupado preguntó a los líderes de la Iglesia si debía animar a los miembros a permanecer en esa zona. El presidente Harold B. Lee (1899–1973), que era entonces el miembro del Quórum de los Doce de más antigüedad, recibió la asignación de responder a ese asunto. Explicó que el Señor no había inspirado a que se construyera un templo en nuestra área para que luego los miembros se fueran de allí. El consejo que nos dio fue sencillo pero profundo:

  1. Que estableciéramos Sion en nuestro corazón y en nuestro hogar.

  2. Que fuésemos una luz para las personas entre las cuales vivíamos.

  3. Que nos concentráramos en las ordenanzas del templo y en los principios que allí se enseñan.

Apreciamos el consejo del élder Lee, y nuestra familia se esforzó por seguirlo.

Para edificar Sion en el corazón y en el hogar, debemos hacer hincapié en la observancia religiosa en el hogar y efectuar la oración familiar y el estudio de las Escrituras a diario, así como llevar a cabo la noche de hogar todas las semanas. En ese contexto podemos enseñar y capacitar a nuestros hijos. Lo hacemos con amor y bondad, evitando la crítica indebida tanto en lo que se refiere a los hijos como al cónyuge.

Sin importar donde vivamos, e incluso aun cuando hagamos todo lo correcto, quizás algunos hijos tomen decisiones imprudentes que los conduzcan a senderos prohibidos. En consecuencia, es importante ayudar a nuestros jóvenes a decidir con anticipación qué van a decir o hacer cuando les propongan comportarse de manera inapropiada o inmoral.

Nuestros hijos iban a escuelas en las que sólo había dos o tres niños Santos de los Últimos Días. Al comienzo del año académico y antes de las actividades escolares, analizábamos en la noche de hogar la forma apropiada de responder si se encontraban en situaciones comprometedoras; les preguntábamos cómo responderían a los amigos si les dijeran: “No seas tonto, todos los hacen”, “Tus padres no se enterarán” o “¡Una sola vez no importa!”.

Les explicábamos la responsabilidad que teníamos ante el Señor, y les hacíamos notar que seguimos el ejemplo de Cristo al vestir con modestia, hablar con un lenguaje limpio y apropiado y evitar la pornografía, algo que ahora se debe enseñar incluso a los niños en edad de la Primaria para que puedan tener una vida pura.

Hablábamos de lo que hizo José de Egipto, cuando huyó al enfrentar una atención indebida de parte de la esposa de Potifar (véase Génesis 39:7–12).

Cada uno de nuestros hijos tuvo al menos una experiencia en la que esa preparación fue indispensable, pero la mayoría de las veces sus amigos los protegían porque conocían sus normas y creencias.

Cuando nuestra hija, Kathryn, que estaba lejos de casa en la universidad, llamaba a la madre, Mary le hablaba de las cosas que ella amaba sobre el Salvador, y para ayudar a resolver el problema sobre el cual Kathryn quería hablar, siempre se refería al ejemplo que Él dio y a Su carácter.

Creo que podemos criar hijos que vivan rectamente en casi cualquier parte del mundo, si tienen un fundamento firme que se base en Jesucristo y en Su evangelio. Nefi describió la forma en que enseñaba a su familia y al pueblo: “Y hablamos de Cristo, nos regocijamos en Cristo, predicamos de Cristo, profetizamos de Cristo y escribimos según nuestras profecías, para que nuestros hijos sepan a qué fuente han de acudir para la remisión de sus pecados” (2 Nefi 25:26).

Si hacemos eso, cuando nuestros hijos tomen decisiones imprudentes, sabrán que no todo está perdido y que les es posible encontrar el camino de regreso al hogar. Les aseguro que si se esfuerzan por fortalecer a cada uno de los miembros de su familia por medio de la fe en el Señor Jesucristo, ustedes y ellos serán bendecidos.

Si seguimos el consejo del presidente Lee de ser una luz para aquellos entre quienes vivimos, no podemos ocultar quiénes somos; nuestra conducta debe reflejar los valores y las creencias que tenemos y, cuando sea apropiado, debemos participar en los asuntos políticos de la comunidad.

El vivir de forma digna de tener una recomendación para el templo, el recibir las ordenanzas que allí se imparten y el ser fieles a nuestros convenios nos dan el enfoque y la visión necesarios para mantenernos en el camino del convenio. Cuando nuestros jóvenes se mantienen dignos de efectuar bautismos por los muertos, su vida estará en orden.

Es preciso que concentremos la energía en fortalecer a nuestra familia hablando de Cristo, regocijándonos en Él, predicando y profetizando acerca de Él, a fin de que podamos disfrutar de la recompensa de una familia recta y lleguemos a ser una familia eterna.

Para los solteros que vivan con rectitud, nuestra doctrina es reconfortante: “Los miembros fieles cuyas circunstancias no les permitan recibir las bendiciones del matrimonio eterno y de la paternidad en esta vida recibirán todas las bendiciones prometidas en las eternidades, siempre y cuando guarden los convenios que hayan hecho con Dios”3.

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La recompensa de la felicidad

“¿Qué ventajas debo poner al alcance de mis hijos para que sean felices y tengan éxito en la vida?”

Lucifer ha creado una idea falsa o ilusión de felicidad que es incompatible con la rectitud y que nos engañará si no estamos atentos. Muchos de los problemas que enfrentamos en la actualidad se deben a que el mundo secular ha procurado una felicidad cuya definición es incorrecta. Mediante el Libro de Mormón, sabemos que ese error ha existido a lo largo de las generaciones; y también sabemos de las bendiciones que se reciben al vivir los mandamientos.

El rey Benjamín dice: “Y además, quisiera que consideraseis el bendito y feliz estado de aquellos que guardan los mandamientos de Dios. Porque he aquí, ellos son bendecidos en todas las cosas, tanto temporales como espirituales; y si continúan fieles hasta el fin, son recibidos en el cielo, para que así moren con Dios en un estado de interminable felicidad. ¡Oh recordad, recordad que estas cosas son verdaderas!, porque el Señor Dios lo ha declarado” (Mosíah 2:41).

Durante varios años, he seguido con interés un proyecto de investigación que comenzó en la década de 1930. Al principio, el grupo que se investigaba consistía de doscientos sesenta y ocho hombres de una universidad distinguida a quienes se estudió periódicamente a lo largo de toda su vida; más adelante, también se incluyó a mujeres como parte del estudio. La investigación se realizó por un período de aproximadamente setenta años. El objetivo inicial del estudio era descubrir todo lo posible acerca del éxito y de la felicidad.

Se demostró que ni el promedio de notas para ingresar a la universidad ni el de las calificaciones en la escuela eran un indicio de éxito ni de felicidad en épocas posteriores de la vida de esas personas; sin embargo, un aspecto que demostró tener una gran correlación era la felicidad familiar que habían gozado durante la niñez. Los adultos que eran felices y habían tenido éxito, por lo general decían que la madre, en particular, les expresaba amor y afecto, y no los disciplinaba con severidad; los padres se demostraban cariño uno al otro y estaban disponibles y accesibles para los hijos, con quienes tenían una relación afectuosa y expresiva. Por otra parte, los padres creaban un ambiente familiar estable y parecían haber respetado la autonomía de los hijos.

En 2012 se publicó un libro con los resultados del estudio, entre los cuales está la siguiente información: “Para predecir muchos de los aspectos del éxito a lo largo de la vida, las ventajas económicas y sociales al comenzar la existencia no son tan precisas como una infancia llena de amor”. Una niñez rodeada de bondad y cariño se relaciona más con los logros que se obtienen que la inteligencia, la clase social o el éxito en los deportes. El estudio también descubrió que “todo lo bueno que ocurra durante la infancia predice el futuro con mucha mayor exactitud que lo malo”4.

En general, los resultados indican que, aun cuando se presenten serias dificultades y algunas cosas salgan realmente mal, la mayoría de los niños tienen la facultad de recuperarse, y la confianza que se desarrolla gracias a una relación afectuosa con los padres, especialmente con la madre, tiene el efecto de producir felicidad duradera para toda la vida. Lo que me resultó interesante, aunque no me sorprendió, fue que el estudio coincide totalmente con lo que las Escrituras y la Iglesia enseñan sobre la familia. La Iglesia pone énfasis en la noche de hogar, la oración familiar, las expresiones de cariño, la unión y las tradiciones familiares, que son las mismas actividades que, según el estudio, darían como resultado adultos felices y de éxito.

Nefi comienza el Libro de Mormón expresando gratitud por sus “buenos padres” (1 Nefi 1:1); pero la verdadera lección es que cada uno de nosotros decide qué tipo de padre será a fin de que nuestra posteridad pueda afirmar con satisfacción que nació de buenos padres.

Lo más importante que pueden hacer es asegurarse de que sus hijos y aquellos a quienes enseñen sepan que ustedes los aman. El amor es el ingrediente esencial de la felicidad.

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La recompensa de la prosperidad sobre la Tierra

“Nuestra familia no ha logrado el éxito económico, ¿será porque debemos vivir con más rectitud?”

Las Escrituras son claras cuando estipulan que el vivir los mandamientos nos permite prosperar en la Tierra; sin embargo, les aseguro que esa prosperidad no se define por la cantidad de dinero que se tenga en la cuenta bancaria, sino que tiene un significado mucho más profundo.

Al hablarle a su hijo Helamán, el profeta Alma enseñó: “Mas he aquí, hijo mío, esto no es todo; porque tú debes saber, como yo sé, que al grado que guardes los mandamientos de Dios, prosperarás en la tierra; y debes saber también que si no guardas los mandamientos de Dios, serás separado de su presencia” (Alma 36:30).

Por consiguiente, el elemento principal para prosperar en la Tierra es tener el Espíritu con nosotros; y, si guardamos los mandamientos, también recibimos promesas específicas (véase Efesios 6:1–3). Por ejemplo, la sección 89 de Doctrina y Convenios promete que si vivimos de acuerdo con la Palabra de Sabiduría, disfrutaremos de bendiciones de salud y de grandes tesoros de conocimiento.

Al considerar uno de los elementos de la Palabra de Sabiduría, la abstención del alcohol, se aprende mucho. El prolongado estudio que mencioné antes halló que, entre los estadounidenses, el abuso del alcohol afecta a una de tres familias, es causa de una cuarta parte de todas las visitas a hospitales generales, tiene un efecto importante en el índice de mortalidad, en el divorcio, en la mala salud, y retrasa el desarrollo de las habilidades.

Otro prolongado estudio comparativo que se llevó a cabo en California (EE. UU.) reveló el hecho de que, entre los miembros activos de la Iglesia, la mujer vive un promedio de 5,6 años más, y el hombre de 9,8 años más, que otros hombres y mujeres de EE. UU. Los médicos que realizaron el estudio observaron que por lo menos una razón de esa diferencia era el cumplir con la Palabra de Sabiduría. El obedecerla nos permite prosperar en la Tierra5.

En una conversación que tuve con el presidente Gordon B. Hinckley (1910–2008) durante un vuelo en ruta a la dedicación de un templo, con gran satisfacción me dijo que la Iglesia cuenta con fondos para aumentar el número de templos debido a que los Santos de los Últimos Días han prosperado en la Tierra, y, por ser fieles pagadores del diezmo, han proporcionado los medios para construirlos.

Prosperar y ser rico no son necesariamente sinónimos. Una definición mucho mejor que da el Evangelio sobre la prosperidad en la Tierra es tener suficiente para nuestras necesidades al mismo tiempo que gozamos de la bendición abundante de tener el Espíritu con nosotros. Si proveemos de lo necesario para nuestra familia, y amamos y servimos al Salvador, disfrutaremos de la recompensa de tener el Espíritu y de prosperar en la Tierra.

La recompensa de la paz

En Doctrina y Convenios 59:23 se establece claramente cuál es la recompensa suprema que se promete para la rectitud: “Aprended, más bien, que el que hiciere obras justas recibirá su galardón, sí, la paz en este mundo y la vida eterna en el mundo venidero”.

Hace más de treinta y cinco años, el presidente Kimball enseñó que gran parte del progreso de la Iglesia “se deberá a que habrá muchas mujeres… que… se sentirán atraídas” a ella. Y agregó: “Pero esto sólo puede suceder si las mujeres de la Iglesia viven en forma justa y prudente, hasta el punto de que las consideren diferentes de las del mundo”6.

Esto realmente ha sucedido y continuará sucediendo en el futuro.

El Señor Dios es, en verdad, sol y escudo, y dará gracia y gloria. A los que anden en integridad no se les negará nada de lo bueno (véase Salmos 84:11). Mi ruego es que ustedes cosechen las recompensas de la rectitud al seguir fielmente a nuestro Señor y Salvador Jesucristo.

Notas

  1. Véase de Spencer W. Kimball, “Los dioses falsos”, Liahona, agosto de 1977, págs. 2–4.

  2. Véase, de Lane Anderson, Deseret News, “The Instagram Effect: How the Psychology of Envy Drives Consumerism”, 15 de abril de 2014, C7.

  3. Manual 2: Administración de la Iglesia, 2010, 1.3.3. El presidente Boyd K. Packer, Presidente del Quórum de los Doce Apóstoles, reafirmó este concepto en su discurso “El testimonio”, de la conferencia de abril de 2014, Liahona, mayo de 2014, pág. 95.

  4. George E. Vaillant, Triumphs of Experience: The Men of the Harvard Grant Study, 2012, págs. 108–109.

  5. James E. Enstrom y Lester Breslow, “Lifestyle and Reduced Mortality among Active California Mormons, 1980–2004”, Preventive Medicine 46, 2008, pág. 135.

  6. Spencer W. Kimball, “Vuestro papel como mujeres justas”, Liahona, enero de 1980, pág. 171; véase también Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Spencer W. Kimball, 2006, pág. 247.