“El poder del ayuno”
Al meditar sobre el propósito del ayuno y cómo este ha bendecido mi vida, me hace recordar la parábola de la mujer samaritana junto al pozo de agua porque el ayuno no es solamente abstenerse de alimentos y bebidas, es saber que podemos acudir a la fuente de aguas vivas, es sentir la necesidad de orar para comprender la voluntad de Dios y desarrollar mayor fortaleza espiritual, es comprender que podemos pasar por momentos duros en este sendero terrenal y aún así podemos encontrar la paz prometida.
Pude desarrollar un mayor testimonio del ayuno mientras servía como misionero de tiempo completo en República Dominicana. Nuestro presidente de misión nos asignó abrir área en un lugar montañoso que estuvo cerrado por mucho tiempo. En el transcurso de los cinco meses sirviendo en ese lugar tuvimos que ir más allá de las montañas para buscar las almas que esperaban escuchar el Evangelio restaurado. Fue una experiencia de aprendizaje y a la vez de mucha angustia y dolor físico. Mis rodillas empezaron a fallar y en poco tiempo al salir de casa solo podía avanzar un par de metros sin caer al suelo a causa del intenso dolor.
¿Por qué tenía que pasar por esto? ¿Qué podía hacer si estaba al servicio de Dios? Estos pensamientos venían a mi mente mientras reposaba en cama. Pasado un tiempo, mi presidente de misión me informó que los analgésicos ya no podían hacer más que su poca función. Sus palabras fueron: “Élder Suazo, su familia le espera. No podemos dejar que su cuerpo sufra más”. En ese momento lo único que pasaba por mi mente era: “¡no quiero ir a casa, me falta un año; yo quiero estar acá!” Le dije al presidente que me diera quince días para sanar y si en el transcurso de ese tiempo no mejoraba entonces regresaría a casa. Mi presidente sonriendo dijo: “tenemos casi dos meses luchando para sanar sus rodillas ¿cree que en quince días sanará?” “Claro que sí”, respondí.
No sabía cómo mi sanación sería posible pero sí sabía que el Señor no hace nada a menos que sea para nuestro beneficio. Fue un tiempo en que pude acercarme a mi Salvador al pedir en ayuno y oración como lo hicieron los hijos de Mosíah para ser fortalecidos. Si el Señor les ayudó y contestó sus oraciones ¿por qué no intentarlo? Al poco tiempo fui mejorando y mi presidente, al ver resultados, me dijo que me cambiaría de área e iría a un suelo más plano, él era nuevo y no conocía toda la misión. Para mi sorpresa me envió a una de las más grandes favelas de Santo Domingo con calles muy inclinadas y fue ahí donde pude descubrir el milagro: mis rodillas estaban bien, podía caminar, subir y bajar pendientes sin dolor; es más, pude terminar la misión sin dificultades físicas.
Quizás no siempre ocurran los milagros que esperamos pero cuando nos centramos en el Plan de Salvación podemos sentir paz y gozo. Existe un Plan y es perfecto porque ha sido creado por un Dios perfecto que nos proporciona los medios para poder sobrellevar las dificultades de este estado terrenal. Él nos ha dado Su evangelio incluyendo el conocimiento del ayuno, la oración y la fe en nuestro Misericordioso Redentor. Lo que es desesperanza puede llegar a ser esperanza.
Al pasar por esta experiencia, hice mía una frase que escuché: “Si la vida se vuelve demasiado difícil de pie, colócate de rodillas”. Quién diría que arrodillarme y ayunar sanaría mis rodillas dañadas.
Sé que por medio de pequeños actos de fe y esperanza como el ayuno nos acercamos al Salvador. Al pasar por esta prueba pude comprender mejor el significado del agua viva prometida a la mujer samaritana: “el que bebiere del agua que yo le daré no tendrá sed jamás” (Juan 4:14). Sé que Jesucristo vive, que es el agua viva y que Él cuida de nosotros. Sé con certeza que adoramos a un Dios vivo y que nos protege. Llegamos a sentir que nunca estamos solos si trabajamos en Su obra. Sé que por medio del Evangelio tenemos los medios para poder acércanos a Él y gozar de las bendiciones prometidas.
El artículo y la foto fueron realizados a partir de una entrevista por Ilsen Canales, Páginas Locales, Nicaragua