La Noche de Hogar
Como amo a mi familia, siempre me he esforzado por dar ejemplo, explicar, persuadir, demostrar, orar, ayunar, jugar, corregir y aceptar que me corrijan, así como por cumplir las ordenanzas de salvación para mi familia, y seguir, tanto como fuera posible, el ejemplo de nuestro Salvador Jesucristo, de la misma manera en que Él ha servido a sus hijos.
“Y además, si hay padres que tengan hijos en Sion o en cualquiera de sus estacas organizadas, y no les enseñen a comprender la doctrina del arrepentimiento, de la fe en Cristo, el Hijo del Dios viviente, del bautismo y del don del Espíritu Santo por la imposición de manos, al llegar a la edad de ocho años, el pecado será sobre la cabeza de los padres”1.
“… Siguiendo el ejemplo de nuestro Salvador, de conformidad con lo que él nos ha mandado, entonces os irá bien en el día del juicio. Amén”2.
Jesucristo es un ejemplo para nosotros en todas las cosas, en el bautismo, la oración, el juicio, la sabiduría, la compasión, el perdón, la humildad, la obediencia, la misericordia, la amabilidad y la persuasión.
Una de las herramientas que tenemos en la Iglesia para fortalecer, unir, hacer planes, marcarnos objetivos, orar, responder a las preguntas doctrinales y tener un tiempo de gozo, es la Noche de Hogar, en la que podemos demostrar el ejemplo de Jesucristo.
Como dice en el manual “La enseñanza y el aprendizaje del evangelio: Manual para maestros y líderes de seminarios e institutos de religión”: “Él los amó, oró por ellos y les prestó servicio continuamente; buscó oportunidades para estar con ellos y expresarles Su amor; conocía sus intereses, esperanzas, deseos y lo que pasaba en sus vidas.
“Él sabía quiénes eran y lo que podían llegar a ser; encontró maneras singulares de ayudarlos a aprender, maneras específicas para ellos. Cuando tropezaban, Él no se daba por vencido, sino que continuaba amando y ministrando a esas personas. A fin de prepararse para enseñar… procuró la guía de Su Padre Celestial”3.
A veces, el mayor desafío es el deseo de tener una noche de hogar perfecta. Recuerdo las dificultades que a veces teníamos para coordinar el día apropiado de la semana, y encontrar el horario correcto en medio de las responsabilidades escolares de los niños, pero con equilibrio y sabiduría siempre encontramos una solución para nuestros desafíos.
Recuerdo que nuestras mejores noches de hogar eran aquellas en las que invitábamos a los misioneros a que trajeran a sus investigadores a nuestra casa antes de su bautismo, para que pudieran ver cómo se hace una noche de hogar en una familia mormona, y también para ayudarles a enseñar el Evangelio. Esos fueron siempre momentos llenos de espiritualidad que les encantaban a nuestros hijos.
Tal como se afirma en la Proclamación para la Familia: “El esposo y la esposa tienen la solemne responsabilidad de amarse y de cuidarse el uno al otro, así como a sus hijos. ‘… herencia de Jehová son los hijos’ (Salmos 127:3). Los padres tienen el deber sagrado de criar a sus hijos con amor y rectitud, de proveer para sus necesidades físicas y espirituales, y de enseñarles a amarse y a servirse el uno al otro, a observar los mandamientos de Dios y a ser ciudadanos respetuosos de la ley dondequiera que vivan. Los esposos y las esposas, las madres y los padres, serán responsables ante Dios del cumplimiento de estas obligaciones”4.
Otra preocupación que teníamos durante nuestras noches de hogar fue enseñarnos a ser autosuficientes en nuestra familia. Siempre fuimos transparentes con nuestros hijos, y siempre decidimos juntos qué tipo de vida podríamos tener y cómo podríamos lograrla. Otra motivación familiar fue enseñar la importancia de nuestro apellido familiar, dejar un legado familiar, y para eso consideramos que “el divino plan de felicidad permite que las relaciones familiares se perpetúen más allá del sepulcro”5.
En las noches de hogar aprendimos sobre el Plan de Salvación, cómo tener una perspectiva eterna de las cosas, sabiendo que “si la verdadera doctrina se entiende, ello cambia la actitud y el comportamiento”6. Con el propósito correcto, viajamos al templo para efectuar las ordenanzas por nuestros antepasados, y eso siempre nos ha hecho sentir que teníamos un vínculo eterno con cada uno de ellos.