7 consejos para ofrecer un discurso
La autora vive en Utah, EE. UU.
¿Tendrán que discursar en la reunión sacramental dentro de poco? Entonces apliquen estos consejos.
No sé ustedes, pero cuando a mí se me pide que pronuncie un discurso en la reunión sacramental, me pongo muy nerviosa; no en lo referente a escribir el discurso en sí, sino en cuanto a presentar el mensaje. Siempre surgen preocupaciones como: “¿Y si soy demasiado aburrida? ¿Y si olvido decir algo? ¿Y si digo alguna palabra incorrectamente?”.
¿Se han sentido de la misma manera? (Espero no ser la única). Si es así, no es el fin del mundo. Lean estos siete consejos para mejorar su capacidad como oradores y ofrecer un discurso interesante.
Cómo preparar el discurso
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Utilicen las Escrituras y las enseñanzas de los profetas modernos (véase D. y C. 52:9). Esa es la base del mensaje. Después de todo, aquello es una de las principales razones por las que estamos en la Iglesia; para enseñar y aprender el evangelio de Jesucristo. Pueden estudiar el tema con ayuda de la Guía para el Estudio de las Escrituras (que está en scriptures.lds.org), así como de mensajes de las conferencias generales (pueden efectuar búsquedas por tema en el sitio gc.lds.org). Asegúrense de comprender los pasajes de las Escrituras y las citas que piensen emplear en el discurso. Si necesitan ayuda, pídanla a sus padres o a los líderes de la Iglesia.
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Inviten al Espíritu. Siempre es una buena idea orar y prepararse con anticipación para tener la compañía del Espíritu al hablar. El Espíritu no solo brinda calma si están nerviosos, sino que también testifica de la verdad (véase D. y C. 42:14). Inviten al Espíritu a la reunión sacramental al dar testimonio de lo que saben que es verdad.
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Traten de recordar alguna experiencia personal. Una de las mejores maneras de lograr afinidad con los demás es por medio de las anécdotas. A todos nos agrada oír las experiencias de otras personas y cómo es su vida. Así que traten de recordar alguna experiencia entretenida, singular o difícil que hayan vivido y que se relacione con el principio del Evangelio sobre el que se les ha asignado hablar. ¿Qué han aprendido de esa experiencia? ¿De qué manera los ha ayudado? Se trata de una excelente forma de comenzar el discurso, en caso de que no se les ocurriera cómo comenzar.
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Practiquen, practiquen y PRACTIQUEN. Después de haber escrito el discurso, tal vez deseen practicarlo en voz alta y a solas, y luego frente a su familia o amigos. De ese modo, notarán si se ajusta al límite de tiempo concedido y si hay partes que deban aclarar. Si el obispo está de acuerdo, incluso pueden ir al centro de reuniones de antemano para practicar el discurso desde el púlpito.
Cómo presentar el mensaje
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Eviten comenzar diciendo: “Aunque no me gusta discursar…”. Esa introducción puede variar mucho, pero la mayor parte de la audiencia la reconoce de inmediato. Por lo general, se trata de algo como lo siguiente: “Cuando el obispo me llamó para pedirme que ofreciera un discurso, traté de inventar alguna excusa para librarme de esto”. Aunque la mayoría de los miembros de la Iglesia quizás se identifique con lo incómodo que puede ser ofrecer un discurso, al decir (palabras más, palabras menos): “Aunque no me gusta discursar…”, las personas pueden interpretarlo como si ustedes dijeran: “No me presten atención”. Lo mejor es evitar cualquier introducción de esa índole. ¡Muestren entusiasmo por el tema asignado!
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Hablen con claridad. No es raro que las personas hablen muy rápidamente o en voz muy baja debido a los nervios. ¡Yo lo entiendo plenamente! No obstante, es importante hablar con claridad al ofrecer el mensaje a fin de que la congregación pueda entender. Hagan un esfuerzo consciente por aminorar el ritmo, pronunciar claramente las palabras y hablar al volumen adecuado (incluso con micrófono es posible hablar en voz demasiado baja). ¡La gente quiere escuchar su mensaje!
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Mantengan la vista en alto. Mirar a los ojos es una parte muy importante de la buena comunicación; demuestra que se está genuinamente concentrado e interesado en la conversación. Ahora bien, aunque no tienen que mirar a los ojos a cada uno de los de la congregación mientras hablan, despertarán mucho más interés como oradores si miran con frecuencia hacia las filas del fondo o del frente del salón. Eviten mantener la vista fija en las notas permanentemente. ¡La audiencia quiere ver su sonrisa, no la coronilla de su cabeza!
Aun con estos siete consejos, es posible que equivoquen alguna palabra o noten que alguien dormita en la tercera fila de bancas, por así decirlo. Pero, ¿significa eso que ustedes son malos oradores? ¡Por supuesto que no!
Cuando estamos en una situación un tanto incómoda, es normal sentirnos nerviosos o cometer pequeños errores. No obstante, en tanto hagan el esfuerzo máximo e inviten al Espíritu, no importa si tartamudean u olvidan decir algo. ¡Se hallan haciendo la obra de Dios y ayudando a Sus hijos a aprender más sobre el Evangelio!
Si enseñan y testifican sobre lo que creen, todo saldrá de maravilla.