El viaje de Isabelle
La autora vive en Texas, EE. UU.
El viaje sería largo y peligroso, pero llegar al templo valdría el esfuerzo.
Brasil (1992)
Isabelle entrecerró los ojos y miró el inmenso del azul del cielo. No había nubes a la vista. Pasó la lengua por sus secos labios.
Sus padres hablaban silenciosamente con el presidente Santiago, el presidente de la estaca. El motor del barco era tan fuerte que no los podía escuchar. Pero ella sabía de lo que estaban hablando. No había más agua para tomar.
Isabelle trató de enfocarse en la razón de su viaje. ¡Iban al templo para sellarse como familia! Ella se acordó de escuchar a sus padres hablar del hermoso Templo de São Paulo desde que era muy pequeña. Ir al templo casi parecía un cuento de hadas. Después de todo, la familia de Isabelle vivía en Manaos, en medio de la selva Amazónica, y el templo estaba a más de 3 200 km de distancia.
El presidente Santiago había planeado un viaje de 6 días para llegar ahí. Más de 100 miembros habían decidido ir. “Será un sacrificio”, Mamãe le había dicho. “Pero el sacrificio trae bendiciones”.
Al principio, el viaje era emocionante. Dormían en las hamacas sobre la cubierta del barco, cantaban himnos y leían las Escrituras.
Pero luego se agotó el agua para beber y el agua del río era muy sucia para tomar.
Isabelle sintió a Mamãe tocarle el brazo. “El presidente Santiago nos está llamando a todos”, le dijo. “Vamos a orar por lluvia”.
Isabelle se unió al grupo y la oración comenzó. Después de haber terminado la oración, ella sintió un cosquilleo de aire frío en el cuello. Corrió al lado del barco quedándose sin aliento. Una serie de nubes grises se aproximaban. Pronto se desató ¡un aguacero! Ella abrió la boca para atrapar las gotas de lluvia con la lengua.
“¡Rápido!” le gritó Mamãe. “¡Agarra valdes, ollas, lo que sea!”.
Isabelle agarró una sartén y la sostuvo. Ella quería atrapar la mayor cantidad de agua posible. Todos trabajaron juntos, sonriendo y celebrando. ¡Pronto estaban teniendo una fiesta de empapados! La tormenta duró 15 minutos. Fue el tiempo suficiente para obtener toda el agua que necesitaban. Fue un milagro.
En breve el barco llegó a tierra. Pero todavía les quedaban unos 2 400 km de viaje. Todos se subieron a un autobus por el del resto del viaje. Por días, el autobús saltó por entre las rugosas carreteras. ¡En una ocasión saltó tan fuerte que el parabrisas se quebró! En ocasiones pasaron por ciudades calurosas y llenas de personas. ¡Por lo menos las carreteras ahí no hacían al autobús saltar tanto!
Todos estaban muy agradecidos cada vez que paraban en un pueblo o ciudad a comer. Comieron en capillas o con miembros de la Iglesia a lo largo del camino. La primera noche llegaron tan tarde, que Isabelle tenía miedo de que nadie los estuviera esperando. “No te preocupes”, dijo Mamãe con una sonrisa cansada. “¡Mira!”.
El presidente de la rama y otros miembros de la Iglesia estaban en fila al lado de la calle. Sostenían un cartel que decía “El sacrificio trae bendiciones”. Isabelle sonrió.¡ Mamãe tenía razón!
Después de tres días de sobresaltos, finalmente llegaron a São Paulo. Isabelle se paró en su silla para ver mejor mientras el autobús giraba haciendo una curva. De repente todos en el autobús gritaron de emoción. “O templo! O templo!” Podían ver las altas y delgadas agujas del templo sobresalir por entre las filas de palmeras.
Todos estaban exhaustos, pero nadie quería descansar. Querían ser sellados inmediatamente. Cuando llegó el momento de su familia para ser sellados, Isabelle se vistió cuidadosamente de blanco. Al entrar al salón de sellamiento, vio a su padre radiante. Lágrimas de alegría corrían en el rostro de Mamãe. Su viaje había sido largo y peligroso. “Pero el sacrificio valía el esfuerzo”, pensó Isabelle. Ella sonrió al tomar su lugar para ser sellada a su familia para siempre.