Finalmente una familia eterna
La autora vive en Colorado, EE. UU.
“…Cuanto sellares en la tierra, sea sellado en los cielos” (Helamán 10:7).
¿Qué quiere decir ‘Las familias son eternas‘?”, preguntó Mia. Movió su pieza en el tablero. Ella y su mejor amiga, Zoey, estaban jugando un juego de mesa en la sala de Zoey. En la pared había una fotografía que decía, “Las familias son eternas”. A Mia le gustó como eso sonaba.
“Quier decir que aún después de morir, seguimos siendo una familia”, le explicó Zoey. Ella bajó una carta y movió su pieza.
Mia recorrió la habitación con la vista. Parecía normal. Había sofás, mesas, cojines, y un televisor. Pero la casa de Zoey se sentía diferente a la de ella. “¿Tu tienes una familia eterna?”, preguntó Mia.
Zoey levantó la vista del juego con una sonrisa. “¡Sí! Papá y mamá se casaron en el templo para poder estar juntos para siempre”.
“¿Es por eso que tu casa se siente diferente?”, preguntó Mia.
Zoey parecía confundida. “¿Diferente?”.
Mia no sabía cómo explicar el sentimiento en la casa de Zoey. Era feliz y acogedora. Pero decir eso sonaba tonto. “No te preocupes”, dijo. “Sigamos jugando”.
Esa noche Mia no dejó de pensar en la familia eterna de Zoey. A ella le encantaba el sentimiento en la casa de Zoey. La familia de Mia se iba a mudar a Ontario, Canadá, en pocos días. Ella se preguntaba cuál sería el sentimiento de su nueva casa.
“Mami, la casa de Zoey se siente tan feliz”, dijo Mia mientras su mamá la acostaba en su cama. “Yo quiero que en nuestra casa nueva haya el mismo sentimiento”. Mia pensó en cuánto amaba a su mamá, papá, y a sus hermanitos. “Yo también quiero que nuestra familia sea eterna”.
Mamá escuchó en silencio. Luego ella dijo: “Yo también”.
Al otro día, mamá llamó a la mamá de Zoey. Ella se enteró de que la familia de Zoey iba a La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
“Quiero ir a esa Iglesia”, le dijo Mia a sus padres mientras empacaban. Su casa estaba casi vacía.
“La mamá de Zoey dijo que nos podía ayudar a encontrar un edificio de la Iglesia”, dijo papá mientras cerraba una caja con cinta.
Mia sonrió y sintió un cosquilleo en el estómago. ¡Tal vez su casa nueva podría sentirse igual de acogedora y feliz que la de Zoey!
Una ve que se instalaron en su nueva casa, la familia de Mia comenzó a ir a la Iglesia. Las personas eran muy amables. Todos se llamaban “Hermano” o “Hermana” unos a otros. Mia fue a la primaria con sus hermanitos. Le encantó cantar las canciones y leer las Escrituras.
Pronto dos jovencitas vinieron a la casa de Mia. Sus nombres eran hermana Justin y hermana Ramos, y eran misioneras. Ellas le hablaron a la familia de Mia acerca del Padre Celestial, Jesucristo y el Libro de Mormón. A Mia le gustó escuchar acerca del Evangelio. ¡Incluso sus hermanos se sentaron tranquilos y escucharon!
Mia le contó a la hermana Ramos y a la hermana Justin acerca de la casa de Zoey. “Quiero una familia eterna como la de Zoey”.
“El Padre Celestial desea que todos tengamos familias eternas”, dijo la hermana Ramos con una gran sonrisa. “Él quiere que seamos felices”.
Pronto la familia de Mia decidió bautizarse.
Zoey y su familia manejaron hasta Ontario para el bautismo. Un año después regresaron. Esta vez la razón era ¡el sellamiento de Mia y su familia en el templo!
El día del sellamiento, Mia esperó afuera del templo con su familia, vestida de blanco. Todos estaban sonriendo de oreja a oreja. Mia sintió calidez y paz por dentro. “¡Ahora somos una familia eterna!”, dijo felizmente.
“Así es”, dijo el papá. “Somos tu familia eterna”.