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Cómo sé que el profeta actual es llamado y guiado por Dios
Mi testimonio de los profetas vivientes cambió el día en que un Apóstol visitó Haití.
La autora vive en Haití.
Por haber crecido en la Iglesia, siempre he luchado por conocer verdades y mantener fuerte mi testimonio. Recuerdo que, un jueves por la mañana, el instructor de Seminario nos estaba enseñando sobre los profetas y apóstoles. Él dijo una frase que se me grabó en la memoria: “El presidente Thomas Spencer Monson [quien era el profeta en ese entonces] es un profeta de Dios, y quien tenga el deseo de saber si esto es verdad puede orar con sinceridad para hallar la respuesta”. Sus palabras realmente me conmovieron.
Cuando volví a casa ese día, me arrodillé y le pedí al Padre Celestial que me hiciera saber si Él había llamado al presidente Monson como profeta. En ese momento sentí que me embargaba un gozo enorme y dulce; fue algo inexplicable. A partir de ese día supe que esa cálida sensación que tuve venía de Dios y confirmó mi fe en el profeta. Mi amor aumentó hasta el punto de saber que necesitaba la guía del profeta en mi vida; sin ella no podría salir adelante. Siempre tuve el deseo de escuchar y obedecer todas sus palabras en la conferencia general. Al enterarme de la muerte del presidente Monson unos años después, me embargó una gran tristeza porque sentía un gran amor por él.
Cuando el presidente Russell M. Nelson fue sostenido como el nuevo profeta, me pregunté si alguna vez llegaría a sentir tanto amor por él como el que sentía por el presidente Monson. No obstante, el Padre Celestial conocía el deseo de mi corazón, que era llegar a amar a cada uno de los hombres a los que Él llama para dirigir Su Iglesia. Además, creo que Él quería que yo siguiera teniendo experiencias que me permitieran lograrlo.
Poco después de haber sido llamado, el presidente Nelson envió al élder Dale G. Renlund, del Cuórum de los Doce Apóstoles, a reunirse con los jóvenes de Haití. Yo estaba feliz con la idea de ir a verlo; tenía el deseo de saber con certeza si él en verdad era llamado por Dios.
Cómo encontré la verdad
Después de un largo viaje, llegué a la capital del país y me senté en el edificio en el que el élder Renlund se reuniría con nosotros. Cuando entró en la sala sentí una sensación cálida que me llenó el pecho. El élder comenzó su discurso diciendo que el presidente Russell M. Nelson lo había mandado a visitarnos. En ese momento supe que Dios sabía que necesitábamos sentir el amor y el apoyo del nuevo profeta, y Él nos permitió tener esa oportunidad.
Cuando el élder Renlund pidió que un voluntario leyera la introducción del Libro de Mormón al grupo, sentí el Espíritu muy fuerte y me puse de pie sin percatarme de lo que estaba haciendo. Caminé hacia el estrado y me paré cerca del Apóstol para leer. Al instante, el corazón me comenzó a latir con rapidez y ni siquiera puedo expresar con palabras la fuerza del Espíritu que sentí. Era como si la presencia de Dios estuviera en la sala; fue una sensación increíble. En ese momento desaparecieron todas mis preguntas y mis dudas; supe que el élder Renlund en verdad era un Apóstol llamado por Dios. Sentí un gran amor por él y por el profeta que lo había enviado para que nos hablara.
El Padre Celestial nos ama tanto que se manifiesta a Sí mismo y manifiesta Su guía mediante Sus maravillosos líderes. Testifico que el profeta y los apóstoles son llamados por Dios, que el presidente Nelson sigue las recomendaciones y la revelación de Dios, y que siempre nos guiará por la senda correcta. La obra de restaurar el Evangelio comenzó con José Smith y esa obra aún continúa en la actualidad. A medida que nos esforcemos al máximo por seguir el consejo de nuestros profetas y compartir la verdad con los demás, también podremos participar en la Restauración continua.