Nuestro hogar, nuestra familia
Inspiración en el muelle
Mi familia estaba sufriendo y yo tenía que esperar cuatro horas a que llegara el barco de regreso a casa. Había llegado el momento de orar.
Me encontraba fuera de casa —a la que solo podía regresar en barco—, cuando recibí la noticia de que había habido una fuerte discusión en mi familia algo más temprano ese día; una discusión muy fuerte.
Mi esposa estaba enfadada. Mis hijos estaban enfadados. Todos estaban dolidos y yo no sabía qué hacer.
Temprano por la mañana había salido con mi camión de trabajo de mi isla natal, Apolo, Samoa, y había tomado el ferry a Savai’i, Samoa. El viaje en cada sentido lleva varias horas.
Después de hablar con mi esposa por teléfono y oír lo enojada que estaba, reconozco que me resultaba difícil volver a casa a esa situación. No estaba seguro de cómo ayudar a calmar tantos sentimientos heridos en mi familia.
Me detuve en el muelle y comencé a orar. Durante las cuatro horas siguientes, me senté en el camión, orando por mi familia mientras esperaba el barco para volver a casa.
Después de pasar mucho tiempo orando, recibí una impresión espiritual clara: “Simplemente, muestra amor a tus hijos. Muestra amor. Diles: ‘Los amo y Dios los ama’”.
Siempre me he llevado bien con mis hijos. Saben que los amo, y saben lo mucho que significan para mí. Sin embargo, comprendí claramente, por medio de la revelación, que mostrar un mayor amor sería lo único que volvería a unir a mi familia.
Cuando llegué a casa tarde esa noche, mi esposa todavía estaba muy enojada. “¿Qué vas a hacer?”, me preguntó.
Le hablé de la revelación que había recibido. Le dije lo que sentía, que debíamos mostrar a nuestros hijos que los amábamos de manera todavía más clara. “Creo que esa será la clave para sanar el dolor que todos están sintiendo”, le dije. Decidimos intentarlo.
Esa era la noche habitual de nuestro consejo familiar semanal. Sin embargo, a causa de la discusión, la mayor parte de los miembros de la familia querían cancelarlo esa semana. Mi esposa y yo decidimos que, a pesar de todo, celebraríamos el consejo familiar.
Al principio, nadie decía una palabra. Pude sentir que se habían derramado abundantes lágrimas y que mi familia había sufrido mucho emocionalmente.
Entonces, mi esposa comenzó a hablar. “Solo quería decirles cuánto los amo a todos”, expresó. Vi cómo cambiaba el lenguaje corporal de mis hijos. Al principio, estaban sentados al borde de la silla; pero, apenas mi esposa comenzó a explicar cuánto los amaba, nuestros hijos se reclinaron y se relajaron, y no tardaron en comenzar a sincerarse. Les dije también cuánto los amaba y lo feliz que me sentía de que fuéramos una familia.
Eso resolvió todo el problema. Fue increíble. Toda la ira se había disipado en nuestro hogar y fuimos capaces de reparar lo que se había dañado.
Ahora bien, mi familia no es perfecta, pero nos amamos mucho y dedicamos tiempo los unos a los otros. Ya sea levantándonos temprano para leer las Escrituras juntos, ir juntos a la Iglesia, jugar al baloncesto juntos, comer juntos o simplemente escuchar música juntos, trabajamos arduamente para mantenernos unidos.
Y con todo ello, mi esposa y yo sabemos más que nunca lo importante que es mostrar amor a nuestros hijos.
Lecciones que aprendemos de este padre
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El hermano Silaga reconoció que no sería capaz de resolver el problema por sí mismo. Oró durante cuatro horas para procurar revelación sobre cómo ayudar a su familia.
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La familia Silaga centra su hogar en Jesucristo. A pesar de tener horarios ocupados, se levantan temprano para estudiar las Escrituras en familia; tienen un consejo familiar cada semana; asisten a la Iglesia. Hacen todo lo posible por llevar las bendiciones del Evangelio a su hogar y a su familia.
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El hermano Silaga deliberó con su esposa antes de hablar con sus hijos acerca de la discusión.
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El hermano y la hermana Silaga les dicen regularmente a sus hijos cuánto los aman.
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Los Silaga trabajan juntos, pero también juegan juntos. Ellos son un ejemplo de este consejo impartido por el élder Dieter F. Uchtdorf, del Cuórum de los Doce Apóstoles: “En las relaciones familiares, amor en realidad se deletrea t-i-e-m-p-o, tiempo. El tomar tiempo para estar juntos es la clave para la armonía en el hogar” (“De las cosas que más importan”, Liahona, noviembre de 2010, pág. 22).