Solo para versión digital: Jóvenes adultos
Cómo sobrevivir al domingo cuando se es introvertido
El Evangelio es para todos y nuestras cualidades individuales nos pueden unir.
Cuando era adolescente, me aterraba ir la Iglesia.
Creía en la veracidad del Evangelio y sabía que necesitaba asistir a la Iglesia a fin de seguir creciendo en lo espiritual; sin embargo, a menudo sentía que no estaba a la altura.
En mis adentros pensaba que no podía cumplir con las expectativas de los demás en cuanto a lo que debía ser un miembro de la Iglesia (o lo que yo pensaba que eran las expectativas de ellos). Todas las otras personas parecían ser alegres, sociables, elocuentes y que siempre estaban dispuestas a dar testimonio o a ofrecer una oración; pero ¿yo? Yo era callada y me provocaba ansiedad encontrarme en situaciones sociales; así que sentía que no tenía nada que aportar como miembro de la Iglesia.
Lo cierto es que hay muchos miembros que son sociables y entusiastas y, aunque eso es algo bueno, por mucho tiempo sentí que debido a mi personalidad reservada y callada no encajaba en ese entorno. No obstante, ahora me doy cuenta de que eso distaba mucho de ser verdad.
Cómo me di cuenta de que podía progresar
Durante mis estudios universitarios, me mudé a un nuevo apartamento y mi compañera me presentó a los amigos que tenía en el barrio. De inmediato sentí que pertenecía al grupo gracias al amor y la aceptación que me mostraron. Sentí que realmente deseaban conocerme. Para mi sorpresa, gran parte de mi ansiedad social desapareció.
Descubrí que ese sentimiento de pertenencia no provenía de un cambio de lugar, sino de un cambio de perspectiva. Aprendí que no tengo que ser una persona sociable para ser discípula de Jesucristo. Hay fortaleza en el hecho de ser callada; hay fortaleza en escuchar y meditar. Al reconocer mis puntos fuertes como persona introvertida y abordar mis debilidades relacionadas con la ansiedad social, encontré un punto medio que me ayudó a sobrevivir y hasta progresar en el Evangelio.
Todos tenemos puntos fuertes y débiles
Hay una razón por la cual Dios nos ha dado distintas personalidades, puntos fuertes y puntos débiles. A una persona que es más sociable se le facilita más participar en las clases y crear un sentido de unidad en un barrio, mientras que los que son más reservados expresan un fuerte testimonio por medio de sus actos y su entrega a Jesucristo. También es posible que tengan más capacidad para tender la mano a otras personas que también sean calladas.
Si eres una persona introvertida, debes saber que hay un lugar importante para ti en la Iglesia. Tanto la personalidad introvertida como la extrovertida reflejan cualidades del Salvador que pueden servir para edificarnos los unos a los otros en el Evangelio.
No te centres en ti
Una pregunta que me hice fue por qué iba a la Iglesia en primer lugar. Iba a tomar la Santa Cena, a aprender más sobre Jesucristo y a ser digna de entrar al templo. Pero las Escrituras también nos dicen que “el cuerpo [de la Iglesia] tiene necesidad de cada miembro, para que todos se edifiquen juntamente” (Doctrina y Convenios 84:110; véase también Efesios 4:12).
Si bien las reuniones de la Iglesia nutren nuestro testimonio, me di cuenta de que la Iglesia no tiene que ver solamente conmigo. Al tomar la Santa Cena, cada uno de nosotros recuerda al Salvador, pero nos edificamos juntamente al compartir esa ordenanza como congregación.
Me preocupaba demasiado por lo que los demás pensaban de mí y no me preocupaba lo suficiente por el principio que debe guiar todos nuestros pensamientos y acciones: el amor. El profeta Mormón escribió: “… no temo lo que el hombre haga, porque el amor perfecto desecha todo temor” (Moroni 8:16).
Ese “amor perfecto” viene de Dios. Si nos abrimos para sentir ese amor, sentiremos menos temor de nuestras flaquezas y de lo que los demás piensen de nosotros, nos preocuparemos menos por nuestros problemas y estaremos más dispuestos a ser amables con aquellos que sientan que no pertenecen.
Haz una cosa a la vez
Nuestro deber de amarnos los unos a los otros y de compartir el Evangelio significa que tenemos que cultivar buenas relaciones con los demás.
Podemos evitar sentirnos abrumados si nos concentrarnos en interactuar de manera más significativa con una o dos personas a la vez. Si bien Jesucristo enseñó, sanó y sirvió a miles de personas durante Su ministerio terrenal, Él siguió un modelo de ministrar a las personas una por una (véanse 3 Nefi 11:15; 17:21).
Me di cuenta de que no tenía que ser la mejor amiga de todos ni la persona más popular del barrio. Lo más importante no es la cantidad de interacciones sociales que tengo, sino la calidad de esas relaciones. En lugar de preocuparme por todas las personas a la vez, solo me concentro en relacionarme con una persona cada semana en la Iglesia.
La Iglesia sigue siendo un reto en ocasiones, pero a medida que me esfuerzo un poco por salir de mi zona de comodidad y por vencer mi ansiedad social, siento el amor que el Salvador tiene por mí y por todos Sus hijos. Estoy empezando a encontrar mi lugar. Sé que he recibido gracia por medio de la expiación de Jesucristo para procurar vencer mis puntos débiles y emplear mis puntos fuertes a fin de edificar el reino de Dios.