Campos de heno y bendiciones del sacerdocio
De una entrevista con Eliza Broadbent
“… el Consolador [es] el Espíritu Santo” (Juan 14:26).
Cuando era niño, mi familia tenía una pequeña granja con vacas y sembrados. Crecer en una granja requería de trabajo arduo.
Un día caluroso de verano, mi hermano y yo estábamos trabajando en el campo. El viento soplaba fuerte y había mucho polvo en el aire. Yo sufría de alergias y el polvo del heno a veces hacía que me enfermara. Me lloraban los ojos y me resultaba difícil respirar. La nariz incluso me comenzó a sangrar de tanto frotarla.
Cuando mi mamá vino al campo y me vio, me dijo que entrara a la casa. Hizo que me acostara en el sofá con un paño mojado sobre la cara. Unos minutos después, regresó con dos granjeros. Estaban vestidos con monos (overoles o mamelucos) y estaban cubiertos de polvo de heno.
Los granjeros eran miembros de nuestro barrio. Me colocaron las manos sobre la cabeza y comenzaron a darme una bendición. En ese entonces, mi padre no era miembro de la Iglesia, de modo que no era un poseedor del sacerdocio. Sin embargo, nunca olvidaré cómo me sentí cuando esos hombres me bendijeron. Fue un sentimiento de calidez, paz y calma. Ya no me sentía tan enfermo.
Más adelante en mi vida, me di cuenta de que ese sentimiento era el Espíritu Santo. A veces, al Espíritu Santo lo llamamos el Consolador. Me gusta ese nombre, porque fue el Espíritu Santo quien me dio consuelo, me hizo sentir mejor tanto por dentro como por fuera.
El Espíritu Santo es una gran bendición. Busca el consuelo que brinda el Espíritu Santo y trata de tenerlo contigo todos los días. ●
Consuelo del Espíritu Santo
Hay muchas formas en las que puedes sentir el consuelo del Espíritu Santo. Este laberinto muestra algunas. ¿Puedes encontrar el camino en el laberinto?