Sección Doctrinal
“La travesía a la Vida Eterna”
A Moisés lo crio la hija de Faraón como a un hijo suyo, y en la corte de Faraón fue instruido en toda la sabiduría de los egipcios, llegando a ser un príncipe y guerrero poderoso en palabras y hechos.
A la edad de cuarenta años, dejó Egipto y se fue a vivir como extranjero a la tierra de Madián, y allí estuvo cuarenta años más (Hechos 7:21−29). A este Moisés, convertido en pastor de su suegro Jetro en la tierra de Madián (Éxodo 3:1), lo había escogido Dios para librar a Su pueblo de la esclavitud de los egipcios (TJS, Génesis 50:34; 2 Nefi 3:9−10).
Estando en Horeb con las ovejas, un mensajero angélico se le manifestó haciendo que una zarza pareciera arder, pero sin consumirse. Al acercarse a la zarza, la presencia del Señor se manifestó a Moisés, “y vio a Dios cara a cara, y habló con él, y la gloria de Dios cubrió a Moisés; por lo tanto, Moisés pudo soportar su presencia” (Moisés 1:2). “[…] lo llamó Dios de en medio de la zarza, y dijo: ¡Moisés, Moisés! Y él respondió: Heme aquí. Y dijo: No te acerques acá, quita el calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás tierra santa es” (Éxodo 3:4−5). “Y he aquí, estoy contigo hasta el fin de tus días, porque librarás de la servidumbre a mi pueblo, sí, a Israel mi escogido” (Moisés 1:26).
Y después de 430 años de esclavitud en Egipto y de 40 años de purificación en el desierto, Moisés llevó a Israel a la tierra prometida, a una tierra santa.
Todos tenemos que hacer la misma travesía para nuestra salvación: Tener fe en Jesucristo (seguir a Moisés; Deut. 18:18; Hechos 3:22), dejar el pecado atrás (salir de Egipto), purificarnos mediante el arrepentimiento (atravesar el desierto), bautizarnos en agua y Espíritu Santo (atravesar el mar Rojo, y tener la guía del pilar de fuego y humo; Éxodo 13:21−22; 14:21−22; 1 Corintios 10:1−4) y, por fin, obtener la vida eterna (conquistar la Tierra Prometida).