Mensaje del Área
Todos podemos ministrar y parecernos más a Él
Al ministrarnos con amor unos a otros, nos parecemos cada día más a nuestro Salvador Jesucristo. Podemos seguir Su ejemplo, aprender de Él y así llegar a ser ministrantes más efectivos.
Los simples actos de amor y de servicio pueden cambiar e impactar la vida de los demás desde lo más profundo. Todos, sin excepción, podemos ministrar.
Pude sentir el amor puro de Cristo, que es el resultado real de la ministración. Había recibido la asignación de presidir una conferencia de estaca durante un fin de semana. Todo lo que deseaba era tener la fortaleza espiritual necesaria para poder ministrar a otros. Quería ser un mensajero digno para llevar el gran amor del Padre Celestial, las buenas nuevas del Evangelio y las palabras de los profetas a esa hermosa gente.
Había tenido una semana muy difícil, cargada con mucho trabajo y algunas otras preocupaciones. Me sentía agobiado y algo triste. Le preguntaba al Señor en mi corazón cómo podía sentir esa paz que sólo Cristo da, y ser así un instrumento en Sus manos.
Abrí mi maleta para desempacar mi ropa, y en el fondo encontré una hermosa carta que decía: “Papá te amo”. Tenía un bello dibujo de mi hija Amanda conmigo de la mano y muchos corazones. Sentí el gran amor de mi Padre Celestial. Él había contestado mi oración. Había sido ministrado por mi pequeña hija de cinco años, con ese sencillo pero significativo acto de amor.
Esto causó un profundo efecto en mí. Con lágrimas en los ojos sonreí y agradecí al Señor por haberme fortalecido. Sin duda fue una conferencia inolvidable. Tuve la hermosa experiencia de visitar y ministrar a otros en sus hogares, junto con el presidente de estaca y el presidente del cuórum de élderes de un barrio. Los invitamos directa pero amorosamente a venir a Cristo a través del camino de las ordenanzas y los convenios.
No necesitamos hacer enormes actos de servicio o grandiosas visitas de ministración para que el Señor cambie el corazón de una persona, le dé alivio o lo fortalezca. El Señor me recordó que, con actos sinceros y sencillos, podemos ayudar a otros y ser instrumentos eficaces en Sus manos.
En el Libro de Mormón leemos: “Y así fueron instrumentos en las manos de Dios para llevar a muchos al conocimiento de la verdad, sí, al conocimiento de su Redentor”1.
El presidente Henry B. Eyring ha dicho: “Habiendo ayudado a otras personas a venir a Él, se encontrarán con que ustedes mismos han venido a Cristo”2.
Él vivió sirviendo a los demás, y nosotros debemos seguir Su ejemplo ministrando a otros. Debemos preguntarnos, ¿cómo podemos ministrar a otros de forma más efectiva?
Lo primero es comprender el principio del discipulado. Jesucristo es el Buen Pastor, y siendo nosotros Sus siervos, podemos seguir Su ejemplo al advertir, dirigir, conocer, buscar, cuidar y proteger a sus ovejas.3 Debemos ser Sus discípulos en todo sentido y en todo momento. Debemos prestar atención a Su voz, la cual nos conduce a los seguros pastos de la salvación y la vida eterna.
La ministración eficaz debe ser uno a uno, como nos mostró el Salvador. Debemos acercarnos y convertirnos en parte de la vida de la otra persona, mostrar interés genuino, amarlos, servirles con pequeños actos significativos, reír con ellos, llorar con ellos, compartir las cargas y la alegría de Sus bendiciones. Al ser sus amigos, podremos ayudarles a alcanzar las bendiciones prometidas de la vida eterna a través del camino de las ordenanzas y los convenios.
Por medio de la oración y del Espíritu Santo, podremos saber lo que cada persona o familia necesita. Al preguntarnos qué es lo que el Señor espera de mí para ellos, podremos seguir la guía del Espíritu. Sabremos lo que funcionará mejor para ellos.
En una capacitación de liderazgo en abril de 2018, el presidente Russell M. Nelson dijo lo siguiente: “Ministrar, ¿con qué propósito? Para que ellos puedan reunirse con Dios, con Cristo y con sus familias para siempre”4.
A medida que nos olvidamos de nosotros mismos para aprender a amar más a nuestro prójimo a través de la ministración, llegaremos a amar más al Salvador, conocerlo y parecernos más a Él.