2020
Edifiquemos sobre la roca
Diciembre de 2020


Mensaje de Área

Edifiquemos sobre la roca

En la parte final del hermoso Sermón del Monte, el Salvador enseñó a Sus seguidores en cuanto a la prudencia de actuar de acuerdo con Sus enseñanzas1. En otras traducciones de La Biblia, no se habla de prudencia sino de sabiduría en el actuar de las personas que así lo hacen.

El Señor compara a aquel que escucha Sus enseñanzas y las aplica en su vida con el hombre que construye su casa sobre la roca. Sabemos que no existe una mejor superficie de apoyo para los cimientos de una construcción que la roca misma, por lo que la comparación que establece Jesús no podría ser más apropiada.

Sin embargo, cuando se va a construir una edificación, sólo en escasas ocasiones el suelo que la va a soportar está compuesto de roca, por lo que muchas veces se hace necesario mejorarlo, ya sea compactando el existente o aun retirándolo y reemplazándolo por otro de mejor calidad. De la misma manera, en la edificación de nuestras vidas y en la de nuestras familias debemos asegurar que hagamos los cambios requeridos, aun el retirar costumbres y tradiciones que no van de acuerdo con las enseñanzas del Salvador y permitir así que aquellas estén basadas sobre el mejor cimiento, que es Jesucristo mismo y Su Evangelio restaurado.

Recordemos las poderosas palabras de Nefi, hijo de Helamán, quien, habiendo entregado el asiento judicial por causa de la iniquidad del pueblo, “se dedicó a predicar la palabra de Dios todo el resto de sus días”2. Nefi dijo al pueblo: “Y ahora bien, recordad, hijos míos, recordad que es sobre la roca de nuestro redentor, el cual es Cristo, el Hijo de Dios, donde debéis establecer vuestro fundamento, para que cuando el diablo lance sus impetuosos vientos, sí, sus dardos en el torbellino, sí, cuando todo su granizo y furiosa tormenta os azoten, esto no tenga poder para arrastraros al abismo sin fin, a causa de la roca sobre la cual estáis edificados, que es un fundamento seguro, un fundamento sobre el cual, si los hombres edifican, no caerán”3.

Habiéndose enfatizado la importancia fundamental de establecer un buen cimiento, debemos recordar que para obtener un resultado final de calidad y de acuerdo con el diseño, debe seguirse un proceso similar en cada etapa siguiente de la construcción. El constructor debe ceñirse a los planos y especificaciones determinadas por los diseñadores de la obra.

De la misma manera, la construcción de nuestras vidas no finaliza con tomar una correcta decisión inicial, como sería el bautizarse en la Iglesia de Jesucristo y tampoco se construye con acciones correctas, pero aisladas.

A lo largo de la vida siempre enfrentaremos desafíos, situaciones difíciles y otras inesperadas que podrían afectar nuestras más rectas y honestas intenciones. Para evitarlo, será necesario revisar continuamente los “planos y especificaciones” establecidos por el Creador, de manera de tomar las mejores decisiones continuamente, así como enmendar el rumbo cuando sea necesario si es que vamos a cumplir el propósito de nuestra existencia, que es el regresar a la presencia de nuestro Padre Celestial.

Esas decisiones deben necesariamente estar basadas en las instrucciones que nuestro amoroso Padre pone a nuestra disposición por medio de sus profetas. El estudio constante de las Escrituras y de las palabras de los profetas modernos constituyen los planos y las especificaciones para la construcción exitosa de nuestras vidas.

El élder Robert D. Hales, de los Doce, ha dicho: “No nos envió nuestro Padre sólo para nacer; se nos envió a perseverar y a regresar a Él con honor”4.

La enseñanza del Salvador es muy clara: “A cualquiera, pues, que me oye estas palabras y las hace …”5. Aunque es indispensable, no es suficiente leer o escuchar la palabra de Dios, ni siquiera aprender de ella, sino que además debemos esforzarnos por meditarla, comprenderla y hacerla parte de nuestra vida diaria, de cada acción y decisión que tomamos.

Sigamos adelante, avanzando por la senda establecida por nuestro Padre, “asidos constantemente a la barra de hierro”, hasta que lleguemos, nos postremos, comamos y seamos llenos del gozo inmenso que viene de participar del amor de Dios, que es más deseable que todas las cosas6.

Notas

  1. Ver Mateo 7:24–27.

  2. Ver Helamán 5:4.

  3. Helamán 5:12.

  4. Robert D. Hales, “He aquí, tenemos por bienadventurados a los que sufren”, Liahona, julio de 1998, pág. 81.

  5. Ver Mateo 7:24.

  6. Ver 1 Nefi 8:10–12, 30; 11:21–23.

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