2020
Una época especial
Diciembre de 2020


Mensaje del Área

Una época especial

Qué época tan especial es la temporada navideña. Desde niño la he disfrutado. Crecí en una familia que me enseñó el magnífico don del nacimiento del Señor Jesucristo y su gran significancia; además de eso el maravilloso valor de la amistad, del servicio y lo hermoso de estos festejos, rodeado de familiares, amigos y seres queridos. A lo largo de mi vida he participado de numerosos y diversos festejos, en muchos casos con un clima bien caluroso, puesto que vivimos en el hemisferio sur y a veces con temperaturas más benignas.

Vienen a mi mente algunos recuerdos navideños que tengo de momentos de mi niñez, en lugares rurales; puesto que nuestro papá era médico de campo. Guardo en mi corazón el enorme afecto que tenían las personas hacia papá y mamá, y hacia toda nuestra familia.

Estos amigos veneraban el trabajo dedicado de ese médico junto a su esposa y se lo hacían saber constantemente con agasajos e invitaciones, en especial, durante el festejo navideño. Todas las familias iban a la Misa del Gallo, en la medianoche navideña. Nosotros también estábamos invitados y, antes de ir, hacíamos una noche de hogar en casa con himnos y mensajes referidos al nacimiento del Salvador.

Recuerdo que más tarde, durante estos festejos, de los cuales participamos muchas veces, se hacía un brindis del que todos participábamos deseándonos el uno al otro una Feliz Navidad. La verdad es que era un festejo que me encantaba pues observaba lágrimas, abrazos y buenos deseos que significaban simbólicamente reencuentro, perdón y nuevos comienzos. Ellos lo hacían con sidra y nosotros con agua o gaseosa. ¡Qué gran ejemplo recibí de mis padres de tolerancia religiosa! Me enseñaron a compartir la vida con personas maravillosas, con enormes valores, que en muchos casos comparten nuestra fe y en muchos otros casos profesan diferentes creencias y religiones.

Esa enseñanza me acompaña hoy en cada minuto de mi vida y me permite relacionarme con un sinnúmero de personas valiosas; muchas de ellas comparten mi fe y muchas no.

Con los años, la vida me premió con mi propia familia. Viene a mi memoria una Navidad que preparamos con mi esposa María Alicia, en nuestra pequeña pero hermosa casa. Era una Navidad especial puesto que vendrían a casa los padres de mi esposa, Nora y Jorge, mis padres Susana y Deolindo, y mi hermano Mario con su esposa Adrianne viajando desde otra ciudad.

Recuerdo los preparativos que realizamos con mi esposa y con nuestra hijita Pilar, y el esmero en preparar todos los detalles: los obsequios pensados para cada uno de ellos, la deliciosa comida, la preparación de la mesa en el patio de nuestra casa acorde a la ocasión, los adornos, el árbol navideño y muchas cosas más.

María Alicia y yo ya vivíamos en nuestra actual ciudad, Santa Fe, Argentina. Ciudad calurosa y húmeda, por cierto. Aquella era una noche especialmente calurosa y en ese entonces, no disponíamos de los sofisticados métodos de pronósticos del clima de los que hoy disponemos. Fue así que, cuando todos estábamos sentados en la mesa disfrutando de una deliciosa cena al aire libre, el clima cambió abruptamente y de un momento a otro se desató una tormenta terrible con lluvias y vientos muy intensos. Se cortó la energía eléctrica y tuvimos que refugiarnos e improvisar una mesa en nuestro comedor diario.

Este inconveniente no perturbó el espíritu navideño que moraba en nuestro hogar, y seguimos compartiendo ese hermoso momento juntos. Aún a pesar de tener creencias religiosas diferentes con los padres de mi esposa, esto no nos impidió esperar unidos el festejo de este evento singular, a saber, el nacimiento del Salvador Jesucristo.

Entre mis memorias navideñas rescato además la maravillosa influencia que ha tenido la música en los festejos navideños de los que he participado. La bella música, bien ejecutada, tiene un poder mágico para transformar positivamente nuestros pensamientos y sentimientos, envolviendo los ambientes, por más humildes que sean, con su calidez y con su encanto. La hermosa música, junto a la magnífica poesía de los himnos de la Iglesia nos han permitido como familia, y de manera personal, colmar nuestros pensamientos y sentimientos de agradecimiento al Padre Celestial por su bondad, tal como se describe en Juan 3:16:

“Porque de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su Hijo Unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna”.

Mi sincero deseo en esta temporada especial de Navidad es que podamos estar cerca de nuestros seres queridos, de nuestros buenos amigos; usando esta hermosa ocasión del nacimiento de nuestro Salvador para comenzar nuevamente, para perdonar, para pedir perdón, para festejar la vida de la cual Él es el autor, dentro de un marco de tolerancia hacia todos quienes nos rodean y, si es posible y las circunstancias lo permiten, escuchando y cantando música inspiradora que nos acerque al Señor Jesucristo.

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