Mensaje del Área
El ayuno, una expresión de adoración verdadera
Élder Poncio comparte su experiencia de que al ayunar con fe y oración y al hacer su parte tanto temporal como espiritual, el Señor responde en su momento.
Una de las experiencias familiares más difíciles que vivimos fue cuando nuestro padre enfermó. Esta experienica sensibilizó nuestros corazones y nos hizo acercarnos más al Señor Jesucristo.
Cuando la salud de nuestro padre se complicó, mi hermana quien lo cuidaba me avisó que se necesitaba una operación urgente. Eso nos asustó mucho y nos causó aflicción, temor y miedo.
Lo primero que pensamos fue identificar un lugar dónde llevarlo para su rápida atención. Buscamos entre las opciones tanto hospitales públicos como privados. Como familia, que deseaba el bienestar de nuestro amado padre, realizamos una reunión de emergencia, para decidir qué hacer.
Las primeras dos cosas que hicimos fue orar y ayunar por él, para pedir el favor divino que lo sanara por medio de un milagro. Las bendiciones del sacerdocio se habían realizado pero aun faltaba la operación.
Además, hablamos de la urgencia de llevarlo a un hospital. No tuvimos acceso a un hospital nacional, por lo que debíamos hacerlo a un sanatorio privado. Todos empezamos a aportar lo que teníamos para reunir el dinero. En ese entonces, yo estaba sirviendo como obispo en otra ciudad. Comprendía las cosas que debíamos hacer primero como familia para resolver esta emergencia, así que contactamos algunos familiares, pero no pudieron hacer mucho para apoyarnos económicamente. Mas sí contamos con sus oraciones de fe.
Después de la reunión nos dimos cuenta de inmediato que no alcanzábamos a cubrir el costo total de la operación y no sabíamos qué haríamos. En consejo con mis hermanos pensamos que la última opción era recurrir a la Iglesia. Sinceramente nos daba pena hablar con el obispo de la unidad donde vivía mi familia. Necesitábamos que nos apoyaran. En verdad lo necesitábamos. Habíamos realizado nuestro mejor esfuerzo por cubrir este gasto y buscar opciones, pero no nos alcanzaba.
Viajé a la ciudad donde vivían mis hermanos para reunirnos y solicitar una reunión con el obispo. Él amablemente nos recibió en su oficina y tuvimos la entrevista. El obispo sabía lo que estaba pasando con nuestro padre.
Nos dijo que tuviéramos fe y que confiando en Jesucristo saldríamos de esta crisis. Nos dio palabras de mucho ánimo. Le expresamos que en ese momento necesitábamos ayuda para completar el pago de la operación de nuestro padre. Él nos preguntó qué habíamos hecho como familia y le explicamos con lo que contábamos y que con todo lo que habíamos realizado, logramos juntar más de la mitad del costo de la operación.
El obispo nos dijo: “hemos visto que se han esforzado como familia y están contribuyendo a establecer el reino del Señor sirviendo en Su Iglesia”, y añadió: “considero y siento que debemos apoyarles, pero como ustedes saben hay que hacerlo a la manera que el Señor nos ha enseñado. Como parte importante y especial de este plan de apoyo, tengo asignaciones que deben realizar cada uno de ustedes como parte de su autosuficiencia”.
Nos miramos con mis hermanos y le dijimos, “claro que entendemos esa parte, así que estamos dispuestos a seguir sus instrucciones”.
Él empezó a darnos asignaciones en esa misma reunión, uno por uno hasta que llegó a mí. Me miró y dijo: “hermano Poncio, usted es obispo actualmente y entiende muy bien los principios de la Iglesia y lo que se debe hacer”. Me puse ansioso de qué me iba a asignar o decir. Continuó hablando: “siga sirviendo en su llamamiento y sea más generoso en sus ofrendas de ayuno”.
Cuando él me dijo eso, pensé que tenía mucha razón. Tengo que ser más generoso en mis ofrendas. Medité bastante eso. Lo tomé muy en serio y creí en sus palabras como un representante de Jesucristo. Teníamos una dificultad y la Iglesia nos apoyaría con una parte que nos faltaba y pensé, ¿cuánto le debo al Señor por todo lo que me ha dado?
Esta experiencia nos unió más como familia. La operación se llevó a cabo. Mi padre salió bien y su salud mejoró. Las bendiciones se derramaron para nosotros gracias al Señor. Ayunamos con fe, oramos con fe, Él nos respondió en su momento y nosotros hicimos nuestra parte temporal y espiritual.
Desde ese entonces siempre tengo esas palabras en mi mente, “sea más generoso en sus ofrendas”. Lo hemos puesto en práctica como familia al ser generosos para bendecir a otros, tal y como fuimos bendecidos nosotros y como nos enseñó este buen obispo.
Testifico que el ayuno nos acerca al Señor y es una expresión de adoración verdadera entre Él y nosotros. Las Escrituras nos enseñan en Doctrina y Convenios 88:76, “También os doy el mandamiento de perseverar en la oración y el ayuno desde ahora en adelante”.
Jesucristo vive, Él es nuestro Salvador, Él guía nuestro camino en este estado de probación. Nos ha dado la oportunidad de aprender Sus principios, doctrinas y mandamientos, como el de ayunar para acercarnos más y ser como Él. El ayunar ayudó a mi padre en su momento porque el Señor vio cómo acudíamos a Él con mucha sinceridad.
Testifico que estas cosas que hemos vivido en este estado de probación hoy nos sostienen y fortalecen, nos hacen saber que Él vive, que nos ama y no nos deja solos, si acudimos a Él en ayuno y con verdadera inteción.
Sé que Él escucha el clamor de Sus hijos, Él es nuestro Salvador. Cuando más lo necesitamos allí está aunque no lo podamos ver.