Voces de los Santos de los Últimos Días
Perseverar es ser constantes y nunca rendirse
Me sentí como un libro nuevo con las páginas en blanco, listo para escribir. Una nueva aventura me esperaba. Había esperado mucho tiempo. ¡Todo el esfuerzo valió la pena!
Mi papá siempre me dice que mi nacimiento fue una bendición, pues él siempre rogó al Señor que le concediera tener un hijo. Después de mí, nació mi hermana menor, Belén.
Mi papá conoció la Iglesia y se bautizó cuando era muy joven, tendría tal vez unos 12 o 13 años. Pero después de un tiempo dejó de asistir. Cuando conoció a mi mamá también tuvieron la oportunidad de conocer a los misioneros, pero las visitas no dieron fruto. Ni mi papá regresó a la Iglesia y ni mi mamá se bautizó.
Mi abuela materna es miembro de la Iglesia, así que desde pequeño pude asistir a la Iglesia con ella, y también a sus noches de hogar. Siempre tuve el deseo de bautizarme, pero mis padres no querían escuchar a los misioneros ni querían darme el permiso para que yo me bautizara, aunque nunca me prohibieron asistir a la Iglesia.
El Señor ablandó el corazón de mis padres
Conseguir el permiso para bautizarme no fue una tarea fácil. Por más que yo se los pedía, ellos se rehusaban. Muchos misioneros pasaron, pero mis padres no quisieron escuchar a ninguno. Finalmente llegaron las misioneras, cuyos nombres nunca podré olvidar, la hermana Quintano y la hermana Near. Ellas fueron muy persistentes y llegaban a visitarme constantemente. Finalmente, mis padres les abrieron las puertas de nuestro hogar.
Una noche, después de que las misioneras se fueron, les pedí a mis padres que hiciéramos una oración. Después de la oración les hablé acerca de mi bautismo. Les dije que yo quería bautizarme, y les expresé que yo deseaba ser como esas misioneras y predicar de Jesucristo. Mi Padre Celestial me ayudó y les ablandó el corazón. Me dieron permiso para bautizarme.
Llegó el día de mi bautismo, el 11 de septiembre de 2016. Ese fue el día más feliz de mi vida. Me sentí como un libro nuevo con las páginas en blanco, listo para escribir. Una nueva aventura me esperaba. Había esperado mucho tiempo. ¡Todo el esfuerzo valió la pena!
Siempre enfrentaremos pruebas
Después de mi bautismo, mi padre asistió a la Iglesia por algunos meses, pero luego se ausentó de nuevo. Durante todo ese tiempo yo asistía solo, siempre con mi abuela, pero sin mi familia. Había momentos en los que me desanimaba porque no sabía si algún día mi padre regresaría a la Iglesia o si mi mamá se bautizaría.
Durante ese mismo tiempo, también pasamos por muchos problemas familiares y económicos. Dejé de orar y de leer las Escrituras. Esto causó que me debilitara mucho espiritualmente. No culpo a mis padres; fueron mis propias decisiones.
Me ayudaron mucho las palabras del presidente Luis Peña, nuestro presidente de estaca. Él dijo en una ocasión que el camino del Señor no es sencillo ni fácil, pero que la recompensa es vida y paz. Nos explicó que mientras procuremos seguir al Señor, nuestras necesidades espirituales y temporales serán saciadas para nosotros y nuestras familias. Retomé mis hábitos de lectura de las Escrituras. Continué asistiendo a la Iglesia diligentemente, y decidí participar y servir en los programas de la Iglesia, especialmente el de los Hombres Jóvenes. Fue así como recibí la fortaleza y paz que necesitaba.
La clave es nunca rendirse
En octubre del año 2019 mi hermana menor se bautizó y logró hacer lo que yo no logré en todos estos años, que mi padre y mi madre asistieran juntos a la Iglesia. Mi padre asistió constantemente desde noviembre y después siguió mi mamá. Lamentablemente eso se vio interrumpido por la pandemia del COVID-19.
Aun con todo esto, tenemos la bendición de participar de la Santa Cena en casa, mi papá, mi hermana y yo. Mi mamá no participa. Dice que todavía no está preparada para el bautismo, pero sé que algún día lo hará y podremos ser al fin una familia eterna.
Mis padres se han convertido en mi principal apoyo. Es mi mamá la que me recuerda leer mis Escrituras y mi papá quien me pregunta constantemente cuándo llenaré mi carpeta misional. Me estoy preparando para servir una misión de tiempo completo, y mi meta es poder mandar mi carpeta el próximo año.
Sé que, como yo, hay muchos jóvenes con desafíos o problemas similares o tal vez más complicados. La respuesta es la misma: confiemos en el Señor y nunca nos rindamos.
Invito a los jóvenes y a todos a no desanimarse. Cuando uno acepta seguir a Jesucristo, el camino no es fácil, pero siempre debemos tener presente que el Padre nos ama y siempre está con nosotros.