Voces de los Santos de los Últimos Días
Contrario a lo que pensaba, no soy el único miembro de la Iglesia en mi familia
Por medio de la historia familiar he llegado a descubrir que hay otros familiares que comparten mis valores con quienes también podré compartir historias.
Mi jornada en la Iglesia empezó hace dos años cuando me bauticé. Tengo 19 años, soy de El Salvador y actualmente me encuentro sirviendo una misión de tiempo completo.
Poco tiempo después de bautizarme, sentí la necesidad de trabajar por todos aquellos familiares que habían fallecido sin las ordenanzas de salvación. Prácticamente eran todos mis familiares ya fallecidos, pues soy el pionero y único miembro de mi familia.
Empecé a trabajar en historia familiar, y la obra vicaria por mi abuela materna fue la primera en completarse. Pocos días después, tuve un sueño muy especial en donde la ví al otro lado del velo. Ella había aceptado el Evangelio. Esta experiencia fue una gran motivación en mi vida, así que continué trabajando mucho por mi familia materna, pero dejé de lado a mi familia paterna por un tiempo.
Lastimosamente nunca conocí a mis abuelos paternos y por lo tanto nunca pude obtener información valiosa acerca de mis antepasados, mi padre tampoco tenía información acerca de sus abuelos. Yo sentía que todo el peso acerca de la salvación de sus almas recaía sobre mí, sentía la enorme necesidad de ayudarles, pero no sabía ni cómo ni dónde empezar.
Gracias a la ayuda de mis maestras de Seminario, pude avanzar mucho en mi árbol. Decidí ingresar los datos de mis abuelos paternos, y noté que ya estaban enlazados con los datos de mis bisabuelos y tatarabuelos, gracias a la indexación de muchos hermanos.
Pude llegar hasta la sexta generación de mi línea directa, y de nuevo no sabía cómo podía más avanzar. La única esperanza que tenía era esperar algún milagro como respuesta a mis oraciones constantes. Pasó mucho tiempo antes de que mis oraciones fueran contestadas.
Hoy, después de un mes de haber iniciado mi servicio como misionero de tiempo completo, he podido ver los milagros y bendiciones que vienen por trabajar en historia familiar. Debido a la pandemia se nos permite utilizar teléfonos inteligentes, y en nuestro tiempo libre podemos trabajar en historia familiar.
Encontré dentro de mis antepasados a alguien con mi mismo nombre. ¡Qué gran coincidencia! No fue solo eso sino que, ¡era gemelo!, igual que yo. No muchos saben esto de mí, porque mi hermano murió en el vientre de mi madre.
Mi padre ha empezado a interesarse mucho en la Iglesia y en la historia familiar. Estaba emocionado por conocer más acerca de su familia. “Tu abuelo estaría muy feliz con toda la información que has encontrado”, me dijo.
Mis lazos de unión y amor con mi familia paterna se restablecieron. Habíamos perdido comunicación, así que un día tomé valor y los contacté para pedirles más información de la familia. Estaban asombrados de los avances que había hecho, pero lo mejor fue que compartieron conmigo historias y anécdotas de antepasados.
Me contaron que, al parecer, mi tatarabuela, Trinidad Huezo, había sido amiga del presidente Maximiliano Hernández Martínez, y él mandó colocar su foto en los billetes de cinco colones. Tuve que verificar en Internet, pues me resultaba difícil de creer. Luego supe que mi papá guardaba uno de esos billetes. Se lo habían obsequiado años atrás porque la mujer de la foto llevaba su mismo apellido y, sin saber que estaban relacionados, lo enmarcó y conservó.
Recibí mensajes en FamilySearch de alguien que decía conocer a una de las personas de mi árbol genealógico. Mi tatarabuelo era el abuelo de su esposa. Con esto, mi árbol creció un poco más.
Después contacté a alguien que había editado información de mi abuela paterna, y al contactar a la persona, ¡qué gran sorpresa me llevé! Somos familiares y ¡es miembro de la Iglesia! Se alegró de saber que habíamos enlazado a la familia. Me contó que de su parte tiene más de 100 familiares en el área de mi misión.
Sigo trabajando en historia familiar cada vez que puedo. Hace poco descubrí que hay una joven en Idaho con mi apellido, sirviendo también una misión de tiempo completo. Ella me comentó que su padre es salvadoreño. Estamos emocionados y ambos queremos compartir información de la historia de nuestras familias. ¿Quién sabe? Con lo poco común que es mi apellido, quizás seamos parientes.
He descubierto que no soy el único miembro de la Iglesia en mi familia y hay otros familiares que comparten mis valores con quienes también podré compartir historias.
¡Las bendiciones han sido incontables y asombrosas! Aun cuando pensaba que no había forma de progresar, veo que, tal como leemos en 1 Nefi 3:7, cada vez que el Señor nos da un mandamiento, también nos prepara la vía para cumplirlo.