Voces de los Santos de los Últimos Días
Bendiciones en medio de las tormentas
Por años habíamos preparado nuestra mochila de 72 horas como se nos ha enseñado en la Iglesia, pero jamás imaginamos que era la hora de utilizarla.
El día miércoles 4 de noviembre de 2020 viajamos hacia el Templo de Tegucigalpa en medio de las tormentas que estaba produciendo el huracán Eta, para participar del sellamiento de nuestra hija. Ese mismo día regresamos a la ciudad de Yoro en medio de circunstancias difíciles. Los ríos comenzaban a desbordarse, pero milagrosamente llegamos a nuestro hogar.
Cansados por el viaje, le propuse a mi esposa que fuéramos a dormir sin poner alarmas, para levantarnos tarde al día siguiente. A pesar de que la lluvia caía incesantemente, no había indicios de que se fuera a inundar el sector de nuestra casa, ya que hace 22 años cuando fue el huracán Mitch las inundaciones no nos afectaron.
Al día siguiente, a las 5:55 de la mañana sonó mi teléfono, pero había prometido no despertarme temprano porque quería descansar. Cinco minutos después escuché que estaban tocando mis ventanas, era un sobrino que vive cerca y me decía, “¡Tío, tío! ¡Levántese; el agua ya viene!” Cuando me levanté, corrí hacia la sala y vi que ya el agua estaba entrando por el patio de la casa, mi hijo también fue conmigo y dijo, “¡Papi, nos vamos a inundar!” ¡Hijo, la inundación es inminente, debemos evacuar! — le respondí.
Entramos a la casa, despertamos a los demás miembros de la familia, y lo primero que hicimos fue agarrar nuestra mochila de 72 horas y los documentos personales de valor, así como las Escrituras y otros documentos. Cuando salimos de nuevo, el agua ya llegaba a la mitad de las ruedas de los carros; los movimos a un lugar donde podían estar protegidos.
Por años habíamos preparado nuestras mochilas y todos los documentos importantes como la Iglesia ha enseñado, pero jamás imaginamos que era la hora de utilizarlas. Mi esposa y mi hija estaban listas para dejar la casa e ir a refugiarse a la Iglesia. Mi hijo y yo regresamos a la casa para poder rescatar algunas cosas y llevarlas al segundo nivel, sin embargo, en menos de 30 minutos el agua ya estaba en mi casa y fue tan rápido todo que había que salir sin poder llevar nada. Algunos se preguntarán ¿por qué no nos preparamos? Había un grupo de vecinos organizados monitoreando el río y otras laderas para poder prevenir este tipo de desastre. Ese día muchos de ellos se fueron a acostar a las tres de la mañana y pensaron que todo iba a estar bien. No obstante, la naturaleza nos sorprendió.
Después de tres días, regresamos a nuestra casa y empezamos las labores de limpieza y parte del rescate de lo que aún podíamos utilizar. También ayudamos a vecinos y a nuestros familiares cercanos. Todos sentíamos gozo por estar nuevamente en nuestras casas a pesar de que teníamos que tirar sillones, camas, aparatos eléctricos, entre otros. Jamás nos imaginamos que vendría otro huracán, el huracán Iota. Todas las reparaciones que habíamos hecho durante los dos días de sol no habían servido de nada, pues nuevamente debíamos evacuar el área ya que fue decretada zona de peligro. Las autoridades locales nos pidieron evacuar y regresamos a los refugios preparados.
Me siento bendecido por todo lo que tuvimos que pasar ese día porque, a pesar de la amenaza del huracán Eta, pudimos ir al templo como familia, participar del sellamiento de nuestra hija y hacer convenios sagrados que nos permiten ser familias eternas. Los convenios del templo nos dan paz y tranquilidad.
Mi familia y yo hemos aprendido que a pesar de nuestras circunstancias hay otras familias que tienen problemas mayores que los nuestros. Debemos ser agradecidos por todo lo que pasa en nuestras vidas, desde una tormenta natural hasta las tormentas personales, sabemos que el Señor siempre nos protegerá; y si estamos preparados no temeremos.