2021
Mi experiencia con la historia familiar
Abril de 2021


Voces de los Santos

Mi experiencia con la historia familiar

En 1970, cuando tenía 16 años, tuve una experiencia muy especial. Por entonces yo vivía en Sabadell, Barcelona, con mis padres, mi hermana y mi abuela paterna. Ese fin de semana mis padres habían salido, y estábamos solas en casa mi abuela, mi hermana de 6 años y yo. Después de cenar, nos fuimos a dormir, y al poco rato vino mi abuela a nuestra habitación con unas hojas de papel escritas a máquina; dijo que eran algunos versos de su abuelo, o sea, mi tatarabuelo, que le había dictado al hijo de un amigo porque él no sabía leer ni escribir, y me dijo que se los leyera. Eran muy especiales, porque relataban anécdotas familiares con nombres y fechas.

Mientras leíamos, ella nos iba explicando historias que recordaba de esa parte de la familia. Luego me dijo que guardara las hojas, y añadió: “Te las doy a ti, porque sé que tú las guardarás”; y así lo hice.

Después de hablar un buen rato, ella se marchó, y yo me quedé reflexionando sobre todo lo que habíamos hablado; y fue entonces cuando, poco a poco, la habitación se llenó de un espíritu de amor muy fuerte: estaban allí conmigo. Era como si la habitación estuviera llena, y sentí mucho amor por ellos, y también de ellos por mí. Les dije que los quería mucho, y que siempre tendría los escritos conmigo. No podía dejar de llorar de tanta felicidad, y así me quedé dormida. Por la mañana, todo había pasado. Nunca expliqué esta experiencia a nadie, ni volvimos a hablar de los escritos.

En 1978, mi esposo y yo nos bautizamos en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Desde el principio, tuve un interés especial en la genealogía. En 1979 fuimos al Templo de Zollikoffen, Suiza, e hicimos las ordenanzas por todos los difuntos de nuestra familia inmediata.

En agosto de 1981, fui a Santomera, Murcia (el pueblo natal de mis dos abuelas), a casa de una prima de mi abuela materna, para buscar registros y poder continuar con mi genealogía. El sacristán de la parroquia del pueblo era amigo de ella, y me dejaba ir todas las tardes a su casa a ver los libros de la parroquia. Encontré los registros de muchos parientes, pero faltaba un libro, y en esos años había varios de mis familiares directos.

El sacristán me dijo que hacía años había dejado que alguien se llevara ese libro a su casa, y que lo habían perdido; por eso nunca dejaba que los sacaran de la oficina. Me entristeció mucho no encontrar a esos familiares.

Unos meses después, recordé los versos que me había dado mi abuela, busqué y con gran sorpresa comprobé que todas las fechas y los nombres que necesitaba, que estaban en el libro que se había perdido, se hallaban en los versos de mi tatarabuelo.

Este fue un gran testimonio para nosotros sobre la importancia de la historia familiar, y que el Padre Celestial está al tanto de nuestras necesidades. Él sabía que ese libro se perdería, e inspiró a mi tatarabuelo, Rafael Campillo Zapata, para que dictara esos escritos, y a mi abuela, Dolores Campillo, para que los pusiera en mis manos, a fin de que, en el momento adecuado, se pudiera hacer la obra vicaria por esos familiares que de otra forma no se habría podido realizar.

Siempre que recuerdo esta experiencia, siento emoción y nostalgia del amor tan fuerte que sentí; yo no sabía nada del Plan de Salvación, pero sí supe en ese momento que la vida continúa después de dejar esta tierra. Fue un testimonio muy claro de que los lazos familiares nos unen para siempre.

Desde que somos miembros de la Iglesia, hemos sentido la guía del Señor varias veces para encontrar a algunos de nuestros familiares. Cuando ya habíamos recorrido todos los caminos sin éxito, sus nombres aparecían en los lugares más inesperados.

Desde que me bauticé en la Iglesia, me he esforzado por hacer mi historia familiar y he ayudado a otras personas a efectuar la suya. Sé que los que ya han pasado el velo necesitan nuestro trabajo para continuar progresando, y que no podemos olvidarlos porque somos parte unos de otros. El Plan de Salvación de nuestro Padre Celestial es perfecto y maravilloso.