Voces de los Santos de los Últimos Días
Lo que aprendo de la ley del diezmo
Yo nunca he pagado el diezmo, pero he investigado y preguntado a mis familiares acerca de la importancia del diezmo. Me han contado sus experiencias al vivir este mandamiento. Mi papá me contó que hace unos años, cuando él perdió el trabajo por la situación política del país, los negocios se vinieron abajo, apenas tenían algo para comer.
Una tarde estaba preocupado, no sabía cómo alimentar a su familia. En ese momento llamaron a la puerta. Era una hermana de la Iglesia que preparaba tamales para vender; mis padres le dijeron que no podían comprarle pues no tenían dinero, pero ella insistió que los recibieran y que los pagaran cuando pudieran. Esa noche los tamales fueron el único alimento que había en la casa. Yo aún no había nacido, pero mis padres siempre agradecen al Señor por haber enviado a esta hermana que estuvo presta a percibir los susurros del Espíritu para poder ayudar a nuestra familia.
Mi papá comprendió las promesas que se dan en Malaquías, que el Señor abrirá las ventanas de los cielos y derramará sobre nosotros bendiciones hasta que sobreabunden si obedecemos esta ley.
El élder Daniel L. Johnson, del Cuórum de los Setenta, dijo lo siguiente: “Se utilizan muchas razones para no pagar el diezmo, tales como emergencias médicas, deudas, reparaciones de la casa o el automóvil, gastos educativos y seguro… el incumplimiento de esta ley eterna no debe tomarse a la ligera; ya que no solo puede afectar nuestro crecimiento y desarrollo espiritual sino también limitar las bendiciones físicas y temporales que de lo contrario podríamos disfrutar”1.
Lo que he aprendido de la ley del diezmo es que al pagar el diezmo no nos apegamos más a las cosas materiales y nos acercamos más a las espirituales. El Señor prometió que al pagar el diezmo Él nos bendecirá hasta que sobreabunde y no precisamente con riquezas materiales, pero sí con las cosas que Él sabe que necesitamos.