Mensaje de Área
La resurrección de Jesucristo
Una de las más fundamentales e importantes doctrinas enseñadas por los Doce Apóstoles fue que Jesucristo se levantó de la tumba con un cuerpo glorificado, resucitado a la manera y similitud de Su Padre Eterno, un cuerpo celestial vivificado con una gloria celestial.
La resurrección del Salvador fue un evento sin precedente, el más memorable y glorioso de la historia de este mundo, declarado por una proclamación angelical: “Ha resucitado, no está aquí; he aquí el lugar donde le pusieron” (Marcos 16:6). Jesús fue el primer mortal en haber salido de la tumba en un estado de inmortalidad; todos los otros que habían sido restaurados o vuelto a la vida, murieron nuevamente, pero no Jesús, porque Él es el primer fruto de la resurrección.
El presidente Ezra Taft Benson enseñó: “Los más grandes eventos de la historia afectan al más grande número de personas por un periodo más largo. Bajo esta norma, ningún evento es más importante que la resurrección del Maestro” 1 .
Después de Su resurrección, el Salvador estuvo con Cleofas y su compañero en el camino a Emaús. Ellos no lo reconocieron, pues estaban tristes y su fe débil por la pérdida de su Maestro. Entonces Él les enseñó: “Y comenzando desde Moisés y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían” (Lucas 24:27).
Esa noche se sentó a cenar con ellos; “… tomó el pan, lo bendijo, y lo partió y les dio.
“Entonces fueron abiertos los ojos de ellos y le reconocieron; más él se desapareció de su vista.
“Y se decían el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón en nosotros mientras nos hablaba en el camino y cuando nos abría las Escrituras?” (Lucas 24:30–32). Ellos se convirtieron en poderosos testigos de Su resurrección.
Además de los principales testigos de la resurrección del Salvador, María, los discípulos en el camino a Emaús y los apóstoles, hubo otros testigos de este trascendental evento. Más de 500 personas, incluyendo los apóstoles Santiago y Pablo en 1 Corintios 15:6–8; y otros 2500 santos en la antigua América fueron registrados en el Libro de Mormón (3 Nefi 11:8–15; y 17:25) uno de los momentos más emotivos fue cuando el Salvador resucitado aparece ante los nefitas y los bendijo. Esta historia se encuentra en el Libro de Mormón.
La resurrección del Salvador validó todo lo que Él había enseñado. Los Doce ahora sabían que este no era el final, sino el comienzo de su propio ministerio como fieles discípulos de Jesucristo. Ellos ministraron, dándolo todo, aun sus vidas, en servicio a su Dios. La esperanza de la resurrección fue suficiente para elevar sus espíritus, entonces su convicción y su fe en Jesucristo fueron completas.
La resurrección ha sido prometida a todos los hijos de Dios que fueron fieles en la preexistencia. Aquellos que reciban una Gloria Celestial resucitarán primero, seguido por la Gloria Terrestre, luego la Gloria Telestial, y así finalmente los hijos de perdición 2 .
La resurrección es el evento culminante del sacrificio expiatorio de Jesucristo, pues completa dicho sacrificio. A través de Su resurrección, el Salvador reconcilia todas las consecuencias de la Caída incluyendo la muerte física. Él, quien creó un mundo físicamente perfecto, ahora provee el medio para que después de la Caída sea hecho perfecto nuevamente mediante la resurrección.
Jesús ejerció su poder para resucitar, y así validó la realidad de Su promesa que nosotros también resucitaremos. Nuestra resurrección consiste en la unión del cuerpo espiritual con el cuerpo físico, para nunca separarse; significa ser inmortales, sin sangre, con un cuerpo perfecto de carne y huesos. Esta será nuestra condición física después de la resurrección.
Samuel el Lamanita enseñó: “Pues he aquí, de cierto tiene que morir para que venga la salvación; sí, a él le corresponde y se hace necesario que muera para efectuar la resurrección de los muertos, a fin de que por este medio los hombres sean llevados a la presencia del Señor” (Helamán 14:15).
Jesús experimentó la mortalidad, así como tú y yo lo hacemos. Él conoció la felicidad, y el dolor, se regocijó y también sufrió con otros. Conoció la amistad, pero también experimento la tristeza que viene por causa de traidores y falsas acusaciones. Él se sometió a todo esto para entender cómo mejor ayudarnos. Él murió una muerte mortal, así como tú y yo tendremos que morir, pero más importante, debido a Su resurrección también nosotros resucitaremos.
Jesús dio un poderoso testimonio acerca de la resurrección cuando dijo: “Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar.
“Nadie me la quita, sino que yo la pongo de mí mismo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre” (Juan 10:17–18).
Jesús proclamó este poder cuando dijo a los judíos: “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré” (Juan 2:19). Ellos no entendieron que Él hablaba sobre el templo de Su cuerpo.
Hay mandamientos que debemos obedecer para obtener cuerpos celestiales y gloria celestial. El desafío de esta vida es aprenderlos, aceptarlos y obedecerlos. La realidad de la resurrección con la posibilidad de la exaltación, gracias al sacrificio de nuestro Redentor, es razón suficiente para darle a Él nuestra eterna gratitud.