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En mi casa no escasea la harina ni disminuye el aceite
La hermana Moreira cuenta que, en algunas ocasiones, cuando ha faltado algo en casa, ángeles han llegado a su hogar y la han sostenido.
La hermana Antonieta Moreira se bautizó en el año 1977 a la edad de 15 años, y a temprana edad conoció los principios del Evangelio restaurado, y se esforzaba por cumplirlos. A pesar de que oraba cada día, sentía que nuestro Padre Celestial no escuchaba sus súplicas, le parecía que los cielos estaban cerrados.
En una ocasión escuchó un discurso de una hermana que expresaba que, aunque en su casa nada faltaba gracias al trabajo de su esposo, ella buscaba maneras de generar ingresos con el propósito principal de poder pagar sus diezmos y vivir esta ley. Asimismo, la hermana Moreira aprendió, en ese especial mensaje, sobre algunas mujeres de fe, muy generosas, como el caso de la mujer que dio todo lo que tenía, la ofrenda de la viuda o la viuda de Sarepta, que dio primero de comer al profeta del Señor y estaba dispuesta a morir con su hijo.
Estas palabras fortalecieron a la hermana Moreira. Ese día aprendió que la clave para que los cielos estén abiertos tenía que ver con pagar un diezmo, entonces decidió “probarlo”; y a partir de ese día los cielos se abrieron. Como resultado, ella podía escuchar a Dios y recibir instrucción de Él. Esta fiel hermana considera que no hay cosa que ella necesite que Dios no haya pensado antes, y de alguna forma Él la hace llegar. Por poco que haya en su casa, puede sentir gratitud porque Dios no la desampara.
La hermana Moreira ha tenido la bendición de tener su alacena llena, de tener para compartir con los que llegan a su hogar; para ella la clave es: darle al Padre todo. Diezmar sus ingresos y recursos, diezmar sus talentos y su tiempo. Ella sabe que Dios ha peleado sus batallas, y ya no se preocupa por el mañana, sino que ha aprendido a descansar en el Señor, en depender totalmente de Él.
Además, el diezmo la ha ayudado a olvidarse de las cosas materiales, arrancarlas de su corazón y confiar en el Señor. A veces es difícil desprenderse del hombre natural, pero cuán maravilloso es reconocer la mano de Dios en todas las cosas. Para la hermana Antonieta, su proveedor es Dios; desde que ella decidió ponerlo en primer lugar, ya sea en el pago de sus diezmos, en dar tiempo para servir o poner sus talentos para edificar Su obra, entonces su tinaja está llena.
Las bendiciones por pagar el diezmo, según ella, son abundantes; ha fortalecido su fe, ha eliminado el miedo por el mañana; para ella la Escritura de Mateo 6:33: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”, es una promesa cumplida.
En algunas ocasiones, cuenta la hermana Moreira, cuando ha faltado algo en casa, ángeles han llegado a su hogar y la han sostenido; de alguna forma Dios siempre se ha valido de diversas formas para bendecirla; luego la hermana Moreira busca alguien más con quien compartir. Sobre todo, las bendiciones van más allá de lo material; por medio de su ejemplo puede bendecir a su familia, enseñando de forma más efectiva a sus nietos que en primer lugar siempre está el Señor.
La hermana Moreira concluye que en su casa nunca ha escaseado la harina ni disminuido el aceite. Cuando parece que así será, entonces las ventanas de los cielos se han abierto y Dios ha hecho Su obra (véase 1 Reyes 17:14).