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Jesús está siempre a tu lado
Les contaré una breve historia. A un año y medio de ser llamado como segundo consejero del obispado del Barrio Arroyo Hondo, Estaca Santiago Sur, República Dominicana, una fuerte inundación afectó la población del sector Brisas del Norte de Arroyo Hondo Arriba, en la parte Sur de la provincia de Santiago de los Caballeros, en la República Dominicana, originada por la considerable cantidad de agua que descendió de las nubes, a causa de la Tormenta Olga, durante la madrugada del 12 de diciembre del año 2007. La miseria y la desesperación sorprendieron a esta humilde comunidad, con casas totalmente destruidas junto a los ajuares y pertenencias de quienes las habitaban. El llanto y la desilusión los embargó; los niveles de agua arroparon completamente a la mayoría de las viviendas; el desconsuelo se hizo presente y la impotencia se apoderó de ellos al verse sin un techo y prácticamente con solo su atuendo de dormir sobre sí.
Los hermanos del sacerdocio del barrio Arroyo Hondo, encabezados por su obispo, Luis Gerardo Tejada Villamán, de inmediato acudieron al rescate de menores y mayores. Los techos de las viviendas inundadas estaban ocupados por los habitantes que, para salvar sus vidas, subieron sobre estos.
La mano amiga de nuestro Salvador Jesucristo no se hizo esperar; sí, allí estaba Su sacerdocio, socorriendo a los más necesitados. A poco tiempo de lo ocurrido, fueron trasladados a distintos lugares, en espera de una solución a la condición causada por el efecto del fenómeno natural que a partir de esa noche cambió sus vidas.
Al descenso del agua, las reparaciones de viviendas, llegada de ropa, medicina y alimentos llenaron de alegría y gozo a esta comunidad, y con júbilo y brillo en sus ojos gritaron: “¡Gracias, Dios; muchas gracias! A pesar de nuestra triste situación, nunca nos desamparas”. Pese a lo acontecido, no bajaron de la azotea para sacar algo de sus casas, y no volvieron atrás para tomar sus ropas.
Su diciembre se tornó lleno de luz y esperanza; la fecha en que suele conmemorarse el natalicio de nuestro amado Señor Jesucristo se celebró, a pesar de haber pasado un momento a oscuras, el día 12 de diciembre del año 2007.
“Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5:16).
Jesús nos enseñó: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma y con toda tu mente.
“Este es el primero y grande mandamiento.
“Y el segundo es semejante a este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22:37–39).
De todas nuestras vicisitudes, concluyo que debemos celebrar el nacimiento de nuestro Salvador todos los días, sembrando gozo siempre al andar.
Nuestras almas muchas veces están llenas de tristeza, y en otras ocasiones llenas de alegría; una mirada cara a cara, una palabra de aliento, una sonrisa, una palmada siempre serán bien recibidas. Debemos mover nuestros pies en dirección hacia nuestros vecinos, familiares y hermanos; nuestra presencia puede ser sinónimo de una acción de socorro. Muchas almas padecen, en ciertos momentos, de catástrofes inesperadas y, con nuestra presencia, nos convertimos en el salvavidas para esa alma que necesita ayuda en su momento de oscuridad. Les invito a demostrar verdadero amor a Dios el Eterno Padre a través de nuestro sincero amor a nuestros hermanos.
Apresuremos el paso para que nuestra presencia pueda ser oportuna y quitar el hambre al que no tiene de comer, dar abrigo al desnudo, entregar la mejor medicina al enfermo y ser la llave que abrirá la celda al encarcelado. Expresemos nuestro amor hacia nuestros conciudadanos de la mejor manera que podamos, ya sea con un regalo de sí mismos, o la entrega de un obsequio necesario y oportuno; porque todos los días debemos ser como Jesucristo y parecernos a Él, y de esa manera, convertirnos en instrumento de bendición para las almas que esperan la luz salvadora de nuestro creador.
Al hacer realidad la entrega de amor a nuestros hermanos, en todo tiempo y en todo lugar, de una manera muy especial seremos las manos del Señor en la tierra y haremos que todos los días la celebración de la Navidad se convierta en una realidad tangible, que nos embarcará en el servicio para que siempre nos acompañe la fe, la virtud, el conocimiento, la templanza, la paciencia, la bondad fraternal, la piedad, la caridad y una humildad sin precedente que abonará la tierra y hará que el campo blanco esté listo para la siega, a fin de atesorar las almas que después de la primera resurrección ocuparán el Reino Celestial, porque Él nos preparó la vía para obedecer los mandamientos y convertir en obras Su voluntad.
Su nacimiento, Su ministerio de luz, Su sacrificio expiatorio y Su presencia eterna nos iluminan y nos iluminarán por esta vida y por toda la eternidad. En la Navidad celebramos Su nacimiento, y en Semana Santa recordamos Su muerte, crucifixión y resurrección. Su gran obra nos ha marcado para siempre, para bien, y solo siendo como Él llevaremos felicidad y vida eterna a nuestros amados hermanos y hermanas de este maravilloso planeta.
Celebremos la Navidad todos los días de nuestra vida, tomando sobre nosotros Su nombre, recordándole siempre, haciendo Su voluntad y guardando los mandamientos que Él nos ha dado. Iluminemos el mundo, porque “esta es [Su] obra y [Su] gloria, llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre” (Moisés 1:39).