Voces de los Santos
Dejé de sentir
Hace algún tiempo me contagié con Covid-19, y junto con mi familia tomamos todas las medidas para que nadie más lo padeciera y tuvimos éxito en esto. Sin embargo, mis síntomas eran muy intensos, especialmente el no poder sentir el sabor de las comidas ni los olores de nada. Luego de pasar los quince días de aislamiento en casa, todos mis síntomas en general habían desaparecido, excepto esos dos: el gusto y el olfato, que me hicieron perder siete kilos en solo veinte días. Acudí continuamente al Señor para pedir Su ayuda durante esos días y sé que Él me permitió sanar de todo sin tener más secuelas.
Al considerar mi aprendizaje, luego de esta enfermedad, pude recordar las enseñanzas del profeta Nefi cuando intentaba hacerles comprender a sus hermanos por qué debían ser obedientes al Señor, y en las Escrituras encontramos que ellos habían “dejado de sentir” (véase 1 Nefi 17:45).
Me impactó como nunca el leer nuevamente sobre el sueño de Lehi del árbol de la vida en 1 Nefi 8:10–12 y su descripción al participar de su fruto; él dijo: “y percibí que era de lo más dulce, superior a todo cuanto yo había probado antes”. Sin embargo, también leemos que sus hijos Lamán y Lemuel no desearon participar de ese fruto (véase 1 Nefi 8:17–18).
Es increíble saber que tenemos a nuestra disposición la oportunidad de percibir y sentir lo dulce del fruto de ese árbol que Lehi vio en visión, pero a veces podemos atravesar enfermedades espirituales que nos llevan a “dejar de sentir” lo dulce del Evangelio.
Cuántas veces nos alejamos de aquellas enseñanzas que nos brindan paz y tranquilidad, que nos hacen sentir el amor del Salvador y que son elementales para llegar a donde Él quiere que lleguemos, provocando en ocasiones el dolor de nuestra familia, de nosotros mismos y en definitiva de nuestro amoroso Padre Celestial.
El dejar de sentir es síntoma de una desconexión que nos debería hacer reflexionar y actuar para volver cuanto antes a las tiernas misericordias del Señor. Lo mejor es que podemos volver, podemos nuevamente sentir lo dulce del fruto, similar a lo que sentimos cuando los misioneros nos enseñaban por primera vez, cuando recién nos bautizamos, cuando nos arrepentimos después de atravesar el dolor del pecado.
Así como me recomendaron empezar a oler aromas intensos para recuperar el gusto y el olfato, y con el correr de las semanas pude volver a sentir, así también podemos volver a orar y estudiar con más intensidad para sentir Sus tiernas misericordias.
Queridos hermanos, es hermoso volver a sentir, es hermoso volver al redil del Señor, es hermoso percibir y sentir lo dulce del fruto del Evangelio y su gloriosa restauración; para lograrlo podemos sentir el aroma agradable de la lectura de las Escrituras, empaparnos con sus enseñanzas y reactivar nuestro deseo de servir.
Sin duda estamos pasando por tiempos en los que se está probando cada vez más nuestra disposición a seguir al Señor; pero para lograr no perder el gusto ni olfato espiritual, es necesario participar del fruto continuamente, recordarlo en nuestro hogar, participar de la Santa Cena, practicar las enseñanzas del Evangelio a diario y vivirlo con alegría. Amo al Salvador y sé que Él está dispuesto a atender nuestras suplicas y ayudarnos. Lo sé y lo comparto en el nombre de Jesucristo. Amén.