“¿Qué queremos decir cuando afirmamos que la Iglesia es verdadera?”, Liahona, junio de 2024.
¿Qué queremos decir cuando afirmamos que la Iglesia es verdadera?
Dirigida por el Salvador mismo, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días proporciona las enseñanzas, la autoridad del sacerdocio, las ordenanzas y los convenios que nos conducen de regreso a nuestro hogar celestial.
A menudo se nos enternece el corazón cuando escuchamos a alguien testificar: “Sé que la Iglesia es verdadera”. Es algo significativo que el Espíritu también nos dé testimonio de esa verdad.
Sin embargo, parece que las tendencias culturales actuales han traído consigo una gran desconfianza en las instituciones en general y en las organizaciones religiosas en particular. Por el contrario, los Santos de los Últimos Días hacen convenio de apoyar a La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días en su misión fundamental de edificar el Reino de Dios sobre la tierra y establecer Sion, todo ello en gozosa expectación de la segunda venida de Jesucristo. Al hacerlo, reconocemos que es solo por medio de la institución formal de la Iglesia restaurada del Señor que se pueden lograr esos preciados propósitos.
El Nuevo Testamento deja claro que, durante Su ministerio terrenal, el Señor Jesucristo no solo inspiró a una comunidad de creyentes, sino que también organizó Su Iglesia con líderes llamados, capacitados y ordenados (véase Efesios 4:11–16). La Iglesia le importaba a Él. La Iglesia de hoy, como la de entonces, está “edificad[a] sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo” (Efesios 2:20; véase también Mateo 16:17–18). La Biblia dice que después de Su Resurrección, “el Señor añadía cada día a la iglesia los que iban siendo salvos” (Hechos 2:47).
¿Y si los líderes de la Iglesia no son perfectos?
Quizás algunos dudan en testificar de la veracidad de la Iglesia porque sienten que la Iglesia y sus líderes tal vez no sean perfectos. De hecho, ni la Iglesia ni sus líderes son perfectos, ¡ni han afirmado serlo! Cabe destacar que en ninguna parte de las Escrituras ni en las enseñanzas de los líderes de la Iglesia se declara que el propósito del Señor fuera perfeccionar a la Iglesia. Más bien, el apóstol Pablo escribió:
“Y él mismo constituyó a unos apóstoles; y a otros, profetas; y a otros, evangelistas; y a otros, pastores y maestros;
“a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo,
“hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” (Efesios 4:11–13; cursiva agregada).
Por lo tanto, el propósito del Señor es perfeccionar a los santos, no perfeccionar a la Iglesia. Podemos recibir consuelo real de ese principio porque implica que ¡hay lugar en la Iglesia del Señor para todos nosotros, personas imperfectas!
De hecho, en la Conferencia General de octubre de 2013, el élder Dieter F. Uchtdorf, entonces Segundo Consejero de la Primera Presidencia, dijo:
“Para ser completamente franco, ha habido veces en que los miembros o líderes de la Iglesia simplemente cometieron errores. Puede que se hayan dicho o hecho cosas que no estaban en armonía con nuestros valores, principios o doctrina.
“Supongo que la Iglesia solo sería perfecta si la administraran seres perfectos. Dios es perfecto y Su doctrina es pura; pero Él obra por medio de nosotros, Sus hijos imperfectos; y la gente imperfecta comete errores […].
“Es triste que algunos hayan tropezado debido a los errores cometidos por los hombres; pero, a pesar de ello, la verdad eterna del Evangelio restaurado que se encuentra en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días no ha sido manchada, menoscabada ni destruida.
“Como apóstol del Señor Jesucristo y como alguien que ha participado directamente en los concilios y las obras de esta Iglesia, testifico solemnemente que no se toma ninguna decisión importante que afecte a esta Iglesia o a sus miembros sin buscar fervientemente la inspiración, la guía y la aprobación de nuestro Padre Eterno. Esta es la Iglesia de Jesucristo. Dios no permitirá que Su Iglesia se salga de su curso señalado ni que fracase en cumplir con su destino divino”.
A veces defendemos un concepto sobre la manera en que el Señor trata con los líderes y los miembros de Su Iglesia que no nos es beneficioso. Podríamos esperar que el Señor controle todo lo que los líderes y administradores de la Iglesia hagan para que no se puedan cometer errores de ningún tipo. Tal vez sea mejor reconocer que el Señor brinda guía a esos siervos mientras buscan con espíritu de oración hacer lo mejor que pueden en sus respectivas responsabilidades para dirigir Su obra. Así es como los padres amorosos enseñan a sus hijos.
El Señor nos da guía, pero por lo general no ejerce control, excepto en asuntos que se relacionan directamente con nuestra salvación. Una vez más, no es Su propósito perfeccionar a la Iglesia, sino más bien perfeccionar a Sus hijos, incluyendo a los líderes y administradores de la Iglesia. Este modelo de operaciones inspiradas en las Oficinas Generales de la Iglesia no es sustancialmente diferente al que se utiliza en las estacas, los barrios y los hogares.
Si bien en ocasiones el Señor da revelación directa, especialmente a aquellos a quienes sostenemos como profetas, videntes y reveladores, también espera que estudiemos las cosas en nuestra mente (véase Doctrina y Convenios 9:8–9) y que “efectu[emos] mucha justicia” (Doctrina y Convenios 58:27) sin ser “compelido[s] en todo” (versículo 26).
Podemos confiar en que el Señor nos guiará a lo largo de la senda de nuestra salvación a medida que sigamos a los líderes apostólicos de Su Iglesia. Y podemos recibir gran consuelo de la promesa del Señor de que Él nos confirmará a cada uno de nosotros la verdad de todas las cosas a medida que la busquemos personalmente (véase Moroni 10:5).
Bendiciones en la Iglesia de Jesucristo
Entonces, ¿qué queremos decir cuando afirmamos que la Iglesia es verdadera si no queremos decir que es perfecta?
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Ante todo, nos referimos a que la dirige el Señor Jesucristo mismo por medio de profetas y apóstoles vivientes.
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Queremos decir que tiene todas las Escrituras que Dios ha revelado y toda doctrina y verdad de importancia para nuestra salvación.
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Queremos decir que posee la autoridad del sacerdocio para dirigir la Iglesia y administrar las ordenanzas esenciales, y queremos decir que esas ordenanzas serán válidas tanto en esta vida como en las eternidades.
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Queremos decir que aquellos que sigan sus preceptos tendrán gozo perdurable tanto en esta vida como en la eternidad.
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Queremos decir que aquellos que reciban las ordenanzas de salvación y guarden los convenios relacionados, arrepintiéndose sinceramente según se requiera, ciertamente serán exaltados en el Reino Celestial de Dios.
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En especial, queremos decir que el Espíritu Santo dará testimonio de estas cosas a quienes sinceramente busquen la verdad.
Seguir las enseñanzas de la Iglesia funciona: nos hace mejores personas, nos brinda paz y gozo y nos prepara para regresar a nuestro Padre Celestial.
“La Iglesia es ese reino profetizado para los últimos días, no creado por el hombre sino establecido por el Dios del cielo”, enseñó el élder D. Todd Christofferson, del Cuórum de los Doce Apóstoles. Cuán importante es que los creyentes sinceros en las verdades restauradas por Jesucristo se pongan de pie y testifiquen con valentía que La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es “la única iglesia verdadera y viviente” (Doctrina y Convenios 1:30).
Ofrecemos todo nuestro amor y respeto a todos los que creen en la verdad y la siguen dondequiera que se encuentre. Respetamos y valoramos la resplandeciente bondad que observamos en tantas otras iglesias y no criticamos las creencias de ningún grupo o individuo, pero es una insensatez imaginar que podemos creer en Jesucristo y en los preceptos que Él enseñó y recibir el pleno beneficio de las bendiciones y ordenanzas disponibles únicamente en Su Iglesia restaurada sin creer en esa Iglesia, apoyarla y defenderla.
Por supuesto, debemos testificar que el Evangelio de Jesucristo, el profeta José Smith, el Libro de Mormón y otros fundamentos son verdaderos, pero también hay gran importancia en testificar de la veracidad de la Iglesia como institución. En el templo aprendemos que ahí es donde se centra nuestra consagración. Al sentir la veracidad de la organización que el Señor mismo dirige, nos sentimos responsables de ser fieles a la doctrina y a las prácticas que enseña la Iglesia.
Ser leales a la Iglesia
Las verdades del Evangelio no requieren la defensa y la lealtad de los santos para mantenerlas, son verdaderas por sí mismas, pero la creencia en general puede llegar a ser tan vaga como para no tener poder motivador ni salvador y los casi incrédulos pueden afirmar su adhesión a ella (véase Santiago 2:19–20). Por el contrario, la convicción de que La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es verdadera y guiada por el Señor nos lleva a asistir a las reuniones, pagar diezmos y ofrendas, servir en llamamientos, recibir ordenanzas y guardar los convenios relacionados. La creencia y la convicción claras conllevan compromisos claros y convincentes. En otras palabras, una vez que sabemos que es verdadera, estamos moralmente obligados a actuar en consecuencia.
Testifico que sé por experiencias personales y por el testimonio seguro del Espíritu Santo que La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es la Iglesia verdadera y viviente que el Señor Jesucristo dirige por medio de nuestros profetas y apóstoles actuales. Es mi ruego que no solo sepamos que la Iglesia es verdadera, sino que también, con nuestras palabras y hechos, seamos leales a la Iglesia.