Ven, sígueme
Un cambio en el corazón: “¿Podéis sentir esto ahora?”
La conversión duradera puede ser nuestra al recordar al Señor y Su bondad para con nosotros.
Alma, hijo, planteó estas preguntas que invitan a la reflexión al pueblo de la ciudad de Zarahemla:
“¿Habéis nacido espiritualmente de Dios? ¿Habéis recibido su imagen en vuestros rostros? ¿Habéis experimentado este potente cambio en vuestros corazones? […].
“Y ahora os digo […], si habéis experimentado un cambio en el corazón, y si habéis sentido el deseo de cantar la canción del amor que redime, quisiera preguntaros: ¿Podéis sentir esto ahora?” (Alma 5:14, 26).
Durante mi niñez asistí al Barrio Ogden 1, de Ogden, Utah, EE. UU. Cuando tenía unos nueve años, nuestro obispo (que era mi padre) comenzó la parte de los testimonios de una reunión de ayuno y testimonio pidiendo a todos los miembros de la congregación que dieran su testimonio. La reunión continuó tal como papá lo había solicitado. Casi todos los presentes se pusieron de pie y dieron su testimonio.
Fue un acontecimiento notable para mí. Todos los testimonios fueron sencillos, directos y se centraron en lo que cada persona sabía que era verdad acerca del Salvador y Su Evangelio. Hasta donde pude ver, todos pudieron sentir una clara efusión del Espíritu. Sin duda, yo había sentido el Espíritu antes, pero ese día el Espíritu estuvo presente de una manera extraordinaria. Sentí un poderoso testimonio de la veracidad del Evangelio. Después de todos estos años, nunca he olvidado esa experiencia en la que sentí la unidad del barrio y el amor del Salvador.
Cualesquiera que hayan sido nuestras primeras experiencias al recibir un testimonio de confirmación de la veracidad del Evangelio de Jesucristo, podemos beneficiarnos enormemente al preguntarnos: “¿Pod[emos] sentir esto ahora?” y luego hacer las correcciones necesarias.
¿Recordamos lo que experimentamos y sentimos cuando aceptamos el Evangelio de Jesucristo y nos comprometimos a servirle y guardar Sus mandamientos? ¿Seguimos sintiendo el Espíritu de Dios “tal como un fuego” en nuestro interior? ¿Seguimos siendo entusiastas en nuestro discipulado?
Recordar y arrepentirse
El Libro de Mormón con frecuencia nos aconseja que recordemos. ¿Por qué? Porque al recordar experiencias y sentimientos espirituales, es más probable que tengamos mayor fortaleza para evitar el pecado y para continuar en nuestro compromiso de permanecer en la senda de los convenios.
El Libro de Mormón también nos alienta a arrepentirnos. Después de observar la necesidad del pueblo de arrepentirse, Alma explicó las bendiciones del perdón disponibles mediante la Expiación del Salvador y ofreció este mensaje de esperanza, que es relevante para nosotros en la actualidad:
“He aquí, [el Salvador] invita a todos los hombres, pues a todos ellos se extienden los brazos de misericordia, y él dice: Arrepentíos, y os recibiré.
“Sí, dice él: Venid a mí, y participaréis del fruto del árbol de la vida; sí, comeréis y beberéis libremente del pan y de las aguas de la vida;
“sí, venid a mí y haced obras de rectitud, y no seréis talados y arrojados al fuego […].
“He aquí, os digo que el buen pastor os llama; sí, y os llama en su propio nombre, el cual es el nombre de Cristo” (Alma 5:33–35, 38).
Amar a Dios y al prójimo
Alma continuó sus enseñanzas preguntando al pueblo si se hallaban despojados del orgullo y la envidia (véase Alma 5:28–29). También preguntó:
“¿Hay entre vosotros quien se burle de su hermano, o que acumule persecuciones sobre él?
“¡Ay de tal persona, porque no está preparada; y el tiempo está cerca en que debe arrepentirse, o no puede ser salva!” (Alma 5:30–31).
El presidente Russell M. Nelson nos ha enseñado acerca de nuestra obligación de tratar a los demás con amor y respeto y de evitar el juicio y la falta de amabilidad. Él dijo:
“Como se registra en el Libro de Mormón […], el Salvador ‘invita a todos […] a que vengan a él y participen de su bondad; y a nadie de los que a él vienen desecha, sean negros o blancos, esclavos o libres, varones o mujeres […]; todos son iguales ante Dios’ (2 Nefi 26:33) […].
“Cuando un fariseo que buscaba burlarse lo desafió a nombrar el mayor mandamiento de la ley, el Salvador dio una respuesta memorable y breve. Estaba llena de la verdad que conduce a una vida de gozo. Su instrucción fue amar primero a Dios con todo nuestro corazón y luego amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos (véase Mateo 22:35–39)”.
Además, las palabras de Alma proporcionan un mensaje poderoso y directo de no volver nuestras espaldas al pobre y al necesitado (véase Alma 5:55). En cambio, hemos de socorrer a quienes lo necesiten. Esto es crucial para que retengamos la remisión de nuestros pecados (véase Mosíah 4:16–26) y sigamos sintiendo el cambio que el Salvador ha traído a nuestro corazón.
Ser diligentes en las prácticas religiosas personales
Nuestra experiencia terrenal requiere que caminemos por fe. A veces podemos irritarnos. Los miembros de la familia y aquellos con quienes nos relacionamos pueden decepcionarnos. A veces podemos sentirnos cansados, desfallecientes, fatigados y tentados por todas partes. Las condiciones de este mundo pueden hacer que nos preguntemos si en verdad “el diablo se ríe y sus ángeles se regocijan” por nuestra difícil situación (3 Nefi 9:2). Dadas esas situaciones y pruebas, particularmente en estos últimos días, nuestro entusiasmo por vivir el Evangelio puede decaer si no somos diligentes.
Sin embargo, podemos seguir prácticas religiosas básicas para protegernos, aun cuando la vida sea difícil. Estas prácticas religiosas personales son esenciales para fortalecer nuestra fe, mantener nuestra capacidad de resistir la tentación y recordar nuestras experiencias espirituales. Nos ayudan a crecer espiritualmente y a vencer las tácticas de Satanás.
Son dignos de mención los testimonios de dos profetas de los últimos días sobre las bendiciones de dos de estas prácticas religiosas personales:
El presidente Ezra Taft Benson (1899–1994) testificó:
“Una de las cosas más importantes que pueden hacer […] es sumergirse en las Escrituras. Escudríñenlas diligentemente, deléitense en las palabras de Cristo, aprendan la doctrina, dominen los principios que se hallan en ellas. Pocas son las cosas que producen mayor provecho […]. Hay pocas formas adicionales de obtener mayor inspiración […].
“Cuando los miembros en forma individual y como familias se compenetran en la lectura de las Escrituras en forma regular y constante, […] los testimonios aumentarán, la dedicación se fortalecerá, las familias progresarán, la revelación personal abundará”.
En el Seminario para líderes de la Conferencia General de octubre de 2019, el presidente Nelson dijo: “Al finalizar la conferencia general de octubre del año pasado, alenté a los santos a asistir al templo de forma regular. ¿Por qué? Porque los ataques del adversario están creciendo de manera exponencial, en intensidad y en variedad. La necesidad de estar en el templo regularmente nunca ha sido mayor. Entonces prometí, y lo reitero ahora, que aquellos que fijen con regularidad una cita con el Señor para estar en Su sagrada casa, y después asistan a esa cita, recibirán milagros”.
Las bendiciones de un corazón cambiado
Alma alentó al pueblo de Zarahemla a recordar el cautiverio de aquellos que los precedieron. Los animó a recordar la “misericordia y longanimidad” del Señor para con sus padres y a recordar que Él “ha[bía] rescatado sus almas del infierno” (Alma 5:6). El corazón de sus padres cambió por medio de los méritos, la misericordia y la gracia de Jesucristo (véase Alma 5:7; véase también 2 Nefi 2:8). Esas son bendiciones que nosotros también podemos reclamar al recordar al Señor y Su bondad para con nosotros.
Al recordar esa reunión inigualable de ayuno y testimonio de mi niñez, los sentimientos que tuve y las semillas de testimonio plantadas en mi corazón por el Espíritu Santo me ayudan a querer ser una mejor persona ahora. Cuando seguimos el consejo de Alma al recordar nuestras propias experiencias espirituales, adherirnos fielmente a nuestras prácticas religiosas personales y meditar humildemente en todo lo que el Salvador ha hecho por nosotros, fortalecemos nuestra capacidad de honrar nuestros convenios y nos acercamos más a Él.